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martes, 9 de febrero de 2021

ELEGIDOS PARA LA GLORIA (THE RIGHT STUFF)...

 Seguramente pueda parecer extraño que se señale aquí a los Demócratas estadounidenses como "protofascistas" (antecedentes del fascismo), cuando la moda indica que es del ex mandatario Donald Trump que hay que decir que es "fascista".

    Durante la presidencia Demócrata de Barack Obama ocurrió algo muy particular. En Ucrania no nada más se produjo la anexión de Crimea. En el centro ucraniano -la capital Kíev-. y en el occidente del país aparecieron grupos simpatizantes de Stepán Bandera, un líder ucraniano aliado durante parte de la segunda Guerra Mundial con los nazis y cuya organización asesinó a miles de polacos y/o judíos. Pravy Sektor (Sector Derecho) y Svoboda (Libertad) fueron en particular las organizaciones que reivindicaron a Bandera y, a raíz del Euromaidán en 2014, se encontraron con puestos oficiales y legisladores, incluyendo a responsables directos de la masacre en la plaza del Maidán, a finales de febrero de ese año, que causaron la muerte de civiles y que luego repitieron su accionar paramilitar -en otra trampa/emboscada- en la Casa de los Sindicatos de la ciudad de Odessa. Obama reconoció sin problemas, en el año 2015, que Estados Unidos había participado en el golpe de Estado del Euromaidán, aunque se abstuvo de mencionar que por ello habían llegado al gobierno simpatizantes del nazismo y criminales. En la trama se había visto involucrada Victoria Nuland, hoy subsecretaria de Estado en el gabinete del presidente Joseph Biden. En los hechos en Kíev estuvo inmiscuido directamente el senador Republicano por Arizona, John McCain (por cierto que nacido en la Zona del Canal de Panamá), alguien muy contrario a Donald Trump y promotor, por lo demás, del Estado Islámico (EI). Era cuestión del Estado profundo: con un gobierno en Kíev con nazi-fascistas incluidos, Hunter Biden, hijo de Joseph Biden, pudo hacer negocios en Ucrania con la empresa Burisma Holdings, a partir de abril de 2014, es decir, al poco tiempo del ascenso al gobierno de los nazi-fascistas, y hasta 2019, todo mientras papá Biden -Joseph- viajaba con cierta frecuencia a territorio ucraniano. No se sabe que en Occidente se haya hecho el menor escándalo por esta manera de los Demócratas de solapar a nazi-fascistas. Por cierto, la Demócrata Hillary Clinton, como secretaria de Estado, se encargó del traslado de armas y hombres de Libia a Siria en apoyo al EI, cuyo fanatismo takfirista (ligado al wahabismo saudiárabe) no podría estar lejos de alguna forma de violencia de extrema derecha. La condena puede esperar siglos.

     Narendra Modi es una personalidad que se hizo primer ministro de India en 2014. Antes, como gobernador de la provincia de Gujarat, había estado inmiscuido con grupos paramilitares partidarios de la supremacía hinduísta y había solapado pogromos contra población musulmana que costaron la vida de cientos de personas, en particular en 2002, de tal modo que a Modi se le consideró peligroso y se le prohibió la entrada a Estados Unidos. Hasta hoy, en sus Memorias o algo así ("Una tierra prometida"), Obama no para en elogios para Modi, "el hombre que ayudó a su padre a vender té para mantener a su familia". De repente, los Demócratas, interesados en servirse de India para contrarrestar a China, se olvidaron de las prohibiciones a Modi y éste pudo visitar Estados Unidos dos veces seguidas en dos años a partir de 2015, mientras proseguía por cierto la persecusión de musulmanes en India, con todo y víctimas mortales. Obama, a su vez, se convirtió en el primer presidente de Estados Unidos en visitar dos veces India y en asistir como invitado de honor a las celebraciones del Día de la República en este país asiático. El asunto es todavía menos inocente, puesto que el supremacismo hinduísta reivindica la cultura aria. ¿Es necesario recordar que a quienes hacían los peores trabajos en los campos de concentración nazi se les denominaba "musulmanes"?

      Desde luego, el imperialismo practicado por los Demócratas, buena parte de los Republicanos y a fin de cuentas el establishment estadounidense no es el nazi-fascismo, pero hay pruebas de que lo solapa y llega a darle un empujoncito, al igual que a ciertos supremacismos  y a los peores terrorismos. En este marco, es un disparate completo tratar a Trump de "fascista", más si no tiene el apoyo del gran capital actual, que está del lado Demócrata (los grandes de la high tech, del Big Pharma, del complejo militar-industrial, de la agroindustria, de los medios de comunicación masiva, de las finanzas, etcétera...). Que los autodenominados "demócrata liberales" no defiendan a fin de cuentas más que los grandes negocios tal vez sea comprensible: alguien como el cada vez más deslavado ensayista mexicano Enrique Krauze puede festejar a Biden diciendo cosas absurdas, como que "la vergonzosa convergencia de un sector de la izquierda mexicana con el fascista Trump, recuerda el pacto de Stalin con Hitler. Tiempo después, Stalin renegó. .Pero la infamia quedó" (por cierto que Stalin nunca renegó y cualquier comunista bien nacido sabe que se trató de ganar tiempo para prepararse ante una agresión inminente). Pero que la izquierda repita que Trump es "fascista" y aplauda a rabiar a Biden es peor, salvo que de lo que se trate sea de una convergencia en una forma de frivolidad que indica la pertenencia "a lo mundano". Sin duda, es muy chic. Que no tenga nada que ver con lo que muestra una comparación de la trayectoria en los hechos entre los Demócratas y Trump no parece importar demasiado. Así pues, habría que saber qué significado se pone detrás de las palabras: si el apego a los hechos, a las pruebas, o a la mundanidad en la cual lo que interesa es siempre, siempre, dar a entender que se está muy in y nunca out

     Y que no digan que no son advenedizos:





FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...