En cierto sentido, era de esperarse. El nuevo presidente estadounidense, Joseph Biden, suavizó un poco las cosas con China, "competidor estratégico", y las endureció con Rusia, de la que afirmó: "sus líderes intentan describirnos como si fuéramos tan corruptos como ellos. Pero el mundo, entre ellos los propios ciudadanos rusos, sabe que no es verdad". En suma: Estados Unidos sabe mejor que el mundo lo que quiere el mundo y mejor que los rusos lo que quieren los rusos. Además, los corruptos son los rusos, no los Demócratas con sus típicas maneras de ganar las elecciones (desde John F. Kennedy, por cierto, algo que se puede probar, aunque a veces tenga que decirse que el mismo Kennedy usó métodos "no siempre ortodoxos" y ocultarse, qué creen, que el padre del asesinado presidente era simpatizante de Hitler y amigo de la mafia, que colaboró activamente para la victoria Demócrata en las elecciones estadounidenses de 1960 ).
Ya ha habido ocasión de hablar de cómo el gran capital promueve a gente dudosa, digamos que con "discursos de odio" o "supremacistas" y no, no se trata del mandatario Donald Trump. Apenas llegado a la presidencia, Biden le exigió a Putin la "liberación inmediata" del opositor Alexei Navalny. Antes de proseguir, cabe señalar que los Demócratas guardan una peculiar relación con Rusia. La ex secretaria de Estado, Hillary Clinton, y la líder de la Cámara estadounidense de Representantes, Nancy Pelosi, querían saber durante el más reciente intento de juicio contra Trump si éste no había estado "al teléfono con el presidente ruso Vladimir Putin" durante los sucesos del 6 de enero en el Capitolio. Puede ser. Yo mismo hablo con Vlady Putin cada vez que tengo que hacer un blog y él me va diciendo el tipo de fake news que debo poner: por ejemplo, que entre el mafioso Samuel Mooney Giancana y una manita de Francis Albert Sinatra (Frank Sinatra, vaya) colaboraron para que Kennedy, en una cerrada contienda con Richard Nixon en 1960, consiguiera el voto negro en Chicago y "arreglos" en estados como Virginia Occidental. La mafia designó incluso al vicepresidente, Lyndon B. Johnson, pero los corruptos son los rusos y el sistema electoral estadounidense está en cambio fuera de toda sospecha. Por favor, que nos reciten algo sobre los "pesos y contrapesos" y “los derechos y las libertades".
Navalny, para algunos el "Nelson Mandela" ruso, cuenta con un amplísimo apoyo de aproximadamente el 2 % de la población rusa, !burp!, que es lo que obtiene cualquier opositor pro-occidental. Como dice Biden, el mundo lo sabe. Navalny se inició en la política en los años '90 con los autodenominados liberales y llegó a fundar su propio partido, Narod (Pueblo), claro que sin ser populista, aunque tuviera un fuerte discurso contra los inmigrantes y en particular contra los musulmanes. Al parecer, se vale o hay que ocultarlo cuando se trata de ser hostil al "zar" (?) o "autócrata" Putin (el autócrata ejerce una autoridad ilimitada y gobierna para sí mismo, pero la más reciente Constitución rusa no dice éso, como sea la gracia es que suene a "zarista" y por ende a "imperio" y "amenaza"). Navalny le descubrió un gigantesco palacio a Putin, donde éste se dedicaría incluso a deleitarse con el table dance. No importa al parecer que dicho palacio, de mil millones de dólares, esté en obra, no habitado por nadie, y que pertenezca al multimillonario Arkady Rotenberg. Ni siquiera es para gozarlo ni hacer orgías, sino para convertirlo en apartotel.
Hasta el progretariado de izquierda latinoamericano, no muy alejado de los Demócratas y de "lo que sabe todo el mundo" (por lo que no es necesario indagar nada: ¿ya lo sabe el mundo, no?), se cree que en la Federación Rusa mandan la mafia y los oligarcas, sin considerar siquiera que el pacto con Putin fue que se mantuvieran lejos de la política. Es de lo más simpático cuando en el periódico mexicano El Universal alguien como el cerdo anticomunista Jean Meyer Barth sale a proferir !incoherencias! Textualmente: "la embajada norteamericana en Moscú pidió a sus conciudadanos no participar en las marchas, ni observarlas de cerca, algo que el gobierno ruso denunció como inadmisible injerencia". Perdón, pero lo que la frase dice es que "el gobierno ruso denunció como inadmisible injerencia que la embajada norteamericana en Moscú pidiera a sus conciudadanos no participar en las marchas ni observarlas de cerca". El lapsus traduce que debiera ser normal que la embajada se meta de lleno en los asuntos internos de cualquiera, tal vez hasta en la vida personal o la casa de Meyer. Por cierto, ¿tiene este señor pruebas fehacientes de que lo que llama "ciertos oscuros servicios rusos" llegaron a "intentar asesinar" a Navalny? Es por aquéllo de que el envenenamiento por Novichok parece una historia de Hollywood en la cual sólo falta James Bond al rescate. Las historias previas y similares de Alexander Litvinenko y Serguei Skripal terminaron en que eran "ciertos oscuros servicios occidentales" los que ponían este tipo de trampas.
Se puede apoyar así a quien en el pasado gritaba como supremacista "!Deja de apoyar al Caúcaso!" y arengaba contra los inmigrantes de Asia Central. Lo que dijo Biden está clarísimo: en Washington se sabe mejor que en Moscú lo que quieren los rusos, y si lo sabe Washington, que lo sepa el mundo. El presidente Demócrata estadounidense arranca con un bonito estilo, propio de un partido que, como todo el mundo sabe (puesto que es de "todo el mundo" que se trata), es ajeno a corruptos, oligarcas y mafias. La vida es bella y los dejamos con papi (da click en el botón de narcoreproducción, es Sinatra).