Si bien no se trata de minimizar la Covid 19, no se puede excluir que esta epidemia esté siendo utilizada para hacer pasar otro tipo de asuntos que tienen poco que ver con una crisis sanitaria que por lo demás, hay que decirlo de entrada, no es global, como lo puede comprobar cualquiera examinando las cifras de la enfermedad con el motor de búsqueda de Google y viendo lo que ocurre en gran parte de Africa y Asia. El actual SARS-Cov-2 es tres veces menos letal que el de 2003 (SARS-Cov) y diez veces menos letal que el de 2012 (MERS-Cov). Una persona contagiada de sarampión puede infectar a 20 más; una de SARS-Cov-2 a dos o tres. es decir, diez veces menos.
La forma de hablar de la actual epidemia no es muy grata: si se difunde diariamente y con bombo y platillo el número de fallecidos por cáncer o por diabetes, bien se puede terminar con un montón de gente asustada dispuesta a aceptar cualquier cosa, hasta una inyección de jugo de guanábana si es de Pfizer, con tal de librarla. La difusión es mínima sobre los recuperados: en el 85 % de los contagiados las formas de la Covid 19 son muy benignas, el 99 % se recupera y el 90 % de los que fallecen son personas de la tercera edad. No se ha armado un escándalo por el hecho de que cada año la gripe infecte a mil millones de personas y mate a 650 mil. El riesgo de saturación de los hospitales tampoco es una novedad, ya que ocurre con cierta frecuencia con la gripe estacional en países desarrollados. Se sabe poco, por ejemplo, que luego de ser reevaluados, tan sólo el 12 % de los certificados de defunción en Europa atribuidos a la Covid fueron realmente tales.
Si los medios de comunicación masiva hicieran con la gripe lo mismo que con el SARS-Cov-2, durante un buen tiempo se tendría cada día el anuncio de tres millones de nuevos casos y de dos mil muertos. Si se tratara de la tuberculosis, se reportarían a diario 50 mil nuevos casos y cinco mil muertos. Cada año, sin que se mueva un dedo, o casi, la tuberculosis afecta a 10 millones 400 mil personas y mata a un millón 800 mil personas, sin que se le pida a Pfizer, Moderna o AstraZeneca la "cura milagrosa".
Ya se sabe que es posible pensar que en varios países de Europa la muerte de ancianos (80 % del total) se debió en gran medida a las negligencias insultantes en los asilos. En otros casos, la negligencia al negar la existencia de tratamientos eficaces ha contribuido a fallecimientos probablemente evitables y a esa forma de "ejecución" que llega a ser la intubación, contra la cual alertaron médicos (sudcoreanos, por ejemplo) desde principios de la epidemia, llamando a medidas de oxigenación menos draconianas.
En el caso de México, que destaca por su alta letalidad (muertos/contagiados), que podría ser la más alta del mundo, y por su mortalidad, no todo puede ser atribuido a un sistema de salud que ciertamente fue recibido en ruinas, ni al hecho de que la gente se alimente de gansitos Marinela. Es indudable que los médicos fueron dejados al garete, que los medios de comunicación masiva descalificaron los tratamientos eficaces existentes, contribuyendo en grande a la desorientación, y que las autoridades de Salud no han hecho más que seguir, a su modo (la oposición tiene el suyo), los tics estadounidenses, de las grandes corporaciones farmaceúticas, de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de los grandes medios de comunicación masiva: es muy sencillo, no se ha seguido la pista de las curas, sino la del dinero o, más exactamente, la de la ganancia
Después del autogol estadounidense del 11/S de 2001 se tomaron medidas en los aeropuertos contra el riesgo del terrorismo. Este parece haber pasado y se sabe por lo demás que respondió en más de una ocasión a operaciones llamadas "de falsa bandera". Aún así, en los aeropuertos del mundo se conservaron medidas de observancia obligada crónicas. Algo similar puede pasar con la actual epidemia mientras la intelectualidad, la de los autollamados "demócratas liberales" y la del progretariado, da por sentado en total sumisión que no hay más que vacunarse y aceptar la "nueva normalidad", que consiste en que el líder del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, afirme que ya nada será como antes, por la simple y sencilla razón de que el capital, al borde de una gran crisis desde antes de la epidemia, necesita hacer pasar su "cuarta revolución industrial" para ver si logra revertir un problema crónico con la caída tendencial de la tasa de ganancia. Unicamente se necesitan dos operaciones mentales muy sencillas para tragarse la última moda ideológica, que como lo hace el diablo consiste en hacer creer que no existe: confundir "el mundo" con Estados Unidos y luego Estados Unidos con el gran capital. Lo demás llega solo. Por cierto, no estaría mal que cada vez que alguien siente que está un poco más caliente que de costumbre o que lo enfrían un poquito deje de culpar al cambio climático. Es que viene en el próximo paquete y es parte de algo que muchos ecologistas no quieren reconocer: el corporate greenwashing, en concreto la forma de las corporaciones de hacerse pasar por "sustentables" cuando llevan a cabo prácticas no sustentables. Nunca está de más insistir no en la vacuna, sino en el carácter fraudulento del capitalismo actual.