Por iniciativa "ciudadana", México se prepara para una consulta popular el primero de agosto sobre lo que se entiende que es el actuar de los ex presidentes del país. El asunto puede parecer importante ante el peso del presidencialismo en el mismo México, pero en realidad puede serlo menos que otros, como el de los juicios a la ex secretaria de Desarrollo Social y de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Rosario Robles y al ex director de Petróleos Mexicanos (Pemex), Emilio Lozoya, que revelarían tejes y manejes con participaciones amplias, al menos dentro de la burocracia y la clase política, es decir, un problema colectivo. No se puede seguir resolviendo problemas colectivos con linchamientos personales, lo que le está ocurriendo por lo demás con especial fuerza al mandatario Andrés Manuel López Obrador, tal pareciera que por no entender bien de "dinero en circulación". López Obrador ha dicho que no votará en la consulta y que lo suyo no es la venganza, aunque tampoco servir de tapadera. Cabe recordar que estuvo en las costumbres del antiguo partido oficial, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), sacrificar a alguna personalidad importante a principios de cada sexenio a modo de legitimación. Al parecer, a toda una parte del hoy oficialista partido Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa) y a más de un "intelectual" de izquierda les interesa seguir en este tipo de fenómenos catárquicos que dicen muy poco sobre formas de participación colectiva en la corrupción en el aparato de Estado, incluyendo el aparato de Justicia. ¿No sería mejor que en vez de repetir circos, suponiendo que sea posible, se pudiera impartir realmente justicia para todos los mexicanos en un país donde la Justicia simplemente no sirve, de tal forma que increíblemente casi el 100 % de los delitos queda impune (la cifra exacta es ni más ni menos que del 92.4 % de delitos que quedan impunes)?¿Es más importante juzgar a uno que otro ex presidente, si se puede, que apoyar los esfuerzos de reforma del sistema judicial impulsados por el senador oficialista Ricardo Monreal y por el magistrado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Arturo Zaldívar? La oposición no entendió que la prolongación del mandato de Zaldívar no es asunto de la persona de Zaldívar, sino del proyecto de Zaldívar, de la misma manera en que dentro del mismo MoReNa no se separa el proyecto de Monreal de la persona de Monreal, que ciertamente tiene intereses propios. ¿El problema es, para variar, "quién" y no "qué", casi hasta ahogar lo segundo en lo primero?¿Por qué no se le ha reprochado algo al fiscal general Alejandro Gertz Manero, que no consigue sacar adelante sus casos hasta ahora?
La pregunta de la consulta popular del primero de agosto es como sigue: "¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes, con apego al marco institucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?". Puede que la pregunta sea entendida por activistas y por el poeta Javier Sicilia, pero no por todo el mundo, siendo que por lo demás se requiere de un 40 % del padrón electoral de participación (37 millones de personas) para que el resultado sea vinculante, es decir, que obligue a alguna autoridad a hacer algo, sin que quede claro qué. Ya han tenido lugar sainetes con ex presidentes: por ejemplo, con el que menos tuvo que ver en los sucesos del 2 de octubre de 1968 e incluso en el "Jueves de Corpus" del 10 de junio de 1971, Luis Echeverría Alvarez, detestado al unísono por la ultraizquierda infantil y la derecha empresarial. El ex mandatario Vicente Fox ha pedido que López Obrador sea incluido en la consulta del primero de agosto, lo que indica que a veces un presidente de México puede serlo sin siquiera saber leer (y no, no se trata del actual), puesto que la pregunta dice "en los años pasados" y el presidente actual no va ni a la mitad de su mandato. Ni siquiera debería haber referéndum revocatorio a principios del año entrante sobre una persona, la del presidente, salvo que no se haya votado por un proyecto, por endeble que haya sido el que finalmente presentó para ser electo el mismo López Obrador y que coordinó Alfonso Romo. En todo caso, se debería evaluar no las "mañaneras" del actual mandatario, sino el grado de cumplimiento de lo que ofreció (la erradicación de la corrupción), si es que es lo que interesó y no dar un espectáculo con cabezas en la picota. Habría que probar, cosa que no puede hacer la oposición, desvíos de fondos públicos para el bienestar particular de alguien en el gabinete de López Obrador, más allá de las intentonas engañosas del seudoperiodista Carlos Loret de Mola. En suma, habría que probar que el gobierno de López Obrador repitió los tráficos de grandes sumas de dinero de gobiernos anteriores, tipo "Estafa Maestra" o los "enjuagues" denunciados por Lozoya. La interrogante lanzada al aire por López Obrador es, básicamente, si se puede erradicar la corrupción del Estado, y es el punto sobre el cual la oposición y sus plumíferos no tienen mayor cosa qué decir, porque al menos a nivel de gabinete no parece haber un solo peso desviado.
La gran habilidad del PRI consistió en permitir el enriquecimiento de unos pocos, pero soltando el suficiente "dinero en circulación" para cooptar y mantener contenta a una parte de la población, contando con el aguante de los demás. Como lo señaló alguna vez el líder priísta Manlio Fabio Beltrones, al "gobernar" Acción Nacional, de derecha, hizo lo que hacía el PRI "más lo que creyó que hacía el PRI", aunque nadie en la oposición quiera darse cuenta de lo que representa el caso de Genaro García Luna, ex secretario de Seguridad Pública en manos de la Justicia estadounidense después de haberlo estado con todo entusiasmo de dos cárteles de la droga, el de Sinaloa y el de los Beltrán Leyva. Está por ahora tan en el olvido como el caso de Robles o el de Lozoya, de tal modo que no faltará quien, hablando a nombre de todos y contra lo que dijeron los resultados de las elecciones del 6 de junio, reclamará que no hay "dinero en circulación". De la manera en que lo había antes, no lo hay, porque no se está cooptando, y de seguirse así ya no lo habrá, por lo que los cooptados de siempre, o al menos de las últimas cuatro décadas, se sienten desplazados, por lo que se preguntan: ¿dónde quedó el dinero? Más, si se eliminan lo que eran las formas más novedosas de cooptación: es como si, de repente, una parte de la población ya no supiera moverse, porque ya no hay "movida", ni "jugada", ni "no me pongan donde den, sino donde hay", porque ya no hay. Queda por saber si puede haber el suficiente avance para que la austeridad republicana y el mejoramiento del servicio público permeen a fondo todo el aparato gubernamental y no nada más el gabinete "de altura". Lo demás es accesorio: López Obrador no prometió salir del capitalismo, ni convertir a México en potencia, ni "administrar la abundancia", ni "entrar al Primer Mundo" ni nada por el estilo, por contraste con las promesas siempre incumplidas de gobiernos anteriores.
En la medida de lo anterior, la "didáctica" del presidente mexicano tiene limitaciones y no encuentra siempre eco, ni siquiera en el lópezobradorismo. La oposición no tiene mayor proyecto de nación, y sería erróneo decir que el lópezobradorismo tiene uno firme. Como suele suceder en la izquierda también, más de uno se cree que de lo que se trata es de tener poder, en lo que no hay diferencia con los opositores, que saben muy bien que tienen el de los medios de comunicación masiva. El problema no deja de parecerse al de otros gobiernos progresistas de América Latina, con escaso "material humano" para explorar en el fondo cultural y educativo del problema. Como sea, no es con linchamientos que se resuelven los problemas culturales y educativos que debieran solucionarse con una participación "desde abajo" de la gente, cosa que la oposición tampoco reclama, como no lo hace buena parte del lópezobradorismo. Es hasta cierto punto inesperado que en las elecciones pasadas el oficialismo se haya encontrado con el pueblo y no con la clase media, que desde ya está más interesada por buscar otro recambio a su favor en el 2024, luego de haber brincado de Acción Nacional a MoReNa para regresarse por donde iba, a reserva de lo que pueda sacar de sí el PRI. ¿Cuál es la pena? (da click en el botón de reproducción).