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domingo, 20 de junio de 2021

NICARAGUA: QUE VIVA ¿QUIÉN?

 En la actualidad no pare claro cuál es el papel que deben jugar los medios de comunicación masiva.

     En principio, quienes trabajan en estos medios no están exentos de tener opiniones propias y su subjetividad. Pero, de acuerdo con la periodista francesa de derecha Charlotte d'Ornellas, si se trata de debatir se debe partir de un mínimo de honestidad . En el debate debería tratarse de buscar entre todos una verdad objetiva exterior (exterior a la subjetividad de cada quien), de tal modo que, agreguemos, se pueda llegar a un mínimo de imparcialidad o de objetividad.

      Otra cosa es cuando se parte de entrada de la descalificación del otro. A decir verdad, en la actualidad muchos periodistas y comunicadores ni siquiera conocen el significado de las palabras que emplean, y descalificar al otro es una buena manera de ahorrarse la búsqueda de la verdad. En última instancia, no faltan quienes sostienen que a fin de cuentas "cada quien" tiene "su" verdad (que puede ser la que le resulte desde luego la más conveniente), y que no hay modo de llegar, ni de aproximarse, a "la" verdad, porque no existe de manera objetiva. Si así fuera, al tener cada quien su verdad no habría forma de dilucidar el error o la falsedad de las cosas, y no es difícil entender que a este ritmo se pierde la facultad para el discernimiento. Tal pareciera que muchos periodistas y comunicadores no la tienen, para no prestarles que la quieren extraviar adrede.

     Si alguien empieza diciendo por ejemplo del gobierno actual de Nicaragua que es una dictadura, que el presidente Daniel Ortega es un autócrata, un tirano, un populista, un totalitario, un autoritario y hasta un fascista, no queda claro si se está haciendo otra cosa que adjetivar. En el límite, se pudiera estar diciendo que el señor "no se vende" (es decir, que no puede "estar vendible" y por ende "presentable") porque todas las etiquetas sobre el producto son malas (en algún momento, Gilles Bataillon agregó las suyas), y Ortega no tiene sello certificado de "marca democrática", que es sin duda lo que más vende, y no por la pura palabra, desde luego, sino porque atrae con su promesa de reparto e inclusión, así se trate de ilusión para muchos.

     Curiosamente, quienes se la pasan adjetivando nunca reconstituyen los argumentos del otro, ni contexto ninguno. Pongamos por ejemplo lo que es cierto, simplemente según organismos internacionales: Nicaragua es casi autosuficiente en alimentos (al 90%), el 99 % de la población tiene acceso a la electricidad, generada por lo demás con "energía verde", tiene uno de los mejores sistemas de salud de América Latina, una de las más bajas tasas de Covid 19 en el mundo, tasas de pobreza y extrema pobreza a la mitad y muy bajas desde la llegada de Ortega al gobierno en 2006, es el quinto país en igualdad de género en el mundo después de países nórdicos, y el país del mundo con el mayor número de mujeres en la política y en cargos ministeriales. ¿Es el equivalente de la perfección? Para nada, y ni siquiera obliga a rendirle pleitesía a Ortega, que no cae demasiado bien, como tampoco su señora. ¿Pero no hay ninguna relación entre estos logros, si es que alguien los quiere considerar como tales, y la popularidad de un Ortega que considerando lo anterior no parece haber gobernado para sí mismo, y que tiene una alta intención de voto en un país donde por lo demás el 95 % de la población tiene credencial para votar?

     Tomemos otro caso: Nicaragua se dotó después de lo ocurrido en 2018 de una Ley de Agentes Extranjeros según la cual las organizaciones que reciben dinero del exterior deben dar cuenta del mismo y de su uso ante las autoridades locales. Estados Unidos tiene exactamente la misma ley desde 1938 (US Foreign Agents Act). ¿Estados Unidos se debe proteger de intervenciones foráneas en sus elecciones, pero Nicaragua en cambio debe permitirlo todo? (por cierto, mientras dinero de la Fundación Chamorro  apareció al cerrar en tres cuentas personales de su directora, Cristiana Chamorro). Una pregunta, dejando de lado lo que se gasta el magnate húngaro-estadounidense George Soros contra el gobierno de Ortega: ¿es normal que el dinero de los impuestos de los estadounidenses vayan a parar a cuentas personales de Cristiana Chamorro?

     Se ha criticado el nepotismo de la familia Ortega. Supongamos entonces que son costumbres oligárquicas no desaparecidas. ¿Se debe entonces pasar por alto que la familia Chamorro (Carlos Fernando, Cristiana, Edgar, Jaime, Juan Sebastián, antes Xavier...) esté en mucho de la oposición, viniendo de un apellido que le ha dado varios presidentes a Nicaragua?

     ¿Nicaragua se compara con qué, con Honduras con una familia presidencial metida en el narcotráfico -de acuerdo con fiscales estadounidenses- y ganadora de elecciones con fraude, al grado que la muy pro-estadounidense Organización de Estados Americanos (OEA) sugirió repetir el sufragio?

     Puede que hay quien sugiera que Ortega es abominable por haber "traicionado" al sandinismo, lo cual da para demostrar que no vale la pena defender causas que se presentan como "populares" o incluso, porque es el caso de Nicaragua, como de "socialismo cristiano". El problema es que el presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, no se presentó como narcopolítico, ni presentó como tal a su familia, en especial a su hermana Hilda, ni pidió permiso para robarse el voto, ni para violar la Constitución para reelegirse, ni para recibir dinero de alguien llamado Joaquín Guzmán Loera, ni para incumplir de tal modo sus promesas de campaña que hoy es El Salvador el que en más de una ocasión tiene que acudir en apoyo de los pobres de Honduras.

     Ni siquiera es que todo dependa del cristal con que se mire. Tampoco hay mayor honestidad en toda la izquierda que enfiló desde hace rato contra el gobierno de Ortega para salvar el pellejo y no ser acusada de "antidemocrática" Lo que se puede pensar de muchos periodistas y comunicadores es que, muy lejos de la objetividad, escriben para hacerse de amigos, para quedar bien y ganarse favores y para usar sus nombres para "la renta", resultado de "cotizarse". Todo lo enumerado les parece, por "sentido común", más normal que buscar en colectivo alguna verdad, y quieren hacerse de poder, a veces sin darse mucha cuenta de que tienen menos del que creen tener. Como suelen ser montoneros y carecer de criterio individual (lo que no impide ademanes de supuesta "originalidad"), al grado de no buscarse enemigos más que los públicamente designados, son en el fondo los cobardes que nos explicarán que Ortega tiene miedo. Nada de lo descrito tiene que ver con algún oficio, porque no lo hay más allá de entrenamiento para la escritura, y ni siquiera con alguna ideología abiertamente defendida y explicitada. Dejando de lado asuntos de ética, no se trata más que del arte de saber "venderse" buscando la mejor "marca" (la "Democrata", incluso más que la democrática) y viéndolo como lo más natural, lo que no indica más que una forma de proletarización en los medios de comunicación masiva, así no aparezca como tal entre las ínfulas y el ruido. Estando en medios privados, es de suponer que se dan cuenta de que están vendiendo su fuerza de trabajo, bien pagada, y deben conocer la regla más elemental: la patronal espera que le dejen un "plus", alguna ganancia. Quien debe saber del asunto es el escritor mexicano Enrique Serna, en detrimento suyo y porque no se aguantó de anacoreta. Quienes oyen a los infantes entonando esta canción -clásico ganador del concurso OTI en 1977-son Rosario Murillo y Daniel Ortega (da click en el botón de reproducción).






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