Jugamos como nunca y perdimos como siempre. El ultraderechista y admirador del dictador Augusto Pinochet, José Antonio Kast, se alzó con la victoria en la primera vuelta de las elecciones chilenas, con cerca del 28 % de los votos, lo que no es desdeñable. Le siguió el izquierdista Gabriel Boric, de Apruebo Dignidad (Frente Amplio +Partido Comunista), con casi 26 % de los votos. Pareciera haber en la sociedad chilena una polarización que remplazó a la alternancia de partidos tradicionales, aunque el Comunista es por cierto un partido tradicional. Con Marco Enríquez-Ominami, el progresismo quedó muy abajo, con poco más del 7 % de votos, y mucho dependerá de lo que hagan en la segunda vuelta los partidarios de Franco Parisi (Partido de la Gente), quien hizo curiosamente campaña desde Alabama, Estados Unidos, y se encontraría a la derecha del espectro político.
La verdad es que no hay tal polarización. No la hay en la medida sobre todo en que Boric, de 35 años, está lejos de representar a la izquierda tradicional, pese al apoyo recibido de los comunistas, y no tiene mayor cosa que ver con los socialistas, ni con alguna corriente de ultraizquierda. Antiguo líder estudiantil, cercano a Giorgio Jackson, a su vez no muy alejado del magnate húngaro-estadounidense George Soros, Boric presentó un programa que parece hecho por algún organismo internacional, y que sobresale por lo nulo que resulta en materia de cultura. Boric está más preocupado por los temas de moda, muy al estilo Demócrata estadounidense: el feminismo, el cambio climático y los pueblos originarios, a tal punto que buena parte de las propuestas en materia de trabajo terminan derivando hacia asuntos de género. Ciertamente, Boric retoma el sentido de las protestas estudiantiles en Chile para fortalecer al Estado en la educación y la salud, pero gran parte del resto está muy orientado al estilo Demócrata ya mencionado, al grado de que hay temas ya completamente ausentes, como el de la orientación de la política exterior, tal vez justamente porque la agenda está "transnacionalizada", a diferencia de la de Kast. Se llega en Apruebo Dignidad a cosas tan simpáticas como la protección de los afrochilenos. Curiosamente, las propuestas económicas de Boric también terminan derivando hacia asuntos de género. No hay novedad: subir algunos impuestos, crear "impuestos verdes", muchas de las propuestas las firmaría con agrado el presidente estadounidense Joseph Biden, aunque, ciertamente también, hay iniciativas interesantes en el terreno del control de la minería del litio y del cobre.
Se puede pensar sin mucha dificultad que hay suficientes medidas en materia de educación, salud, economía, vivienda y producción del campo para apoyar a Boric, ante un Kast que es más bien un "reincidente". Es falso que Chile haya tenido una "gran tradición democrática" interrumpida luego del sacrificio del presidente Salvador Allende en 1973. La de Chile es una tradición de la hacienda y militarista, algo muy bien demostrado por el estudioso Jorge Larraín, tradición que no dudó por ejemplo en cruentas represiones a los obreros (como la de Santa María de Iquique a principios del siglo XX), ni en usar la traición, de la guerra contra José Manuel Balmaceda a finales del siglo XIX al periodo de Pedro Aguirre Cerda en el siglo XX. No es porque no es bananero que la lucha obrera en Chile no ha tendido hasta cierto punto a ser "de enclave", concentrándose en el norte minero. El pinochetismo no fue una "interrupción", mucho menos anómala, y prueba de ello está en la popularidad alcanzada por Kast en esta primera vuelta de las elecciones. En rigor, Chile no tiene algunas de las bases necesarias para enrumbar hacia el desarrollo, algo distinto de la opulencia a crédito para una parte de la población. El programa de Boric y los resultados Constituyentes pueden enrumbar hacia un cambio democrático-burgués, y no está mal, pero también hay muchos distractores. Como sea, Kast, que no es el fascismo, mostró su fuerza y las cosas se resolverán hasta la segunda vuelta de las elecciones. (Cueca chilena: da click en el botón de reproducción).