Pocos recuerdan hoy que durante los años '80 del siglo pasado se vivió un clima de enfrentamiento que pudo desembocar en un conflicto nuclear entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Seguramente se crea que todo peligro pasó no gracias a la política exterior soviética, sino al grandioso presidente estadounidense Ronald Reagan -admirado por alguien como el ex mandatario Barack Obama-, quien se dedicó en pleno al chantaje. Desde entonces, en Estados Unidos y algunos otros lugares se estila "pasarle la cuenta a los rusos" por lo que sea, sin que nadie se inmute por este reflejo. Dice mucho sobre la manera en que muchos entendieron lo ocurrido en 1991. No se ha querido establecer ninguna relación entre dicha política exterior y la posterior del presidente ruso Vladimir Putin y el hecho de que el mundo viva una paz inusitada. Tampoco se toma demasiado en cuenta que la delantera rusa en la carrera armamentista, gracias al armamento hipersónico, parece haber enfriado más de una cabeza occidental. Ya se ha dicho, agradecimiento no hay, y es más, lo que se hace aún es todo el esfuerzo al alcance para negar que la derrota del nazi-fascismo se le debe, en lo fundamental, a la Unión Soviética. Antes bien, ya se está en la afirmación de que la última conflagración mundial fue provocada por "los dos totalitarismos", el nazi y el soviético, se supone.
El hecho es que, contra lo que creen los adalides de la llamada "globalización", en realidad se perdió la idea de una Humanidad compartida, que apenas se había ganado en algún momento de los '80, cuando había el riesgo de que dicha Humanidad se extinguiera. La Unión Soviética supo advertir sobre ello, por ejemplo con la película Cartas de un hombre muerto. Estados Unidos, en cambio, andaba en El día después ingeniándoselas para encontrar sobrevivientes. El asunto no ha terminado: en medio de la indiferencia total, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), a la que le falló el intento de "decapitación nuclear" de Rusia, sigue jugando a la guerra nuclear con ejercicios militares en Europa que involucran armas nucleares tácticas, tipo Steadfast Noon (en Italia), y violan el Tratado de No Proliferación Nuclear...poco importa, "los rusos pagan la cuenta" y ha dejado de pensarse en una calamidad bélica que signifique el fin de la vida humana sobre la Tierra. Insistamos: la idea de una Humanidad compartida se acabó.
En lugar de dicha idea, el capital se ha puesto a jugar al apocalipsis con el cambio climático, un asunto muy controvertido, pero que sirve muy bien a las necesidades de reconversión del capital para recuperar la tasa de ganancia, o al menos intentarlo. No hay acuerdo unánime sobre dicho cambio ni las medidas a tomar, pero resulta simpático caer en la inconsciencia de tragarse el cuento de este supuesto "apocalipsis" sin tener idea de que un mal manejo de las provocaciones de la OTAN puede conllevar o el fin del mundo, o un golpe mortal hipersónico para las ahora endebles defensas militares del mundo occidental. En realidad, esto significa que se trata de seguir el último grito de la moda con el ecologismo en vez de detenerse a pensar en el tipo de "juego" que se entabla con Rusia. O dicho de otro modo: la posibilidad de que el mundo se acabe importa un rábano, justamente porque se perdió la idea mencionada, pero lo que no puede perderse de ninguna manera es la oportunidad de sacar algún beneficio particular de lo supuestamente "común". El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, puede decir que "estamos cavando nuestra propia tumba" o que "basta de tratar al mundo como un retrete". El mismo Guterres puede decir falsamente que "el mundo nunca ha estado tan amenazado" (es completamente falso). Luego viene lo otro: el llamado de quien se ha arrimado al Foro Económico Mundial, más o menos, a que "debemos estar juntos", sin decirle nada, éso sí, ni a la OTAN ni a ninguno de los "protagonistas" que apuestan a la división del mundo entre "excepcionales" y "líderes" y los demás. Entonces, al parecer, hay que arrimar el hombro con el capital, que ha avanzado lo suficiente para que se confunda su salvación con la de la Humanidad. En fin, es nuestro futuro común: darle un rostro humano a la inhumanidad, que tiene en el capitalismo en formas propias. No nada más se perdió la idea de una Humanidad compartida como interés general entre iguales. Ahora se cree en un destino común entre saqueados y saqueadores, lo que es todavía mejor, es de suponer, a diferencia de la propuesta universalista del sovietismo que era otra y buscaba paz para discernir. Es esta facultad la que se extravió en el capitalismo de la estafa, que incluye por cierto al demagógico pontífice, el Papa Francisco, recibiendo alegre al presidente estadounidense (y católico) Joseph Biden. Digamos que, ante las olas apocalípticas del cambio climático, es hora de echar a andar...en el crucero del amor. Luego cabrá acordarse de todos los pronósticos alarmistas errados: ¿o es que ya no se recuerda que el mundo se iba a terminar por un agujero en la capa de ozono hoy en el olvido? (vélo todo maravilloso: da click en el botón de reproducción).