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lunes, 29 de noviembre de 2021

ESTADO, PARTIDO, ACTIVISMO

 Un partido político puede cumplir muchas funciones, y en alguna época se consideraba de importancia saber organizar y tener y difundir una ideología precisa, antes de que los autodenominados "demócratas liberales" tomaran a mal la palabra "ideología" sin siquiera entenderla. Los partidos políticos podían ser el lugar para recibir una educación política, y no nada más para fines electorales, con el subsecuente reparto de cargos.

     Alrededor del año 1936, se intentó en la Unión Soviética, sin éxito, que el partido oficial se viera obligado a competir con otras organizaciones en elecciones. La razón era la siguiente. Si se ocupa un cargo en el Estado, se debe tener la preparación profesional para ejercerlo. Dicho de otro modo, si se está en Turismo es porque se sabe de turismo, si se está en Trabajo es porque se conoce el mundo laboral, si en Hacienda porque se sabe de finanzas, etcétera. Nadie puede justificar por ejemplo que, como efectivamente ocurrió, Ernesto Che Guevara ocupara en Cuba ministerios de asuntos sobre los cuales él no sabía absolutamente nada (Industrias), o como la dirección del Banco Nacional. Puede que haya sido austero, pero como quiera, no sabía de economía. En principio, un sociólogo no es lo mejor para la Secretaría de Comunicaciones y Transportes. De lo que se trataba cuando Stalin, Mólotov y Zhdánov trataron de impulsar reformas en la Unión Soviética era de que el partido bolchevique no se convirtiera en el canal para escalar y llegar a cargos sin tener experiencia para ellos, sino por el solo hecho de "ser del partido". Se puede agregar que ésto podía dar lugar a la reproducción de sistemas clientelares en nombre de lo que se entendiera por "política", y desde luego que a la falta total de profesionalismo. Las reformas fracasaron y no hubo lugar para elecciones competidas: los dirigentes partidarios, en distintos niveles, sabotearon las iniciativas encabezadas por Stalin, y se abrió la puerta a que, en nombre de la adhesión ideológica o del hecho de compartir ciertas creencias, se colaran a cargos del Estado "los del partido" sin la menor experiencia ni preparación, aunque proclives a incondicionalidades de otro tipo. 

     En Cuba pasa: la habilidad para hacerse de relaciones, a costa de las convicciones y de algún oficio, puede dar en la recompensa de ser un eterno agregado cultural en una embajada sin tener la menor idea de la diplomacia. Lo descrito frenó el desarrollo de la Unión Soviética, reproduciendo probablemente hábitos feudales, como contribuye al burocratismo en Cuba.Insistamos: la habilidad para una "política" mal entendida crea ineptitud y no está exenta de la búsqueda de beneficios personales sin verdadero respaldo en el mérito.

      No debería llamar lo dicho a escándalo. En México, los "chapulines" tomaron la costumbre, desde temprano con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), de saltar de cargo en cargo independientemente de qué se tratara, y gracias a la afiliación "al partido". Hay gente que ha hecho "carrera" -es un decir- así sin siquiera defender los postulados priístas. Bien se puede tomar el caso de alguien de moda: Enrique de la Madrid Cordero, hijo del difunto Miguel de la Madrid, presidente de México entre 1982 y 1988. De formación abogado y aunque con maestría en Administración Pública, De la Madrid Cordero ha sido secretario de Turismo, sin que quede claro qué sabe del asunto. Fue también director de Financiera Rural, lo que no tiene nada que ver con Turismo, director del Banco Nacional de Comercio Exterior, lo que no tiene que ver con el agro ni con turismo, y coordinador en la Comisión Nacional Bancaria y de Valores. Es probable que se trate de cargos "políticos", aún con ciertas habilidades para la administración pública. Desde luego, cabe preguntarse qué podían estar haciendo en cierta época escritores al frente de embajadas: Octavio Paz o Carlos Fuentes.

      En estas condiciones, en las que se recompensan habilidades para las relaciones, prestigios y capacidad para los tráficos de favores, no puede haber profesionalización impersonal del servicio público ni por ende posibilidades de atender realmente el asunto para el cual se ha sido designado. Ahora bien, el premio al activismo tampoco es garantía de profesionalismo ni de trabajo bien hecho, y es en parte el problema de algunos gobiernos progresistas (algo que se está tratando de romper muy notoriamente en Bolivia, por ejemplo), como el de Andrés Manuel López Obrador: existen casos flagrantes que no debieron haber sido, como una magistrada al frente de una secretaría tan delicada como la de Gobernación (Olga Sánchez Cordero), que merece un perfil más "policíaco" (con perdón), un "chapulín" al frente de Seguridad y Protección Ciudadana (Alfonso Durazo, ingeniero civil y abogado), otro al frente de Educación Pública (Esteban Moctezuma, economista) o, para no perder la costumbre, alguien ajeno al oficio al frente del Fondo de Cultura Económica (FCE), que incluye una revista de economía, El Trimestre Económico, entregada a "los amigos" por filiación ideológica: Francisco Paco Ignacio Taibo II luce tan mal como Miguel de la Madrid o José Carreño Carlón (abogado), a diferencia de un Arnaldo Orfila, conocedor del oficio de editor. Tampoco queda claro que la decencia haga a una licenciada en lengua inglesa y maestra en administración pública una economista, como Tatiana Clouthier (Secretaría de Economía).A la izquierda puede darse lo mismo que al centro o a la derecha si no se está en una institucionalización sólida: la reproducción de hábitos clientelares arcaicos, y con la ineptitud y el alejamiento de las necesidades reales de la gente como resultado. La falta de profesionalismo y de trabajo en profundidad no es algo que se arregle comprándose a la gente con ayudas sociales, sin organizarla ni darle educación y cultura, ni al amparo de la justificación moral del activismo. Diversas experiencias históricas muestran que intención y voluntad no bastan: hace falta dotarse de las condiciones objetivas para lograr eficacia, lo que no se pudo en la Unión Soviética de 1936, ni en el México de un Partido Nacional Revolucionario (PNR) que estaba llamado por sus fundadores a participar en elecciones competidas. López Obrador pensó en buena medida en "la alianza política más amplia posible", pero siguió siendo "política", por lo demás con frecuencia ligada a "nombres", antes que profesionalismo en el hacer (por cierto hay secretarios completamente ausentes, como el de Agricultura y Desarrollo Rural o el de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano). El estilo, muy presidencialista (lo que no debiera llamar la atención en un país de régimen históricamente muy presidencialista), no deja de ser el del activista, con la arenga y el gusto por irse a pueblear y darse "baños de pueblo": éso no hace un estadista, "persona con gran saber y experiencia en los asuntos de Estado", según la definición más socorrida. López Obrador no tiene estas cualidades, así sea porque tampoco se han requerido siempre en el sistema mexicano (Enrique Peña Nieto, Felipe Calderón o Vicente Fox tampoco las tuvieron, y se puede ir en realidad más lejos en el examen de la crisis de autoridad en nombre del "antiautoritarismo"). Esta historia continuará...Y que no se llegue a que cualquiera podría estar en la figura...


 




     

EL BALBOA QUIERE DÓLAR

 No queda claro por qué algunos se lanzan a anunciar triunfos imposibles: como era de prever, la candidata popular Maribel Gordón obtuvo en ...