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lunes, 10 de enero de 2022

ACÁ ENTRE NOS...

 En la actualidad, no es difícil saber que muchos en Rusia están dispuestos a lo que sea, o casi, para estar en la carrera por el dinero, sobre todo en las grandes ciudades. "Lo que sea" suele pasar por escupirle a todo lo que sea pasado soviético, confundiéndolo con el socialismo en general. "Lo que sea" incluye hacerle fraude al Partido Comunista de la Federación Rusa, incluso a costa de un pacto no dicho de respeto mutuo entre esta agrupación y el oficialismo. "Lo que sea" comprende también estar destruyendo modos de vida comunitarios fuertemente arraigados, como lo muestra el breve documental de aquí abajo sobre Buriatia, aunque esos modos de vida sean limitados y no del todo idealizables.

     Los rusos no saben dónde están parados. Una de las cosas más penosas es oír a rusos en el exterior decir de sus compatriotas: "los rusos son de doble cara". No es que no sea así, pero no es válido para el conjunto de la población, pese a que, como en Ucrania por cierto, no falta gente honesta y cálida, así sea la excepción, para constatar que las personas de hoy no se caracterizan precisamente por la lealtad ni por la bondad ni la capacidad de salir del egoísmo. Probablemente no sea nuevo que haya rusos "de doble cara": ésto se fue formando a la par de la burocratización creciente desde los años '30 y luego con un estilo a la vez clasemediero y feudal. Este "feudalismo" se reprodujo con la burocratización del partido oficial y del Estado: supuso la formación de "clientelas", el uso de la lisonja o zalamería, la personalización del poder y la disposición a darse la vuelta contra el encumbrado de caer éste en desgracia. No es propio del sovietismo: es algo que ha abundado en el antiguo tercermundismo y en regímenes nacionalistas-revolucionarios como el antiguo mexicano. Así las cosas, no han faltado los soviéticos que han sabido acomodarse en el exterior de manera formidable: criticando la "doble cara" y usándola al mismo tiempo, o cayendo en ella con alguna forma de cinismo. 

     Se pueden ver algunas trayectorias de lo más extrañas: un antiguo profesor de marxismo-leninismo como Guennadi Burbulis yendo a parar en el gobierno del presidente ruso Boris Yeltsin en los años '90, gobierno repleto de agentes de la Central de Inteligencia Americana (CIA), para declarar tiempo después que Rusia padece un "síndrome imperial". Se puede también haber aprendido a Lenin en ciencias políticas en una universidad moscovita y presumirlo, y caer luego incluso en el peor estilo de la corrupción a la mexicana, el de deseársela al prójimo -alcahuetería de por medio- luego de instalarse en parte en ella, de tal modo que a nadie se le ocurra "no entrarle" y convertirse en testigo incómodo. Para algo está el olor a santidad de ciertos lazos familiares. En estas mismas condiciones, a un ex soviético puede resultarle incomprensible el interés genuino de un extranjero por la Unión Soviética y por Rusia hasta la actualidad: es de imaginarse que para esta gente sólo es posible por alguna supuesta "doble cara" que en el fondo busque alguna ventaja o ganancia. !Pobrecitas rusas! Así pues, en una época se cita a Lenin y en otra se actúa por el pragmatismo que dicta que "todos tienen intereses", entendiendo por ello que todos andan a la caza de ganancia o ventaja. Las lealtades se destruyen, y más de uno se adapta a todo siguiendo curiosos personalismos como forma de orientarse. Un poco de lisonja y ya está perdida la cabeza, más si no se distingue entre zalamería y admiración.

 Como Cuba, la Unión Soviética terminó en cierta medida en una fábrica de cínicos, al menos en los estratos intermedios y en los advenedizos, pese a la diferencia de la segunda con la primera: los rusos saben trabajar muy bien y conocen más de civismo que los cubanos, constructores del socialismo de Estado en las condiciones del subdesarrollo.

     Perdido el sustrato popular existente más o menos hasta 1953, se impuso a lo "comunal" esa mezcla burocrática de clasemediero y "barón feudal", al grado de que, hasta hace algún tiempo, como desde Cuba cayeron desde la ex Unión Soviética cualquier cantidad de mujeres dispuestas a cualquier cosa con tal de ascender socialmente y salir no de la miseria, pero sí de las penurias. Puede llamar la atención lo abierto del cinismo y el desparpajo y, en algunos casos, la disposición a contar cualquier mentira sabiéndose adaptar al poder, diciéndole lo que espera oír y esperando el favor otorgado por el mismo para beneficio propio. No es generalizado, pero es lo que ha hecho más de uno: cantarle al occidental una canción a su gusto en espera de que el mimetismo sea recompensado con algo para beneficio propio, y en esta actitud está la "doble cara", que no impide ni siquiera la humillación posterior al extranjero, ofendiéndolo - no puede faltar- y tirándolo a la cuneta si es necesario. Más de una cubana o de una ucraniana han hecho escuela. No hace falta mucho para enterarse de cómo se fue montando este tipo de personalidad hasta hacerse del poder en 1956, y consagrarse con un golpe oligárquico en 1991. Es de suponer con todo que los rusos esperan amigos leales, no lisonjas para utilizarlos para maniobrar.

     La última votación presidencial para Vladimir Putin muestra que los rusos seguramente podrían responder como un solo hombre a las provocaciones occidentales, aún sin entender nada de por qué Occidente se lanza contra ellos "si ya no hay Guerra Fría" (¿han interiorizado la falsa creencia de que eran una "amenaza para Occidente"?) y si ya se ha adoptado el capitalismo, aunque no se entienda que "aún entre perros hay razas" y que Estados Unidos se cree superior. Es infantil: si nos portamos bien, nos van a tratar de maravilla. El economista de Chicago Milton Friedman decía que nadie recibe una comida gratis. Hay quien dice también que uno no se sienta a comer con el diablo, ni siquiera con una cuchara larga. Pero después de todo lo visto en décadas en el comportamiento de la gente del socialismo de Estado y sus secuelas, es de esperar al menos que hayan sobrevivido el trabajo arduo y el ánimo de superación personal, y el civismo, a lo que podría agregarse tal vez ahora una progresiva institucionalización de la sociedad. De la mezcla de espíritu clasemediero y feudal, tan bien conocida por lo demás por los latinoamericanos, tal vez no quepa más que lamentarse y finalmente fastidiarse. Los seguidores del muy vitalicio líder chino Xi Jinping tal vez no entiendan que pueden poner sus barbas a remojar, en vez de esperar a que los rusos les saquen las castañas del fuego. Es que se está hablando de hábitos de "doble cara", que más de un conocedor del socialismo chino ha sabido detectar . El problema no está forzosamente en los liderazgos, sino en las ambiciones de los estratos intermedios de la población, que en el socialismo de Estado pelean a muerte por el estatus. Es lo que sucede cuando se promueve ya no a los trabajadores, sino a una masa más o menos amorfa disfrazada de “todo el pueblo”. Hay gente incluso admirable que puede volverse irreconocible de acomodaticia, sin perder la costumbre de tratar al otro como a un insecto que se aplasta (dicho sea de paso, nacionalidades ex soviéticas como la armenia y la bielorrusa no son así). Tampoco queda claro si los rusos entienden quiénes son sus amistades; los sovieticos se equivocaron en más de una ocasión con tercermundistas prometiéndoles la revolución a la vuelta de la esquina. En todo caso, ya han nacido las buriatas que olvidaron quiénes fueron (hay que ver Urga, el magnífico filme de Nikita Mijalkov), pero por suerte hay modo de saber lo que ocurre en la Federación Rusa ( da click en el botón de reproducción), en el lugar del que para ignorancia de todos salieron alguna vez quienes habrían de poblar el continente americano.

    

    


 

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