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jueves, 27 de enero de 2022

HONDURAS Y LA POLÍTICA ESTADOUNIDENSE HACIA AMÉRICA LATINA

 El triunfo de Xiomara Castro para la presidencia de Honduras no es poca cosa. Como ha estado ocurriendo en prácticamente toda América Latina, el sistema tradicional de partidos se ha venido desmoronando. Con la organización LIBRE (Libertad y Refundación), Castro terminó con la alternancia entre el partido Liberal y el Nacional. En esta perspectiva, pareciera que las añejas oligarquías están en serias dificultades. Castro llega con un programa medianamente progresista y, dicho sea de paso, es algo que no incomoda a Estados Unidos: Antony Blinken, secretario estadounidense de Estado, se ha apresurado a felicitar a Castro, como ya lo hizo previamente en Perú con Pedro Castillo, algo que pasó desapercibido, o como se ha festinado en Chile a Gabriel Boric. En la medida en que hay elementos anti-oligárquicos, de cambio democrático-burgués, de oferta de participación para la clase media y de limitación de las aspiraciones populares, y en particular de los trabajadores, con frecuencia en una pavorosa parálisis, no hay desafío al capitalismo, a diferencia de Cuba o Nicaragua (Venezuela se cuece aparte). Una parte de estas fórmulas de recambio empuja sin tapujos hacia el estilo Demócrata estadounidense, para la clase media.

      Queda por ver hasta donde es posible que las fórmulas mencionadas se deshagan realmente de ciertos hábitos oligárquicos. Cuando la ruptura es más o menos clara, como en El Salvador con el actual presidente Nayib Bukele, las cosas ya no son tan del agrado estadounidense. Como sea, Estados Unidos tiene cierto abanico de tolerancia y pareciera haber escogido, habría que saber en función de qué perspectiva internacional, una "política de buena vecindad", a juzgar por la negativa del mandatario de Estados Unidos, Joseph Biden, a llamar "patio trasero" a América Latina, prefiriendo referirse a ésta como "patio delantero", lo que sea que ésto signifique. Curiosamente, lo descrito se acompaña de una pérdida notoria del sentido de soberanía en algunos países latinoamericanos: Washington, capital estadounidense, se permite pronunciarse abiertamente sobre la reforma eléctrica mexicana, sin que haya reclamos, de la misma manera en que, por lo menos hasta hace poco, el embajador estadounidense en México, Ken Salazar, se paseaba tranquilamente por este país opinando a diestra y siniestra sobre política nacional, sin ser mandado a callar.

     Como lo señalara recientemente la estudiosa rusa Irina Dashkina en un evento universitario mexicano, lo que ocurre en materia de género muestra ciertos límites en los avances latinoamericanos ya descritos. Después de todo, Xiomara Castro es la esposa de Manuel Mel Zelaya, presidente hondureño derrocado en 2009. A la toma de posesión asistió Cristina Fernández de Kirchner: tiene perfil propio, pero también es la viuda del presidente argentino Néstor Kirchner, fallecido en 2010. En cuanto a Rosario Murillo, vicepresidenta de Nicaragua, es la esposa del recientemente reelecto presidente Daniel Ortega. En esta misma perspectiva, en las últimas elecciones peruanas, la seria contrincante de Castillo, Keiko Fujimori, es la hija de Alberto Fujimori y alguna vez ejerció como Primera Dama. La tradición viene de lejos. Violeta Barrios de Chamorro, presidenta de Nicaragua luego de la derrota de Ortega en 1990  y hasta 1997, es la viuda del connotado periodista opositor a la dictadura de Anastasio Somoza, Pedro Joaquín Chamorro, asesinado en 1978. y Mireya Moscoso, presidenta de Panamá en los años '90 y 2000 (1999-2004), es la viuda del igualmente connotado político Arnulfo Arias. No pareciera fácil para una mujer abrirse un camino verdaderamente independiente en América Latina, sin alguna sombra. Las excepciones no han durado mucho, trátese de Lidia Gueiler en Bolivia o de Rosalía Arteaga en el Ecuador, por pocos meses, e incluyendo por cierto a la boliviana Jeanine Añez (un año). El único caso realmente excepcional ha sido el de Laura Chinchilla en Costa Rica (2010-2014, partido Liberación Nacional). Francamente, no ha llegado el día en que esté una mujer a la cabeza del Estado cubano o del venezolano, que no ostentan en materia de igualdadde género las mismas muy buenas credenciales de Nicaragua. No se trata de contar por contar, o habría que incluir a la siniestra María Estela (Isabel) Martínez de Perón. El indicador tratado aquí dice bastante. Los partidarios de poner mujeres donde sea y para lo que sea se pueden quedar con su ahora ex canciller alemana Angela Merkel u otros recordando a Margaret Thatcher. América Latina no ha sido para crear una Golda Meier o una Indira Gandhi, aunque la segunda (nada ver que ver con Mahatma Gandhi) fuera la hija de Jawaharlal Nehru.

     Castro, en un país con más de 70 por ciento de la población en la pobreza y un Estado en bancarrota,empieza con un Legislativo dividido y el riesgo de verse paralizada -no tiene mayoría- en sus iniciativas, a reserva de que opte por una Constituyente, aunque Estados Unidos parece dispuesto a soltar bastante -hasta la intercesión de la vicepresidenta Kamala Harris-mientras las cosas se mantengan en la "moderación" y parezcan incorporar a los sectores populares, aunque se trata en realidad de tenerlos más como mejores consumidores que como sujetos activos de sus propios intereses, lo que les ha costado históricamente ser. Como sea, el precedente de ruptura con los sectores más reaccionarios quedó sentado, sin ningún peligro de "venezuelización". Algo de folclore hondureño (da click en el botón de reproducción).


 




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