A estas alturas se considera que el presidente salvadoreño Nayib Bukele ha ganado la partida contra las pandillas, o maras.
Se mandó construir la cárcel más grande de América Latina, a unos 74 kilómetros de San Salvador, capital salvadoreña, y parece otro motivo de escándalo (Centro de Confinamiento del Terrorismo, CECOT, en Tecoluca). Sin embargo, se trata de un penal ultramoderno: para los miembros de la policía (custodios), incluye buenos comedores, gimnasio bien equipado y lugares para dormir adecuadamente, regaderas individuales y privacidad (el centro penitenciario está en un lugar rural apartado). Para los reos, se han creado en la prisión lugares de trabajo, donde crearán cosas útiles a la sociedad. Quienes ponen el grito en el cielo olvidan que no dijeron nada en las condiciones anteriores de los penales: los custodios no tenían dónde dormir, por lo que incluso tenían que hacerlo en el suelo, mientras que los reos tenían teléfonos móviles, computadoras, pantallas planas, Play Station y prostitutas. Se acabó la concepción frecuente en América Latina de la prisión como hotel para la delincuencia y obligación de extorsionar para los custodios. Es por lo demás falso que los reos no vayan a tener "una segunda oportunidad", puesto que podrán trabajar.
Se ha querido crear incertidumbre: ¿y si los reos una vez liberados vuelven para vengarse? En realidad no será así, porque es la estructura misma de las pandillas y su forma de financiamiento que han sido socavadas. La prensa ha podido constatar la paz imperante en el país centroamericano, al grado que se pueden reanudar contactos entre barrios y coloniales antes prohibidos, si estaban en manos de pandillas diferentes.. Se puede ahora circular en servicio de Uber. Los comerciantes ya no son extorsionados. Lugares "emblemáticos" de las pandillas, como Soyapango, están en paz, al igual que el centro de San Salvador. Los bolsones de delincuencia están reducidos al mínimo, y El Salvador está por convertirse en el país más seguro de América Latina. Los pocos cabecillas que no cayeron se dieron a la fuga, incluso al exterior.
Organismos internacionales y centros universitarios juran y perjuran que la política de seguridad de Bukele está condenada al largo plazo, pero no hay argumentos sólidos. La misma oposición, incluyendo la del periódico El Faro, ha tenido que constatar que el gobierno "desbarató a las pandillas". Es falso que se haya hecho en detrimento de la construcción de hospitales, escuelas, etcétera. (Da click en el botón de reproducción).