Durante la época de la Guerra Fría, que fue intermitente (había algunos periodos de distensión), Occidente no siempre llegó a la virulencia que muestra hoy contra Rusia, que es por lo demás un país capitalista. Si acaso, es en la propaganda "antibolchevique" de los años '20 y '30 del siglo pasado que se atacaba al "ruso" con extrema violencia. Es curioso que ahora, como en el periodo de entreguerras, exista un "cordón sanitario" en Europa del Este.
Los libros de historia occidentales durante la Guerra Fría, y por lo menos hasta los '70, eran más honestos que los medios de comunicación masiva predominantes hoy, incluidos los rusos. En general, no había problema en reconocer que con Stalin, entre los años '20 y 30, la Unión Soviética se había convertido en una gran potencia, cosa que no era en tiempos del imperio zarista. No había duda de la decadencia de éste y se citaba como ejemplo, de manera frecuente, la presencia de un Rasputin en la corte del zar. No se vanagloriaba mucho de tiempos de los zares, sino que más bien se ponía el acento en la existencia de la servidumbre, con frecuencia con el cuadro de un grupo de trabajadores tirando de cuerdas un barco en el Volga. La Unión Soviética inspiraba cierto respeto, pero el zarismo no. Dicho respeto tenía que ver con los logros deportivos, artísticos y científicos soviéticos, puesto que era el sovietismo el que había puesto el primer hombre en el espacio, Yuri Gagarin. Se entendía bien que, sin las medidas económicas de los años '20 y '30, la Unión Soviética difícilmente hubiera ganado la Segunda Guerra Mundial, y se respetaba el sacrificio que conllevó, con 20 millones de muertos. Al mismo tiempo, la evolución interna soviética estaba envuelta en el misterio. El más "chistoso" decía que a falta de papel higiénico estaba la Pravda.
Los libros de historia occidentales mencionaban el testamento de Lenin para desprestigiar a Stalin como "advenedizo", aunque gracias a la investigación de archivo hoy se sabe que no fue así. Se mencionaban "el terror" y las Grandes Purgas, pero no como lo único de qué hablar, y no se inflaban las cifras, aunque lo que se acostumbraba escribir está hoy desmentido también por la investigación de archivos. Se mencionaba, sin inflar tampoco cifras, la hambruna durante la colectivización forzada, pero se la explicaba en el marco de la herencia de la Nueva Política Económica (NEP) y la necesidad de industrialización. No estaba mal visto recurrir a historiadores bastante imparciales, como E.H. Carr, aunque para retratar a Stalin solían tomarse como base trabajos trotskistas, en particular a Isaac Deutscher. La visión de conjunto era matizada. No se tocaba el tema inventado del Holodomor ucraniano, invento de la policía secreta nazi. Si acaso, se hacía mención de la lucha antibolchevique que había llevado a cabo el anarquista Néstor Makhnó en Ucrania. También se escribía sobre la represión contra los marinos de Kronstadt, cuyas condiciones están hoy aclaradas. Dicho sea de paso, no se le echaba a Lenin mayor cosa en la cara, y no se hablaba de "totalitarismo", palabra originada en el fascismo italiano y el nazismo alemán. Eso sí, no faltaba el documental británico que atribuyera la derrota alemana en suelo soviético al "General Invierno".
Todo respeto, por poco que fuera, se perdió con el desplome de la Unión Soviética, y pese a que, con el actual presidente Vladimir Putin, la Federación Rusa recuperara en más de un aspecto su estatuto de potencia, que es lo que se le regatea hoy, pero que hunde sus raíces hasta el periodo soviético de los años '20 y '30. Mientras Rusia deambula en el extravío ideológico, a Occidente no le queda, salvo excepciones, más que una versión de caricatura del pasado, sin ningún valor, pero destinada a infundir emociones primarias como el miedo: no quedan más que "terror y escasez", al grado que, ideológicamente, Occidente se equivocó por completo al creerse su propia versión de la historia, y no ver en la Rusia de Putin más que "terror y escasez", que, hay que decirlo, es lo que se esperaba de las sanciones: justamente la penuria, y que Putin tuviera que recurrir a alguna forma de "terror" para mantener a raya quién sabe qué protestas, sin considerar el fuerte patriotismo de los rusos. No en todas las esferas se cometen errores: Occidente sabe en lo militar con quién tiene que tratar, aunque no renuncie a desestabilizar. No es poco lo que logra: un susto reciente en Georgia, por ejemplo, o hace poco también uno mayúsculo en Kazajistán. Salvo Con Belarús, Rusia no las tiene consigo en su periferia, pese a la Unión Económica Euroasiática. Al mismo tiempo, de creerse lo que no puede no saber que son cuentos, Occidente puede fallar en el intento (de acabar estratégicamente con la Federación Rusa). Esto es lo que ve Tik Tok de Rusia (da click en el botón de reproducción):