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lunes, 24 de abril de 2023

GAI HITLER

 Difícilmente se ignora que, con frecuencia, y si cabe la expresión, el culto a la virilidad y la homosexualidad van de la mano. Se trata de un asunto de dominación en el que no es rara la bisexualidad.

     Se ha tratado de construir la historia de un "Holocausto rosa" provocado por el nazismo contra los homosexuales, pero es una banalización del Holocausto. En un principio, poco antes de ascender al poder en 1933, no faltaban entre los nazis los homosexuales, en particular en las filas de las tropas de asalto (SA) paramilitares de Ernst Rohm. El antecedente está en tiempos anteriores: Berlín llegó a ser considerada como una de las ciudades sexualmente más libres de Europa y los homosexuales tenían abiertamente sus clubes, publicaciones, lugares de diversión (casi un centenar de bares y cafés de ambiente gay o lésbico durante la república de Weimar), etcétera, sin que se hubiera sabido que todo fuera erradicado de la noche a la mañana.

     En 1934, ya en el poder, Hitler y algunos dirigentes más nazis decidieron deshacerse de Rohm y sus seguidores, de manera violenta. Fue la "noche de los cuchillos largos". Uno de los temores, confesado por Joseph Goebbels, era que, para adquirir más poder, Rohm y su gente extorsionaran a la dirigencia nazi "cantando" lo que sabían sobre tendencias homosexuales en ésta. Junto con la purga contra Rohm, se hicieron desaparecer muchos documentos comprometedores.

     Luego se endureció la ley penal existente contra la homosexualidad, pero para fines de extorsión, y para asegurar el culto a la virilidad que garantizara la procreación en una Alemania que aspiraba a hacerse demográfica y racialmente "grande". Lo dicho no impide que, pese al endurecimiento legal, fuera conocido que en la dirigencia nazi se alternaba una sana vida en familia con orgías y la persistente homosexualidad. Simplemente, la cifra de "recluidos por homosexualidad" (entre cinco mil y 15 mil) en la Alemania nazi, sin ninguna precisión sobre muertos, no da para un Holocausto. Por lo demás, el lesbianismo fue totalmente tolerado, siempre y cuando la mujer permaeciera dispuesta a engendrar bebés arios. En suma, si la vida en familia debía seguir la obediencia al Reich, el resto del tiempo era "libre", si cabe decirlo.

     Tan es así que recientemente se descubrió una colección de fotos, más de 200, que muestran una peculiar afición de los soldados nazis, o al menos parte de ellos: la de vestirse de mujeres y pintarse los labios, lo que sugiere algo más que un carnaval, la atracción por el travestismo. Tampoco es algo desconocido que la dominación masculina, además de no ser ajena al homosexualismo, no lo es a la atracción por los travestis. El problema está en que no se quieran ligar los fenómenos, pese a la recurrencia de pruebas a través de la bisexualidad. La recopilación de fotos de Martin Damman sobre la soldadesca travesti no es "la verguenza de Hitler", contra lo que se ha sugerido, sino la manifestación de un fenómeno de doble cara.

     Curioso: Mónica Alvarez, investigadora de este fenómeno nazi, ha dicho que la homosexualidad no era bien vista en el Tercer Reich, "y eso, a pesar de que algunos miembros del gobierno tuvieron sus deslices (heterosexuales y homosexuales) y llegaron a hacer orgías en la intimidad. Los jerarcas se saltaban la norma y la ley. Lo que hacían era obligar a los que no eran arios a que la cumplieran". Cualquiera sabe que esta "doble cara" existe y es tolerada en determinados contextos históricos, que no impiden ocasionalmente darse de puñaladas. Hay padres de familia diríase que ejemplares -muchos nazis lo eran- que al mismo tiempo tienen un amante masculino y participan en fiestas con travestis, para dar en una buena combinación de ultraconservadurismo y carácter liberal y de "mente abierta". Algo debiera llamar la atención en las poco carnavalescas marchas del Orgullo: el atavío que muestra doble cara.

     Quedan como especulaciones las declaraciones del sobrino nieto de Hitler sobre su bisexualidad y su sadomasoquismo, que harían hoy de él un hombre normal, y de quien lo criticara un anormal.



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