Muchos países latinoamericanos, con excepciones contadas, viven en un clima de inseguridad permanente. Es lo que le ha estado ocurriendo a Chile, pese a que se supone que es un "modelo". El presidente chileno, Gabriel Boric, no logra lidiar con muchos de los problemas del país sudamericano, aunque da lecciones internacionales de democracia.
América Latina es una de las regiones del mundo donde más y peor (con alto estrés laboral, como en México) se trabaja. Sin embargo, Chile acaba de lograr la reducción de la jornada laboral a 40 horas. Tal vez Boric quiera colgarse la medalla, pero la iniciativa fue presentada en 2017 por las diputadas comunistas Karol Cariola y Camila Vallejo, hoy portavoz gubernamental. Dicho sea de paso, Vallejo ha dicho, con razón, ver con buenos ojos a Rafael Correa, hoy ex presidente ecuatoriano, y Evo Morales, ex mandatario de Bolivia. Habida cuenta de la juventud de estas dirigentes, no son ajenas a ciertas modas, pero tal pareciera que no se ha agotado la capacidad organizativa de uno de los partidos comunistas tradicionalmente más fuertes de América Latina, con muy poca experiencia comunista. Para redondear, fue la actual ministra del Trabajo, la también comunista Jeanette Jara, la que entabló negociaciones con la oposición para que saliera avante la reforma de la jornada laboral. Nada más dos países de América Latina tienen una jornada laboral igual: Ecuador y Venezuela. Muchos otros están en las 48 horas.
Contra lo que pudiera creerse, la reducción de la jornada laboral no es para el ocio, aunque también cuenta. Trabajar menos supone, por ejemplo, tener más tiempo para ocuparse de los hijos, educarlos y acompañarlos en sus tareas escolares. También puede ser tener más tiempo para que la persona que trabaja pueda, si lo desea, estudiar o seguir haciéndolo. Es igualmente menos tiempo en transporte para llegar al lugar del trabajo. No es nada más cuestión de hacer más agradable el trabajo, aunque también cuenta (menor deserción, mayor puntualidad, etcétera). Pese a reticencias, las empresas tienen la forma de adaptarse al cambio, en particular modificando turnos.
La aprobación de la ley, que sufrió modificaciones, se aplicará progresivamente en los próximos cinco años y beneficiará a casi cinco millones de trabajadores, en un país de poco más de 19 millones de habitantes, así que no es algo menor. Tampoco es algo que consista en sembrar el terror o instalar la penuria: las caricaturas sobre lo que hacen los comunistas no son más que éso, y es libre quien quiera de quedarse con una mentalidad no muy capaz de ir más allá del cómic. En recuerdo de Víctor Jara (da click en el botón de reproducción).