De manera errada, un artículo del portal Rebelión criticó al ex presidente Rafael Correa por haber entrevistado al presidente boliviano Luis Arce, quien se explayó sobre una intentona golpista pasada sobre la que el líder Evo Morales hizo declaraciones desafortunadas. Es correcto que el Movimiento al Socialismo (MAS) critique al gobierno de Arce si tiene fallas, o si hay desacuerdos: Morales ha criticado algunos problemas de nepotismo (corregidos), o diferencias sobre la industrialización del litio. Al mismo tiempo, Morales no puede ser el "hombre providencial" que busca una reelección más con el argumento de que ""él no quiere, sino que el pueblo se lo pide", dando a entender además que tiene consigo a las clases medias y al empresariado (en suma, ¿toda Bolivia?), en entrevista con el periódico mexicano Excélsior. Lo que la confrontación entre Arce y Morales revela, más allá de los personalismos, es que el cambio en Bolivia no consigue institucionalizarse, es decir, establecer reglas claras de debate, ya que éste está de un nivel para el regodeo de los medios de comunicación masiva, ajenos a programas y proclives al escándalo, con lo que pararon antes una posible reelección de Morales, sin que éste aprendiera (ya lo hizo Nayib Bukele en El Salvador para no eternizarse, pero dejar un proyecto en marcha). Correa también lo hizo en el Ecuador, aunque para ser traicionado por Lenin Moreno. Quienes creyeron en sus historias de "López Obrador" detrás del trono en México no entendieron gran cosa. Ahora, en Bolivia, todavía no parece claro que pueda terciar Andrónico Rodríguez, joven presidente del Senado.
Parte de lo penoso en la disputa boliviana es que son los medios de comunicación masiva los que dan la pauta, sin el menor interés por programas: que si Morales anduvo con muchachitas, que si la esposa y el hijo de Arce, o que si todos, de un lado y otro, están metidos en el narcotráfico, que es la carta que Estados Unidos decidió jugar para desacreditar al MAS. Hasta ahora, lo no logrado es unir a la oposición, fracturada. La situación tiende así a la fragmentación del poder, que en buena medida sí llegó a tener Morales. Se mezclan dos cosas: la deriva hacia asuntos personales, orientada por los medios, y la tendencia de ambos lados al personalismo, más acentuado con Morales. El trasfondo es de dificultades económicas.
Morales ha llegado hasta decir que Arce lo ha querido asesinar. El mismo que se autodenomina en tercera persona "el Evo" pidió la mediación de la presidentA mexicana Claudia Sheinbaum, quien no puede entrometerse en asuntos internos de otro país. La izquierda latinoamericana está a la expectativa, pero no llama a mantener la unidad, ni hace notar lo que juega Estados Unidos, sin descartar la agitación con Morales. Este no está exento de chantajear mediante la calle. Arce ha tomado en cuenta las denuncias recurrentes de nepotismo, pero es un hecho que el problema existe desde un principio a la sombra del actual presidente. Varios ministros han caído, pero no es Morales quien gobierna, o cree hacerlo "desde la calle". El hijo del presidente, Marcelo Arce, le ha pedido a Morales que sustente sus dichos, ya que el líder del MAS parece no saber evitar las trampas mediáticas. Tampoco hay mayor cosa con las esposas de Arce. Y morales, aunque líder de "movimiento social", ya no es tampoco el dirigente del MAS. A la sombra de Morales tampoco falta el acomodo clientelista, y el carácter de "indígena" no es garantía de mucho.
Hubiera correspondido, además de llamar a la unidad, hacerlo sobre los riesgos del personalismo, que pesan sobre Brasil, Venezuela, Nicaragua y Honduras (en Cuba fueron restringidos, luego de los récords en el poder y en el discurso del maratónico Fidel Castro), y del clientelismo, que incluye a Colombia y Venezuela. En perspectiva, son problemáticas que se van aminorando, aunque con el peligro de que las sustituya la fragmentación del poder, ante las dificultades para institucionalizarlo y, en este sentido, para tener un Estado digno del nombre. Las prácticas nocivas del MAS no son propias de ninguna "genética" nacional-revolucionaria ni populista, sino de una herencia colonial, y no son exclusivas de Bolivia, ni tiene mayor caso entrar en la trampa estadounidense del "todos narcos". A diferencia de lo que hace Carlos Toranzo Roca con la obcecación propia de la mala conciencia, el problema no es de "herencia de izquierda", puesto que lo hecho por la derecha en el golpe de 2019 no fue mejor y cayó en el descrédito (da click en el botón de reproducción).