El triunfo de Donald J. Trump en las elecciones estadounidenses no es nada más cuestión de lanzarse a calcular "en qué beneficia o tiene 'un precio'", o qué relación guarda con la preocupación de muchos estadounidenses con su nivel de vida, sobre todo a raíz de la inflación.
Los votos para la candidata Kamala Harris muestran que no tuvo el "carisma"" que se le atribuyó alguna vez a Hillary Clinton, por lo que el voto de las mujeres se dividió, pese a la ventaja de Harris (Trump obtuvo el voto de 44 % de las mujeres). Esta no arrasó entre hispanos ni asiáticos, entre quienes creció el apoyo a Trump hasta llegar en ambos casos a cerca del 40 %. Una parte de la población negra, aunque no muy importante, votó por Trump. Harris se llevó consigo un voto abrumador de las mujeres negras, sin que haya manera de ir más allá de una supuesta "cultura" y tocar los problemas sociales de los negros, con cierta frecuencia proclives a la marginalidad de los guetos. Así que, más allá de colores, Harris juntó a buena parte de marginales, que llevan largo tiempo siendo Demócratas, sin que se pueda tocar tampoco el origen del partido Demócrata. Se agregó el estilo hippie/californiano, y el voto de dos ciudades importantes sede de servicios financieros y que pueden dar una fachada de bonanza: Nueva York y Chicago, ciudad ésta que representa el 65 % del voto del estado de Illinois. Se agregó la gente educada de Vermont y Bernie Sanders y la marihuana de Colorado. Junto a los grandes negocios financieros y tecnológicos, de Wall Street y las empresas GAFAM (Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft), con apoyos como los de George Soros o Bill Gates, está la gente con buenos estudios, ligada a las nuevas modalidades de triunfo en los negocios, a la marginalidad universitaria bien pagada y al cosmopolitismo y los arribistas del consumo. Harris ganó en el "estado cultural" de Wisconsin.
El voto para Trump, además de incluir a buen porcentaje de mujeres, latinos y asiáticos, predominó en áreas rurales, suburbanas de "clases medias" afectadas por la inflación, en el "cinturón del maíz" (corn belt) y entre gente de bajos estudios, dejando de lado a los negros, lo que deja suponer que, más allá de la inmigración, del aborto o de la "basura" puertorriqueña, hay valores en juego: es más probable que la gente de trabajo que no logra salir adelante haya votado por Trump y se esté preguntando por qué es más importante decidir sobre el uso de los genitales que sobre el del trabajo. Alguna gente se pasó por alto que Trump declaró: "amo a los hispanos: son muy trabajadores". Aunque Harris prometió bajar impuestos y el costo de la vida, parte de los trabajadores nunca tomó a bien la deslocalización de empresas hacia afuera de Estados Unidos. Unos dos tercios de los trabajadores blancos habría votado por Trump. Los camioneros se inclinaron por Trump. No es que Trump sea candidato de la clase trabajadora, y los Demócratas miman a los sindicatos. Es que no es entendible que, siendo el partido Demócrata el que dice estar por los trabajadores, haya negociado con William Clinton el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte) y con Barack Obama el Acuerdo Transpacífico, además de rescates gigantescos de grandes empresas, pero sin que ello se reflejara en el nivel de vida de los trabajadores. A final de cuentas, los Demócratas contribuyeron a dividir a Estados Unidos: prometieron y dieron al traste con sus promesas, como si no se tratara más que de un trampolín para advenedizos alrededor del gran capital. Los Demócratas, en el fondo, dejaron a los trabajadores sin muchos estudios "debajo del autobús", para privilegiar la expansión de empresas estadounidenses en el exterior, además de frecuentes guerras, algo que no es tan del agrado de los estadounidenses.
Por franjas de edad, la gente en edad productiva votó más por Trump que por Harris, sobre todo entre 45 y 64 años, sin desdeñar un 56 % de votos entre los de 30 y 44 años. La gente en edad productiva y casa y con hijos votó más por Trump. Felicidades a la comunidad LGBTTTIQ+A (etcétera...) por votar como los negros, al más del 85 % por Harris. Por cierto, tampoco se crea que a mayor educación, algún fanatismo pro Harris: más del 40 % votó Trump.
Y las clases medias (alrededor de 80 mil dólares anuales), hacia abajo por Trump y hacia arriba por Harris. Simplemente, el "sueño americano" está fracturado: a una mitad no le va mal, y en particular a quienes están cerca del gran capital encumbrado desde los '90; algunos están para que no les termine de ir mal, como los negros o los LGBTTTIQ+A (o como sea); otra gente (sin que haya forzosamente un fuerte sesgo religioso: casi el 80 % de los judíos votó Harris y casi el 40 % de los protestantes, además de cerca de la mitad de los católicos) podría estar perdiendo, o con pocas expectativas de salir adelante, y algo cansada de la "discriminación positiva", es decir que se favorezca no al trabajo, sino al color de piel, el género o la edad (la chaviza, feliz con Harris). Pareciera que hay gente más inquieta por su trabajo que por el modo de consumir, más allá de las ocasionales extravagancias de Trump y de sus millones. Los blue collars (baja clase trabajadora suburbana) se largaron con Trump. Otros trabajadores con mayores estudios y "cognitivos" se quedaron a gozarla entre californianos, gente de Chicago y Nueva York y educada de Boston. El grado de división no supone un éxito duradero de Trump, sino que hay gente que, digámoslo así, no tiene los mismos gustos de sabores: les saben algo mal los privilegios de una parte de la población en nombre de tal o cual "excepción" (da click en el botón de reproducción).