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miércoles, 8 de enero de 2025

SONIDAZO

 En el globalismo coinciden la izquierda y los que se hacen llamar "demócratas liberales", ambos con la idea de seguir creando "más abundancia" para repartir, aunque con creencias distintas sobre el reparto y sus beneficiarios. Como se trata de capitalismo, es también de ganancia, de "ganar más", de "ganar todo lo que se pueda" y, llegado el momento, de "ganar a toda costa". En realidad, el "globalismo" es facilidad de moverse para el negocio, aunque no la hay para la fuerza de trabajo, pese a que el mismo globalismo es tolerante con la inmigración si sirve de competencia contra los trabajadores nacionales. Hasta ahí: no existe nada "global", porque, en particular, las empresas que se mueven a "escala global" no dejan de tener sedes nacionales. Frente a la aparente posibilidad de "tener la libertad de hacer lo que se quiera", que no vale sino para una parte reducida de la población, pero con los medios para imponerse, la "nación" es apenas una marca. No es tan nuevo, aunque lo sea por la amplitud de alcance de la Tríada (Estados Unidos, Unión Europea- UE y Japón): se trata de ser lo que alguna vez se llamó "cosmopolita", y de "tener mundo" o ser "de mundo" o de "mucho mundo", llevando de paso a no tener patria, aunque se tenga nación como marca y como "patrimonio". Como al mismo tiempo no hay nada "global", con sede "en la globalidad", en la "aldea global" las naciones marca y "patrimonio" rivalizan entre sí. Frente a la "abundancia", alguien como el presidente estadounidense electo Donald J. Trump aparece como un "nacionalista" y "estrecho de miras", casi como el granjero de Iowa para el cual la libertad sexual es la de tener relaciones con su vaca. En realidad, como lo ha sugerido Carlos Ramírez en El Independiente, hay en Trump algo del "destino Manifiesto" que marca, para los lugares más cercanos, el comienzo del expansionismo estadounidense. Ahora sería "del polo Norte al canal de Panamá".

         Seguramente que no es del agrado de los canadienses que los saquen de su calma para sugerirles que se anexen a Estados Unidos, aunque Canadá es algo así como una "provincia exterior" estadounidense; a quienes en todo caso no les debe agradar es a los quebequenses. Como sea, lo que interesa a Trump es un asunto comercial, no realmente político-militar. Con México es en parte lo mismo, hasta donde el meollo del asunto es el modo en que México se presta a la deslocalización de empresas estadounidenses. A ver: no es nuevo, y sí más bien bochornoso, que el estadounidense venga a México a aprovecharse de mano de obra barata, exenciones fiscales y posibilidades de destruir el medio ambiente, como llega a México a consumir droga o chaviza, como se llegaba en algún momento a las ciudades fronterizas a aprovechar la prostitución, el juego y la posibilidad de consumir alcohol, cuando estaba prohibido en Estados Unidos. Por lo que respecta a los migrantes, se han vuelto negocio de narcotraficantes mexicanos (hasta 30 mil dólares por pasar). Y es igualmente cierto que se trasiega fentanilo desde México hasta Estados Unidos, aunque México no está gobernado por narcos (lo estuvo en cuando menos dos sexenios, por lo demás alejados entre sí). No se entiende cuál es el sentido de decir que "no gobierna el narco, sino el pueblo", sin que se sepa entonces quién engrosa las filas del narco: es en gran medida gente de pueblo. A cuál más demagógico. Dicho sea de paso, el ex presidente mexicano Vicente Fox habla bastante peor que Trump, pero "lo que hay que tener" para no perder es estar contra Trump, quien no ha tenido expresiones racistas, salvo que se pueda citar alguna contra los negros (pese a que votan abrumadoramente Demócrata), los chinos, los judíos (también votan abrumadoramente Demócrata) o los mexicanos: una cosa es estar contra la inmigración, más si ilegal y "coladera" del narco, y contra el narco mexicano, y otra estar contra los mexicanos. Estar contra cierto tipo de inmigración no es xenofobia. Y no es Trump quien anda como la gente de William Clinton con que Estados Unidos es "la nación indispensable" o de Obama con que es "una nación excepcional". Tampoco son los Demócratas los favoritos de casi la mitad de los "hispanos" -de los que Trump se expresa muy bien- o de los asiáticos. Ahora estar contra la inmigración ilegal y contra el narco no es estar contra formas de delito, sino ofender a la raza. Si Trump le quiere llamar "golfo de América" al "golfo de México", ya se le ha sugerido en algunas ocasiones a la presidentA de México, Claudia "Cheinbúm", en la más reciente por parte del secretario de Economía, Marcelo Ebrard, no "engancharse". Lo que es una contradicción ambulante es decir que se consume allá y lanzar acá una campaña contra el fentanilo (!), o defender la soberanía buscando "pese a Trump" atraer más inversión extranjera.

     Es de lo más simpático defender, como lo hacen algunos comunistas, a Groenlandia del "imperialismo yanqui". Fiel, como lo sugiere Carlos Ramírez, a la tradición de la Doctrina Monroe, que lleva a comprarse territorios, el interés por Groenlandia es para complacer al complejo militar industrial y probar unas bases de detección temprana de lanzamiento de misiles rusos vía el Ártico. No es nuevo, ha fracasado y es la primera vez que el "mundo preocupado" se interesa por la soberanía danesa. Trump ya había tocado el tema antes, en su primer mandato, como el de la migración y el del narco, para gran indignación -del tipo que se llama "de fariseos"- de la izquierda y los ""demócratas liberales". Lo nuevo es la grosería con Canadá, aunque es asunto de negocios, y nadie ha hablado de "colonizar" el Canal de Panamá: una enmienda (Enmienda DeConcini) al Tratado de Neutralidad que acompaña los Tratados Torrijos-Carter (1977) faculta a Estados Unidos a intervenir el Canal. Hasta ahí: ni siquiera hay interés por tragarse a Puerto Rico, "isla basura" según Trump, pese al interés de muchos puertorriqueños en que se los fagociten a la voz de "!ya!". Sería mejor saber de política arancelaria y comercial, y de los beneficios y las desventajas del libre comercio, incluyendo su relación con la migración y el tráfico de droga. El tema no es si Trump está chiflado o no. Que los estadounidenses tengan proclividad a la falta de educación es algo que ya debería saberse, porque es legendario. Lo que está en el tapete es si es normal o no -al grado de ser entendido como la norma- que un país reciba ilegales y droga; si es normal o no depender económicamente de Estados Unidos al grado que sucede con Canadá;  si es normal o no salir airado en defensa de Groenlandia, y si hay o no alguna facultad de Estados Unidos para intervenir en el Canal de Panamá. El golfo de México se seguirá llamando así. Lo dicho no quita que, lejos de ser un Andrew Jackson, contra lo que cree Red Voltaire, Trump tenga como parte de su falta de modales ecos del "Destino Manifiesto" y de la Doctrina Monroe. Lo demás es temor a que se fracture la Tríada, en particular por tirantez entre Estados Unidos y la UE, que se frene a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y a que se reparta de un modo en que no sean favorecidos los de  siempre, que no están exentos de andar escandalizando en la vecindad. No parecen majaderos, ni lo son demasiado, a  diferencia de Trump, pero sí advenedizos y de doble cara. El que no se chupaba el dedo era el presidente Andrés Manuel López-Obrador (da click en el botón de reproducción)




YO NO ME LLAMO JAVIER

 No es muy fácil saber qué es el "pueblo", aunque en él resida la soberanía, al decir de diversas Cons tituciones, la estadounide...