La política exterior prometida por el presidente electo de Estados Unidos, Donald J. Trump, no deja de tener aspectos extravagantes, como esta persona tiende a serlo, sobre todo que, como hombre de negocios, tiende a llevar al extremo para obtener concesiones. No parece muy claro que los cárteles de la droga sean "terroristas", ya que no atentan contra población civil inocente, al grado de que impera la no tan inocente creencia de que, si alguien no se mete con ellos, ellos no se meten gratuitamente con nadie.
Parte de la extravagancia es, como acostumbrado, buscar parar el tráfico de droga en los países de producción y tránsito y no en el gran consumidor, que es Estados Unidos, donde obviamente hay quienes hacen llegar la droga hasta el pequeño narcomenudista o dealer, siendo por lo demás que la súperpotencia se beneficia de lavado de dinero. Así, no es un problema generado exclusivamente por países del Sur.
Al mismo tiempo, parece que la moda obliga al estereotipo. Trump le preguntó a la presidentA mexicana, Claudia Sheinbaum, si en México hay problemas de consumo de fentanilo, y obtuvo una respuesta negativa. No parece que esta droga sea una moda en México y, por lo demás, es creíble el ánimo de Omar García Harfuch, secretario de Seguridad, de hacer una buena labor, entre otras cosas contra el crimen organizado, dando golpes fuertes. Previamente, ya se había dado una buena labor, en varios terrenos, de la antigua encargada de seguridad, Rosa Icela Rodríguez, hoy en el gabinete de Sheinbaum. Las prioridades a atender en México en materia de seguridad no son nada más las de Estados Unidos, ya que hay otros problemas: uno notorio, la extorsión. No está de más hacer notar lo logrado en la Ciudad de México, aunque no se quiera darle visibilidad al gobierno local de Clara Brugada. Es buena noticia la llegada a la Fiscalía local de Bertha Alcalde, habida cuenta de su experiencia laboral y de sus estudios académicos: lo demás -que sea hermana de Luisa Alcalde, dirigente del Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa)- no habla más que del carácter clientelista de la oposición, ya que éste termina donde hay mérito propio, y Bertha Alcalde lo tiene, lo que es menos frecuente en la oposición de "capitalismo de cuates". La nueva fiscal es una persona propia, y no la "prolongación de...". Incluso puede decirse lo mismo de Lenia Batres en el aparato judicial, pese a lo antipático que resulta Martí Batres.
Sheinbaum respondió a Trump que, mientras Estados Unidos pone el consumo y las armas, México pone los muertos. Con la pena, pero hay dos falsedades: México ya no sólo es país de tránsito, sino que hay consumo nacional de droga y, encima, una amplia venta al turismo, desde hace rato, trátese de Cabo San Lucas, Acapulco, o la Riviera Maya y San Cristóbal de Las Casas. Para más señas, el problema también existe en algunas partes de la Ciudad de México, subterráneo, pero existente. Lo segundo es que México no sólo pone los muertos, sino también algunas mafias, con ramificaciones hasta Estados Unidos. Parte del problema, que se toca poco, es el origen de las mafias: existen donde entre otras cosas persisten con fuerza "la familia", en un sentido extendido (por lo que no falta "El Padrino", que dió lugar a una película famosa, o la antigua "madrina" en la que era la policía judicial). Aunque pase por tal, no es un fenómeno cultural, sino psicosocial y de relación con el ejercicio del poder. Tampoco es algo local, puesto que existe por ejemplo en Sicilia. El principio mafioso y el familiar precapitalista tienen un código similar de incondicionalidad a cambio de protección, y una apariencia muy "personal". Lo precapitalista, pese a que en un país como México fue en parte limitado - tiene que ver, en la incondicionalidad, los lazos de sangre y ciertos códigos, con el sacrificio de la individualidad y la independencia, por lo que, en materia familiar, no cabe sino valorar con bien a quien se atreve a no dejar que se abuse de sus cualidades, que es lo que se agradece invariablemente : la persona que consigue ir más allá de sus circunstancias, y más si son adversas, en vez de fundirse con ellas a riesgo de perder lo propio. En el caso más extremo de la mafia, no hay lugar, porque lo propio es considerado sacrificable al grupo, como en la clientela: una vez que se entra, por "saber demasiado" no se sale. En ciertas familias, clientelas y mafias, se está coaccionado, con variaciones en los grados. Es parte de lo que, al dar protección afectiva, sin que implique forzosamente responsabilidad, al pedir incondicionalidad a cambio, se convierte en extorsión, de lo más común. ¿Qué es la extorsión sino el ofrecimiento de protección a cambio de que el protegido por el "grupo" renuncie a algo propio? Nada más loable que quien aspire a no dejarse, porque es un sacrificio no exigible: ni siquiera de manera sutil o insidiosa, y aprovechando algún error o una vulnerabilidad.
México no pone sólo los muertos. Es una antigua versión la de Sheinbaum, en parte de izquierda, que data de los '80, cuando Estados Unidos se daba el derecho de condicionar recursos a "certificaciones" en la lucha antidrogas. En México, como por lo demás en Colombia, se ponen no sólo muertos, sino mafias locales, al grado que se pacta con ellas, como lo hizo el gobierno de Miguel de la Madrid en los '80, o como lo ha hecho una parte de la política colombiana, entre otras cosas a través del paramilitarismo. Extravagancia de Trump, hablar de "terrorismo", pero en varios países de América Latina se sigue con el tabú sobre una realidad INTERNA: no sólo se "ponen los muertos", sino que SE MATA, como se hace en la clientela o incluso, metafóricamente, como se intenta hacer en la parentela, por lo que una individualidad que se mantiene en libertad no deja de ser admirable. Y no es exactamente el caso de Sheinbaum, quien REPITE (da click en el botón de reproducción).