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viernes, 31 de enero de 2025

Y NO VOY A LLORAR...¿O SÍ?

 A raíz de que el presidente estadounidense, Donald J. Trump, inició con su política de deportación de inmigrantes ilegales, el mandatario colombiano, Gustavo Petro, volvió a mostrar que la izquierda ya no tiene rumbo y vive de rentas. Pasemos sobre el hecho de que, en este tema, cuando se critica a Trump, incluso por esposar a los deportados, se llega a la reivindicación del derecho a la transgresión, puesto que la ilegalidad supone una situación de delito, y se pide, muy al estilo Demócrata, que sea tolerado, como con los estupefacientes. Normalmente, quien se encuentra fuera de la ley no puede ser tratado con las consideraciones para quien, como se dice, "está en orden". Después de todo, es sabido que más de un patrón estadounidense se aprovecha, a sabiendas, de que tiene trabajadores fuera de la ley, para no pagar lo debido y sí en cambio por debajo de lo que debiera ser. Lo simpático es que Petro dijo que las deportaciones hechas por Estados Unidos recuerdan la política nazi de deportaciones hacia campos de exterminio: ya no importa en lo más mínimo el sentido de lo que se dice, sino "causar sensación", lo que como viene se va. Petro es, en gran medida, politiquería o, si se quiere llamar de otro modo, demagogia, una forma de degeneración de la democracia que se ha vuelto frecuente.

        Sería menos llamativo si Petro se precaviera de darse abrazos con alguien como Salvatore Mancuso, líder paramilitar brutal, confeso de cientos de crímenes, que actuará durante varios años en el norte de Colombia, a partir del departamento de Córdoba, y convertido curiosamente en "gestor de la paz" (por decisión de Petro, en medio de más de una irregularidad ), mientras los líderes de las antiguas FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), como Rodrigo Londoño, se dedican a pedir perdón por lo que sea. En esta perspectiva, simplemente Petro está del lado de la impunidad: en Colombia no se ha juzgado a nadie por los crímenes masivos de décadas, ni por narcotráfico, cargo que cayó sobre Mancuso, mitad italiano, mitad colombiano, ligado a la mafia italiana, en concreto la n'drangheta calabresa, para el tráfico de cocaina. El mensaje es de despolitización y de cooptación; ya a su manera lo había mandado un lugarteniente del narcotraficante Pablo Escobar, Popeye, Jhon Jairo Velásquez, convertido no en "gestor de paz", sino en guía de turistas para ufanarse de sus propias atrocidades. En esa "potencia de la vida" que ofreció la "Colombia humana" de Petro, por fin se está en el agringamiento: como un criminal confeso y brutal es una vida, no pasa por inhumano, y ni siquiera importa que mencione lo que sí cuenta, los vínculos entre paramilitarismo, narcotráfico y política, o incluso con empresas transnacionales, carboniferas, bananeras y otras . El turismo es trabajo de sicario y la paz, algo para gestión de un asesino de cientos de personas con frecuencia inocentes, como en el bestial caso de El Salado(100 personas).El abrazo de Petro a Mancuso hace pasar lo que tanto le gusta al primero, "la voluntad de poder", por encima de cualquier consideración humana, defecto no tan difícil de encontrar en la manera latinoamericana de servirse de la gente Viene a cuento porque resulta que el inhumano, al hacer valer la ley, es Trump, y el humano es Mancuso si entra en complicidades, sirve para fines electoreros (restarle gente al uribismo) y creerse la conciliación entre los vivos y los no vivos, que para el caso no tienen mucho que decir.

     Como lo hiciera notar el portal Rebelión, el abrazo entre Petro y Mancuso se dió sin que medie ningún proceso de paz. Alguna vez extraditado a Estados Unidos, Mancuso volvió a Colombia para ser dejado en libertad, pese a que debió ser juzgado. El mismo portal señala que no se está separando justicia de política. Lo que importa no son las víctimas, sino las elecciones de 2026, para quitarle votos al sempiterno Álvaro Uribe Vélez a través de Juan Manuel Santos. 

        Mandar aviones de deportados por ilegales desde Estados Unidos a otro país no es ninguna novedad, por cierto, y a veces ha sido pésimo para el país receptor, como ocurriera en el pasado con pandilleros a El Salvador, para volver a la tolerancia: pedir no combatirlos con dureza en el territorio salvadoreño, así se tratara de miles de homicidas peligrosos. No es exactamente que Petro no sepa lo que dice, sino que lo hace anteponiendo su "voluntad de poder", entiéndase la politiquería, a la justicia que supone no tolerar migrantes ilegales, pero tampoco grandes criminales paramilitares y narcotraficantes (da click en el botón de reproducción).























YO NO ME LLAMO JAVIER

 No es muy fácil saber qué es el "pueblo", aunque en él resida la soberanía, al decir de diversas Cons tituciones, la estadounide...