Para muchos medios de comunicación masiva, sobre todo desde la primera contienda del Golfo Pérsico, la guerra es a la vez un negocio, rating, y un espectáculo que se vende como muchos otros. A cada rato se anuncia la gran catástrofe, incluso entre las conocidas agencias de noticias rusas Sputnik y RT. El fin de una guerra, así sea temporal, como en Siria, no conmueve mucho. ¿Qué sucede por lo demás entre muchos habitantes del planeta, informados por los medios, para que crean en cada guerra que se anuncia a la vuelta de la esquina? Como cualquier espectáculo, la guerra parece ofrecer salir de una cotidianeidad sin mucho sentido, con la que no se sabe bien qué hacer.
Sigmund Freud explicaba alguna vez así la atmósfera anímica que envolvía a la guerra de 1914-1918: "es evidente, decía, que la guerra debía eliminar (el) modo convencional de considerar la muerte. Hoy la muerte ya no se puede negar, estamos obligados a creer en ella. Los hombres mueren de verdad, y ya no uno por vez, sino en gran número, a menudo por decenas de millares cada día. Ya no es más algo casual (...) Y la vida de nuevo se ha vuelto interesante y ha recuperado todo su contenido".
Marianne Weber, esposa de Max Weber, escribe al comienzo de la primera Guerra Mundial: "!Qué maravillosos son estos primeros meses! La entera vida interior sigue líneas simples, grandes y comunitarias. Desaparece todo lo que carece de importancia. Cada uno tiene buena voluntad. Cada jornada trae laboriosidad y tensión. El personal se eleva a superpersonal: es el punto más alto de la existencia". Esta vivencia "quiebra los límites del yo, (...)(y) cada uno, dice siempre Marianne Weber, se convierte en una sola sangre y un solo cuerpo con los otros, todos unidos en fraternidad, prontos a anular el propio yo en el servicio". Si bien hoy no es exactamente así, muchos se compran el espectáculo de la guerra -y otros lo venden- para hacer algo de una cotidianeidad en la que imperan la indiferencia, la competencia de unos contra otros, el tedio, la falta de solidaridad, la sensación de que "algo" se ha perdido y que al mismo tiempo lo extraviado es "todo lo que carece de importancia", por lo que se menosprecia. Quieren el espectáculo de la guerra quienes son los tullidos emocionales en la paz. Creen sólo dentro del espectáculo, no fuera de él, algo que decía Stefan Zweig en Viena, capital austríaca, al estallar las hostilidades de 1914-1918: "cada individuo era llamado a arrojar en la gran masa ardiente su yo pequeño y mezquino para purificarse de todo egoísmo (...) Cada individuo asistía a una ampliación de su propio yo, es decir, ya no era una persona aislada sino que se sabía inserto en la masa, formaba parte del pueblo, y su persona insignificante había adquirido una razón de ser". !Al grado de decir: "!la vida se ha vuelto de nuevo interesante y ha recuperado todo su contenido!".
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viernes, 5 de enero de 2018
FANÁTICAMENTE MODERADOS
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