Uno de los mayores logros de la universidad pública al ser tomada por la tecnocracia ha consistido en convertir a investigadores y docentes en símiles de proletarios. A esa tecnocracia no le pasa por la cabeza que pueda estar cumpliendo un servicio público, o que pueda tener que hacerlo. Se enfermaría de tener que cumplirlo, entre otras cosas porque esa misma tecnocracia está integrada en buena medida por académicos que, en su manera de ver las cosas, por nada del mundo se "rebajarían" a ponerse al servicio de colegas a quienes, en cambio, se puede fiscalizar desde lo alto de un puesto, una evaluación o un dictamen. Esta tecnocracia no mete jamás sus narices en un curriculum y menos todavía lee lo que se hace en la academia. Tampoco debate. Lo que la tecnocracia asegura es gestión, que todo parezca "seguir circulando": !circulen, no hay nada que ver!. Así las cosas, salvo excepciones, la tecnocracia no pone servicios a disposición de investigadores y docentes.
Muy por el contrario, tienen que ser los académicos los que pongan la oferta o, para decirlo de otro modo, quienes vayan a "ofertarse" ante la tecnocracia. Se le ofrecen proyectos grandiosos (y sobre todo, de moda), coloquios, seminarios eternos, eventos con medios, servicios expertos, etcétera, y desde luego que éso que se ha dado en llamar "redes". Al ofrecer lo enumerado y más, los académicos le "venden la idea" a una tecnocracia feliz de comprársela para que las estadísticas sigan pareciendo abultadas. Luego de vender la idea, el académico venderá su energía a quien debiera de servirlo pero que se ha convertido en su patrón, como si de una empresa se tratara. Desde luego que investigadores y docentes no se vuelven por ello realmente proletarios (siguen siendo asalariados de Estado, al igual que el tecnócrata), pero sí símiles que van a ofertar su energía, en busca de "quien se la compre", a cambio, eso sí, de ganar en fama y "visibilidad". No deja de resultar curioso que sean estos "proletarizados" quienes más se distinguen por sus aires de señoritos y sus hábitos de vedettes. Pero después de todo, mañana podrán amanecerse en un puesto desde el cual sentir que por fin, convertidos en tecnócratas, han abandonado su condición de gente que tendría que trabajar de verdad para tener un mérito académico. No: "hacer méritos" es otra cosa, andar ofreciéndose, pues.
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miércoles, 14 de febrero de 2018
FANÁTICAMENTE MODERADOS
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