En el año 2013, el gobierno sirio de Bashar al-Asad fue acusado de usar armas químicas en Ghouta, matando a mil 500 civiles. Rusia evitó una escalada al proponer que Siria se adhiriera a la Convención sobre la Prohibición de Armas Químicas, y el arsenal de este tipo (600 toneladas de material para fabricar gas mostaza y sarín) fue desmantelado bajo supervisión de Washington y Moscú. El entonces presidente Demócrata estadounidense, Barack Obama, consideraba que se había cruzado la "línea roja" y fue disuadido con las justas de lanzar un ataque contra Siria. Un laboratorio británico había tomado muestras de gas sarín en Ghouta y no era del tipo de arma química que poseía el ejército sirio, así que el director de Inteligencia de Estados Unidos, James Clapper, apaciguó a Obama. Por lo demás, el ataque se había producido justo cuando un grupo de inspectores de armas químicas de la Organización de Naciones Unidas (ONU) visitaba Siria a pedido de al-Asad. El inspector de la ONU Richard Loyd y el profesor del MIT Theodore Postol elaboraron un informe a comienzos de 2014 demostrando que los proyectiles con gas que cayeron en Ghouta solo podían haber sido lanzados por opositores al gobierno. Ese mismo año, 2014, el periodista Seymour Hersh expuso en el London Review of Books que la oposición armada siria -en concreto, el Frente Al Nusra- estaba en condiciones de atacar con armas químicas, contrabandeadas desde Libia vía Turquía y con la anuencia de la secretaria estadounidense de Estado Hillary Clinton. Hersh citó un informe de agosto de 2013 del servicio secreto militar estadounidense, DIA (Defense Intelligence Agency, siglas en inglés). Para 2014, Estados Unidos de todos modos concluyó que el desmantelamiento de las armas químicas oficiales sirias había terminado.
Con todo, un nuevo ataque químico se produjo en 2017 en Khan Cheikhun, causando la muerte de unos 80 civiles. De inmediato, el ataque fue atribuído al gobierno de al-Asad, pese a que desde 2014 no tenía ningún arma de ese tipo (aunque Al Nusra sí), y como represalia Estados Unidos bombardeó la base aérea siria de Cheyrat. La embajadora estadounidense ante la ONU, Nikki Haley, había culpado al gobierno Siria aunque dijo que "no tenía información de lo sucedido en el terreno". El ex congresista estadounidense Ron Paul dijo por su parte que se trataba de un ataque "de falsa bandera". Por cierto, los "contenedores" de la base de Cheyrat no tenían armas químicas.
Un buen día (2 de febrero de 2018), el secretario estadounidense de Defensa, James Mattis, a preguntas de la prensa sobre el uso de armas químicas por parte del gobierno sirio, simplemente contestó: "no, no tengo pruebas, no específicamente. No tengo pruebas. Lo que estoy diciendo es que otros grupos en el terreno, ONGs, combatientes en el terreno, han dicho que el sarín ha sido utilizado. Así que estamos buscando pruebas. No tengo prueba alguna, creíble, ni no creíble". Pues increíble.
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