En las elecciones colombianas de este 27 de mayo, ganó el candidato de Alvaro Uribe, Iván Duque, del "Centro Democrático", con cerca del 39 % de los votos, y quedó en segundo lugar (con miras a una segunda vuelta) el izquierdista de Colombia Humana, Gustavo Petro, con 25 %. Aunque en tendencia histórica bajó, el abstencionismo siguió siendo alto, no muy lejos del 50 %. No hubo "extremos", porque Petro es "extremadamente moderado", un candidato de izquierda light que únicamente es "castrochavista" en la cabeza de una derecha que no sabe más que adjetivar y polarizar provocando. Además, Petro corrió a distanciarse de Venezuela y su presidente, Nicolás Maduro. Petro tiene algunas propuestas interesantes en materia agraria para sacar a Colombia del subdesarrollo, pero también es un candidato que sueña al estilo estadounidense: quiere que la clase media sea "mayoritaria" pero, aún más, "que cubra quizás la totalitaria" (sic). Lo que quiere decir es lo siguiente: "podemos lograr que la sociedad sea una clase media que brinde oportunidades a la totalidad de la población". Queda por ver qué ocurrirá el 17 de junio, fecha de la segunda vuelta.
Las elecciones sirvieron para que pasara por completo desapercibido un anuncio del actual mandatario colombiano, Juan Manuel Santos. Anunció, en efecto, la integración !ya! de Colombia como "socio global" ni más ni menos que a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Habría que saber qué hace Colombia al lado de países como Croacia, Albania, Montenegro, Letonia o Estonia. ¿Cómo se justifica esta integración, que ya había sido anunciada desde tiempo atrás sin que los "grandes estrategas" de la izquierda latinoamericana chistaran? En principio, la función de la OTAN es, con sus miembros (y entre otras tareas), "realizar operaciones multinacionales de gestión de crisis", como se le llama ahora en neolengua a la guerra Los latinoamericanos dirán que con este tipo de medidas se da licencia a estadounidenses, canadienses y europeos para inmiscuirse en los asuntos de América Latina y tal vez, por qué no, para agredir a Venezuela. Esta visión, ombligocentrista, no tiene nada de internacionalista y olvida la lección clave de Fidel y el Che, quienes alguna vez concibieron a la América Latina como la "retaguardia estratégica del imperio". En este último caso, la capitulación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y la entrada a la OTAN -por parte de un país, Colombia, que tiene bases militares estadounidenses en su territorio- serían parte de una misma "limpieza", siempre en la retaguardia, para tenerla asegurada y en paz en caso de alguna provocación no contra Maduro, obviamente, sino contra Rusia, algo contra lo que ha vuelto a alertar el presidente de ese país, Vladimir Putin. ¿Signo de que la OTAN no ha abandonado sus planes? Si así fuera, la falta de visión y de solidaridad en la izquierda latinoamericana resultaría algo criminal, aunque sólo sea porque, como decía Simón Bolívar, "a la sombra de la ignorancia trabaja el crimen". En fin, bienvenida Colombia junto a Islandia, la República Checa, Eslovaquia, Eslovenia y Lituania, o bienvenido el hielo a Macondo.
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lunes, 28 de mayo de 2018
FANÁTICAMENTE MODERADOS
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