Durante mucho tiempo se ha confundido, dentro del marxismo y fuera de él, el "desarrollo de las fuerzas productivas" con la técnica. Algunos deben estar esperando a que la técnica lo invada absolutamente todo para cambiar de régimen social. En realidad, las "fuerzas productivas" se refieren a una relación, la del Hombre con sus instrumentos de trabajo, y no es una relación sencilla, puesto que puede producir enajenación, alienación, de la misma manera en que puede contribuir a emancipar. La emancipación consiste en la destreza con los instrumentos de trabajo, pero hoy no faltan quienes creen que frente a la saturación técnica la mejor opción no es el dominio del oficio, sino la "vuelta a la naturaleza". Los temas de la alienación y el fetichismo ya no son abordados por los pocos marxistas que quedan, pero dichos temas son muy actuales: basta con ver el tipo de relación que mucha gente mantiene con sus smartphones e iPhones, de tal modo que, mientras cada uno se cree un ejecutivo en acción, siempre ocupado, pierde la mínima capacidad de atención y "retención" de lo que acontece en el entorno y en el trabajo.
El Hombre transforma a los instrumentos de trabajo y éstos, a su vez, lo transforman a él. La técnica puede muy bien mejorar, y mucho, mientras el proceso de trabajo se degrada y el ser humano se idiotiza, a fuerza de encontrarse con "soluciones" cada vez más simples y prefabricadas. El primero en formularlo para la época moderna no fue Marx, sino Adam Smith, quien advertía contra los riesgos de la excesiva especialización laboral. Hoy en día hay una tendencia marcada a querer solucionar demasiados problemas humanos convirtiéndolos en problemas técnicos, lo que crea por lo demás un ejército de empleados dedicados a administrar la técnica -en"protocolos" para todo- sin reparar en el "factor humano". El resultado es la degradación de la capacidad del ser humano para enseñar (y hacerse escuchar) y para aprender, puesto que las "cosas" le vienen cada vez más "dadas" y no las comprende si no es así. Sucede en otras esferas lo que en la de la producción: en una maquiladora, por ejemplo, la trabajadora no tiene que saber pensar, sino que debe saber ejecutar de manera automática el mismo gesto. En distintos niveles de la sociedad, pero más en las esferas de la circulación y sobre todo la distribución y el consumo, se ejecuta mucho sin pensar nada. Las conductas son estereotipadas y las facultades del pensamiento están atrofiadas, entre otras cosas porque no hay transformación de instrumentos y objetos de trabajo. En estas condiciones, tampoco queda claro qué debiera transformarse en la sociedad si todo tiene una solución con tal de "aplicar" correctamente una técnica a disposición. Es el punto muerto: el del máximo fetichismo y el de la mayor enajenación. En la base están "fuerzas productivas" que por razones de relación con la propiedad pueden provocar fuertes regresiones sociales. La técnica, en sí, no es garantía de nada, y no hay en Marx ni determinismo económico (como tampoco en Smith) ni tecnológico.
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