Desde el inicio de los disturbios en Nicaragua en abril pasado, diarios de ultraizquierda, como el mexicano La Jornada, han tomado partido abierto contra el gobierno de Daniel Ortega a costa de cualquier posibilidad de objetividad para el lector, que está invitado no a informarse, sino a contagiarse. El asunto fue claro cuando el enviado especial del rotativo, Josetxo Zaldúa, cubrió ciertos eventos e incluyó el reporte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ante la Organización de Estados Americanos (OEA) sin tomar en cuenta en lo más mínimo la contestación al mismo del canciller nicaraguense, Denis Moncada, quien explicó:
-que los disturbios empezaron a partir de la muerte de un estudiante de la Universidad Centroamericana (UCA) que nunca existió, "truco" que ya se ha utilizado por ejemplo en procesos como la "Revolución de Terciopelo" en Checoslovaquia.
-que el informe de la CIDH, elaborado a partir de medios de comunicación masiva (en su inmensa mayoría adversos al régimen), se dedicó contra las pruebas ofrecidas por autoridades nicaraguenses a incluir entre los muertos a víctimas completamente ajenas al conflicto en curso (práctica regular cuando se estiman las víctimas del régimen soviético, por ejemplo).
-el informe de la CIDH dió por víctimas (calcinadas) de "turbas sandinistas" a los miembros de una familia en el barrio Carlos Marx de Managua, capital nicaraguense, que habían sido amenazados por no participar en el paro nacional contra el gobierno, paro convocado por los empresarios.
-el informe omitió la destrucción de infraestructura pública y las amenazas contra funcionarios públicos. Mientras Zaldúa daba al militar de Inteligencia retirado y héroe de Masaya (en 1979) Glauco Robelo casi como un "Rambo paramilitar" que retomaba por la mala Masaya en estos días, Robelo denunciaba haber sido amenazado en las redes sociales, al igual que su familia: "!búsquenlo y mátenlo!", es lo que aconsejaron los "autoconvocados pacíficos".
-el informe nada dijo de que el gobierno de Ortega reconcentró a la policía en sus cuarteles para no reprimir, y los policías fueron atacados en sus lugares de concentración.
No es ninguna novedad que la OEA sirva para entrometerse en asuntos internos en beneficio de intereses estadounidenses. Estos intereses, perfectamente identificables, no han sido mencionados en ningún momento por los medios de comunicación masiva, salvo pequeñas excepciones. La presión sobre Ortega es muy fuerte, pero "innombrable", de tal modo que la información de la CIDH y la de Moncada no fueron ni siquiera cotejadas.
A raíz de la última ronda del diálogo nacional, mediado por la Iglesia, se había acordado levantar los "tranques" (obstáculos a la circulación en las carreteras), pero quienes los pusieron no hicieron nada por quitarlos. Se acusa al gobierno de Ortega de no respetar la libertad de expresión, como supuesta "dictadura" que es aquél, pero La Prensa, El Nuevo Diario o Confidencial han podido destilar su veneno sin problemas, al grado de que Carlos F. Chamorro llama con toda la frecuencia que quiere a derrocar por la vía de los hechos y de los "poderes fácticos" a un gobierno constitucional y sus instituciones. De Somoza decían los gringos: "es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". Tal vez más de alguno esté pensando lo mismo sobre gente como Carlos F. Chamorro. Porque es el mismo Carlos F. Chamorro que reconoce que los estudiantes que han llegado a ser capturados son regularmente liberados por la policía (hasta en días recientes), pese a las provocaciones vandálicas. Y aún así el gobierno de Ortega le parece "dictadura" contra la que incluso "algo debe hacer" el ejército nicaraguense que, nótese bien, se ha abstenido de intervenir. En fin, que los hay que Paul Craig Roberts nombró bien en inglés presstitutes.
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