No queda claro si la oligarquía colombiana entendió el significado de los acuerdos de paz que firmó con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). No existe ningún país en el mundo que haya logrado el desarrollo sin pasar por una reforma agraria. Dichos acuerdos no la consiguieron, pero sí algo parecido, la llamada "reforma rural integral".
Esta reforma debería pasar por regularizar la tenencia del 40 % de los poseedores de tierra en Colombia, que están en situación irregular y carecen por lo tanto de certeza jurídica. En el segundo país más desigual de América Latina y el Caribe y uno de los que tienen la peor concentración de la tierra en el mundo, se volvió necesario elaborar un registro de tierras disponibles (fondo de tierras) para distribuir entre la gente más desprotegida del campo: tierras por extinción de dominio, baldías indebidamente usadas o expropiadas, tierras inexplotadas, etcétera....En total, se calculó a raíz de los acuerdos que debían distribuirse unos 3 millones de hectáreas. Por increíble que les pueda parecer a los "liberales" mercenarios de los medios de comunicación masiva, estas medidas buscaron fortalecer la pequeña y mediana propiedad privada en el campo y chocaban por lo demás con los intereses, entre otros, de los narcotraficantes. En los acuerdos se decidió la formalización de 7 millones de hectáreas poseídas por campesinos colonos.
Todo lo anterior suponía la formación y/o actualización del catastro y el impuesto predial rural, para ayudar de paso a la inversión pública y beneficiar incluso a empresarios. Las buenas intenciones no pasaron de 170 municipios que por lo demás se quedaron esperando a que se les cumplieran las promesas hechas. Había más medidas, algunas para llevar servicios básicos al campo (educación, salud, electrificación, vivienda, riego, drenaje, etcétera...), pero las autoridades colombianas optaron por no asignar los recursos realmente necesarios. Y pese a lo decidido por la Corte Constitucional para habilitar el fondo de tierras, el Congreso prefirió dedicarse al tortuguismo, en algunos casos sin siquiera enviar los proyectos de ley correspondientes. Entretanto, se ha dejado pasar al extractivismo y el agronegocio que despojan a los campesinos y las comunidades indígenas. Lo enumerado es como si las FARC hubieran propuesto una vía al desarrollo capitalista y la oligarquía colombiana hubiera creído que la querían llevar al comunismo, mientras los medios de comunicación creían ser transportados al paraíso del narcotráfico. Es lo que se llama ser obtuso. En tiempos pasados, a la gente vulgar y de escaso conocimiento se la llamaba filistea. Con el agravante de que traicionó lo pactado y firmado.
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