El ex presidente estadounidense Barack Obama decidió meterse de lleno en las elecciones legislativas estadounidenses y contra Donald Trump. Obama lo hizo de tal modo que resultó claro que miente.
El ex mandatario se preguntó: "¿Qué le ha pasado al Partido Republicano?. Su principio fundamental en política exterior era luchar contra el comunismo !y ahora están haciéndose amigos del ex jefe de la KGB!". Vladimir Putin, el aludido, nunca fue jefe del Comité para la Seguridad del Estado (KGB, por sus siglas en ruso). Fue nada más agente de la KGB en Dresde, en la República Democrática Alemana (RDA), y por cierto que no por un largo tiempo.
Obama hizo la amalgama que está en la cabeza de la propaganda estadounidense a últimas fechas: el comunismo y Putin son más o menos lo mismo, por lo que, desde luego, el Partido Republicano que luchó contra el comunismo debería pelear contra el presidente ruso, al igual que los Demócratas. Este tipo de palabrería no tiene más sentido que el de dividir a los Republicanos y meterle miedo a la gente en Estados Unidos. Si antes se decía "!que vienen los rojos!", ahora "la mano de Putin" está en todo. Pero nada: Obama acusó al presidente estadounidense Donald Trump de jugar la carta de la "política del miedo y el resentimiento". Es exactamente lo que estuvo atizando Obama, el miedo en particular. El ex mandatario hizo por lo demás un ataque contra "los políticos" digno de un populista o de un protofascista que da la apariencia de estar contra el establishment. No está de más decir que fue Obama quien dejó sembrados los funcionarios del aparato policíaco y de justicia que ha tratado de hacerle la vida imposible a Trump con el "asunto ruso" sin aportar pruebas contundentes. Nadie está haciéndose "amigo de los rusos" en Estados Unidos: es propaganda generada por los Demócratas y dejada como secuela por Obama. Pero éste afirmó: "no debería ser un tema partidista que no presionemos al fiscal general o al FBI" (Federal Bureau of Investigation, por sus siglas en inglés, o Agencia Federal de Investigación).
"¿Cómo puede ser tan difícil decir que los nazis son malos?", lanzó Obama ante la negativa de Trump, hace algún tiempo, a condenar abiertamente el supremacismo blanco. La amalgama prosigue: Trump podría ser "fascista" y es "amigo de Putin", los "dos totalitarismos" se juntan y la única salvación es la "democracia liberal". Después de todo, Obama fue a Illinois a insinuar que Trump es un peligro para la democracia estadounidense.
"Estamos ligados por la noción de que el gobierno es un gobierno para todos y no para unos pocos", aseveró Obama. En este caso, no hay necesidad, para los Demócratas, de coincidir con ni de hacerse financiar por alguien como George Soros, magnate especulador, más que "inversor", que tuvo un papel importante en la caída de más de un gobierno socialista (Polonia, Checoslovaquia) y que ahora se ha hecho de influencia en las redes sociales (Facebook y Twitter) para bloquear contenidos conservadores y favorecer a los de izquierda, mediante la organización no gubernamental Media Matters for America (MMfA, por sus siglas en inglés). Por cierto, las primeras acciones estadounidenses contra Vietnam, la invasión de Bahía de Cochinos en Cuba, la intervención indirecta en Afganistán contra los soviéticos o la guerra contra Yugoslavia fueron todas decisiones Demócratas.
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