Recientemente se ha calculado el número de víctimas de las guerras emprendidas directa o indirectamente por Estados Unidos y sus "socios y aliados" desde el año 2001. Según Neta Crawford, en un estudio de la Universidad estadounidense de Brown, 480 mil personas, incluyendo 244 mil civiles, perdieron la vida. Diez millones de personas quedaron en calidad de refugiados. Las guerras le costaron al contribuyente estadounidense 5,9 billones de dólares. El cálculo no incluye los años del mandatario estadounidense Donald Trump, quien no ha emprendido guerra ninguna, ni las guerras previas de finales de la Guerra Fría (Panamá, primera guerra del Golfo Pérsico, guerra de Yugoslavia, guerra de Chechenia). En total, ha muerto un número de personas aproximadamente similar al de las ejecutadas (fusiladas) durante el "Gran Terror" de Iosif Stalin en la Unión Soviética. El número de refugiados no tiene por su parte parangón.
Lo que sucede es que nadie les ha reprochado a los "demócratas liberales" los muertos de tantas guerras desde el año 2001, siendo que las grandes "democracias liberales" se han mostrado como máquinas de matar igual de eficientes que el enano sodomita Nikolai Yezhov, responsable del "Gran Terror" mencionado, llevado a cabo por lo demás, como se sabe ahora por los archivos históricos y las investigaciones de Grover Furr, contra la voluntad de Stalin y para hundirlo.
Desde 1989-1991, la izquierda ha compartido el criterio de los demócratas liberales, al no condenar las guerras del imperio y dejar de nombrarlo como tal. La misma izquierda ha festejado más bien que ya no exista lo que algunos llaman la "mordaza estalinista", algo que ya pasó hace mucho tiempo, y que haya en las democracias liberales, supuestamente como "conquistas", "derechos y libertades", en un discurso centrado en los derechos humanos y en la no discriminación ( discurso también compartido con los "demócratas liberales"). Se trata de un discurso que celebra la vida, la de ellos (izquierda y demócratas liberales) y de las "democracias liberales", y que ha encontrado siempre un pretexto o el silencio ante la muerte de los "inferiores" panameños, yugoslavos, iraquíes, sirios, libios, chechenos, afganos, somalíes, yemenitas o sudaneses, así se haya tratado con la mayor frecuencia de inocentes. Se ha logrado incluso inculcar entre las víctimas que "no saben de democracia".
No es que, a diferencia del estalinismo, las democracias liberales no maten. Lo hacen igual o devastan peor, por ejemplo con los refugiados, pero la "opinión pública" occidental lo encuentra "natural" o queda indiferente ante el hecho mientras no le toque directamente, algo que comparte la izquierda "moderna", de la cual ha desaparecido la solidaridad.
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viernes, 16 de noviembre de 2018
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