La Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) acaba de realizar entre finales de octubre y principios de noviembre, en el Artico noruego, los mayores ejercicios bélicos desde finales de la Guerra Fría, con el nombre de Trident Juncture 2018. Jens Stoltenberg, secretario general de la organización militar, declaró que "se opone a la militarización del Artico", pero bueno, dada la amenaza rusa..."Quiero que la OTAN proteja a Noruega", dijo un enternecedor Stoltenberg.
De este modo fue movilizada la friolera de 50 mil efectivos, de 29 países más dos aliados cada vez menos neutrales (Suecia y Finlandia), 10 mil vehículos pesados, 70 buques y 250 aviones y helicópteros. Se simularon operaciones militares en el centro y el Este de Noruega, en el espacio aéreo de Suecia y Finlandia y en los estrechos daneses del Báltico.
El Artico no había sido escenario de la Guerra Fría y en ese entonces Occidente tenía cuidado de no provocar a la Unión Soviética en la región. Ahora, en cambio, cuando según los propios occidentales "se acabó la amenaza soviética", se alega una rusa para construir radares en la provincia polar noruega de Finnmark, fronteriza con la Federación Rusa y en especial cerca de la ciudad de Murmansk, y para rastrear el lanzamiento de misiles rusos y las misiones aeroespaciales de Moscú. Es muy simple, con tal de justificar este peligroso acercamiento a las fronteras rusas hay que venderle a una ignorante opinión pública occidental la creencia de que esas fronteras se están acercando a las occidentales. En principio, la OTAN afirmó que se trataba de "parar una agresión simbólica" (!), pero, como Stoltenberg, el general Curtis Scaparrotti, comandante en jefe de las fuerzas de la OTAN en Europa, habló de "disuadir la agresión rusa".
China ha hablado de crear entre sus "rutas de la seda" una Polar, marítima, de tal modo que, además de estar provocando a la Federación Rusa, la OTAN podría estar tratando, como en Oriente Medio, de ponerle trabas a los planes chinos de unir a Eurasia bajo la égida de Beijing y con el apoyo de Moscú. En efecto, por donde deben desembocar las nuevas "rutas de la seda" en Europa se aparecen los occidentales a estorbar.
Durante los ejercicios militares, se entregó a 4,8 millones de familias suecas un manual de supervivencia en caso de guerra; se les explicó desde cómo acumular víveres hasta cómo reaccionar a las sirenas de alerta anunciando un ataque ruso. ¿Qué tal con meterle un tiro a la neutralidad escandinava? La alarma ni sonó.
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