Ante el ascenso del ultraderechista Jair Bolsonaro en Brasil, se multiplicaron en la izquierda, aunque también entre quienes se hacen llamar demócratas liberales, las voces para acusarlo de "nazi", "fascista" y "nazifascista". Cada cuando, la izquierda, llena de vicios en la vida cotidiana, se viste con el ropaje de héroe por un momento, auto-absolviéndose de sus prácticas: George W. Bush era "fascista", Donald Trump es "fascista", de tal modo que el mundo está lleno de "fascistas" de ocasión. Esta vez, Angel Guerra fue más lejos al llamar "nazi" a Bolsonaro, quien no profesa ninguna ideología nacional-socialista, y Leonardo Boff lo llamó "nazifascista". "Estamos viendo el ascenso en elecciones de un candidato al que no podemos vacilar de calificar de fascista", declaró su santísima Vanidad Juan Villoro, para quien Bolsonaro "nos obliga a recordar que Hitler llegó democráticamente al poder". Junto con los llamados internacionales de grupos de intelectuales, encabezados por Noam Chomsky o Manuel Castells, pareció que era obligatorio guiñarse el ojo unos a otros, como ante Trump: ¿ya viste?!ahí está un nazi nazifascista!
Lo llamativo del caso es que nadie parecía haber leído el programa de Bolsonaro, quien la emprendió contra campesinos sin tierra, sobre todo, y contra indígenas. No: todo estuvo en que es "racista, homofóbico y misógino", como si éstos fueran los rasgos definitorios del nazifascismo y no el partido único, la corporativización de las masas y la fuerte intervención de un Estado dirigista, entre otros que requieren de conceptos. No: "mujeres, activistas, LGBT, defensores de los derechos humanos, ambientalistas e indígenas están en riesgo", dijo un grupo de intelectuales -entre quienes estuvo Chomsky- que se olvidó de los negros pero, sobre todo, de los trabajadores y los campesinos sin tierra, siendo que Brasil tiene un poderoso Movimiento de los Sin Tierra (MST), cuyo líder, Joao Pedro Stedile, se refirió a Bolsonaro más bien como una especie de Fujimori y ni siquiera como "un Pinochet", a diferencia del megalómano Alfredo Jalife Rahme, Consciente de que Brasil no es un país muy desarrollado que digamos, sino la eterna Belindia (Bélgica+India), el músico Caetano Veloso comparó a Bolsonaro con el polémico líder filipino Rodrigo Duterte. Sí, Filipinas: ni modo para quienes quieren estar siempre "en la grande" y se olvidan de todo tan pronto como la ola mediática ha pasado.
Por cierto, que todo el mundo cante a coro y no se acepte ninguna voz discordante: ¿no es "microfascismo", difuso y capilar, por llamarlo de algún modo?
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