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viernes, 30 de noviembre de 2018

STALINGRADO A REVISION

A pesar de la apertura de los archivos soviéticos, gran parte de la historiografía y de la comentocracia occidental, incluida la de izquierda, sigue enfocando la historia de la Unión Soviética como si nada hubiera pasado, e incluso con el lente del nacional-socialismo alemán. Es lo que sucede con la historia de la batalla de Stalingrado, la cual definió el rumbo de la segunda Guerra Mundial.
      El historiador alemán de la Universidad de Rutgers (Estados Unidos), Jochen Hellbeck, acaba de hacer un trabajo de rescate de los archivos soviéticos de la Comisión de Historia de la Gran Guerra Patria, fundada por Isaak Mints (Universidad Estatal de Moscú), quien se propuso en su momento recabar el máximo de testimonios en el Stalingrado "humeante" (a partir de enero de 1943 y sumando 215 relatos de testigos presenciales). El trabajo de Hellbeck permite criticar seriamente lo que ha estado haciendo la historiografía occidental dominante, por ejemplo británica, como la de Antony (sic) Beevor, ampliamente difundido.
     Una de las creencias que prevalecen aduce que los soviéticos eran una horda de "asiáticos bárbaros" que eran capaces de todo por el "atavismo del miedo" (era la descripción de Joseph Goebbels, ministro para la Instrucción Pública y Propaganda de Hitler, y otros): tenían a la policía secreta apuntándoles a la cabeza si no peleaban y preferían al parecer arriesgarse a morir que enfrentarse a dicha policía. Así, según Hellbeck, Beevor "describe la lucha en Stalingrado no solo como un choque entre alemanes y rusos, sino también como una batalla que los líderes soviéticos libraron contra su propia población". El general Vasili Chuikov habría mandado ejecutar a 13 mil 500 soldados reticentes a pelear en el 62 Ejército. Los materiales recientemente desclasificados muestran sin embargo, como lo prueba Hellbeck, que entre agosto y octubre de 1942, una de las fases más críticas de la batalla, la policía secreta (NKVD o Comisariado del Pueblo para Asuntos Interiores) ejecutó a 278 soldados en el Frente, y sólo una parte pertenecía al 62 Ejército. Todo ocurre en la cabeza de algunos como si Stalin hubiese "seguido sembrando el terror" durante la guerra, en particular con la Orden no. 227, según la cual cualquiera que retrocediera ante el enemigo sin orden expresa para hacerlo sería declarado traidor a la patria y juzgado por un tribunal militar. La orden fue emitida en 1942 tras la caída de Rostov del Don. En estas circunstancias, los soviéticos supuestamente habrían peleado víctimas de un engaño, el de defender a quien los esclavizaba.
     Otro asunto incumbe a lo que el corresponsal de guerra y escritor Vasili Grossman escribió en su Vida y destino (1950-1959), de amplia difusión en Occidente: que los soviéticos recuperaron algo de libertad individual durante la guerra. Para Hellbeck, el diario de Grossman durante la batalla de Stalingrado es "más sincero y crítico", probablemente al igual que la novela El pueblo es inmortal (1942). El hecho es que Beevor editó con cortes ideológicos la traducción inglesa del diario de Grossman.
     Ante un ejército, el alemán, considerado superior en planificación de operaciones, disciplina militar y tácticas de combate, la educación soviética y la influencia comunista jugaron un papel importante en la victoria, según se desprende de los relatos rescatados por Hellbeck. "La educación política y moral -dice el autor- desempeñó un papel importante en las unidades del Ejército Rojo que lucharon en Stalingrado". En el Frente, la presencia de agitadores comunistas entre los soldados del Ejército Rojo los hacía sentirse apoyados por el pueblo, como lo demuestra Hellbeck, pese a que los pasajes que lo ejemplifican en los diarios de Grossman hayan sido "recortados" y no editados por el censor Beevor.

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