Noam Chomsky (en la foto, abajo) no es la única figura intelectual estadounidense. Hay varias más, pero Chomsky es el favorito del latinoamericanismo por razones no del todo claras, más allá de la fama, que otros norteamericanos no tienen, pese a ser más incisivos y arriesgar más en sus críticas al sistema estadounidense. ¿Tal vez porque Chomsky, además de aparentemente "gran amigo", se ha descrito a sí mismo como anarco-libertario?
El resultado de ubicarse así en el espectro político es por lo menos extraño. Cuando Estados Unidos atacó Iraq, Chomsky, desde luego, criticó al imperio, pero se apresuró a recordar los tratos con éste por parte de Sadam Husein. ¿Valía la pena defenderlo? No tanto, si alguna vez había tratado con Washington. Poco importa que Iraq esté hoy muchísimo peor que con Husein. ¿Milosevic en Yugoslavia? Tenía según Chomsky un régimen "corrupto y brutal", así que ni defenderlo. Cuando los occidentales atacaron Libia, Chomsky lo criticó, pero trató a Muamar Gadafi de "cruel dictador". Y bueno, ¿pues quién va a defender a un cruel dictador? Que Libia esté ahora mucho peor que con Gadafi no importa. Cuando Occidente, respaldando al extremismo islámico, atacó Siria, Chomsky declaró: "el régimen de Asad es una desgracia moral". Recientemente, en el portal estadounidense de Counterpunch, Roger Harris escribía: "Chomsky se equivocó sobre Libia, ahora se equivoca sobre Nicaragua". ¿Estaría peor o mejor Nicaragua sin el presidente Daniel Ortega? Para Chomsky, pasa lo siguiente: "ha habido mucha corrupción, mucha represión. Es autocrático, sin dudas". Quienes han defendido a capa y espada a Chomsky son también partidarios de Venezuela, sobre la cual el estadounidense ha declarado que "es un desastre", como ha criticado la corrupción de los gobiernos progresistas sólo para ser maternalmente defendido en el periódico mexicano La Jornada más o menos como "un amigo que lo dice en buen plan". Pues "en buen plan", Chomsky siempre vuelve indefendible lo defendible aunque imperfecto en esta Tierra.
El asunto es viejo, puesto que el estadounidense siempre creyó que la Unión Soviética, por burocrática y más aún por tratarse de una "dictadura cruda", era un estorbo. Así que al derrumbarse el Muro de Berlín y caerse la Unión, Chomsky escribió que era "una pequeña victoria para el socialismo" y terminó por poner sus ojos en Sudamérica, donde, decía hace algún tiempo, "(....) por primera vez en 500 años (!) (...) los países están empezando a encarar algunos de sus relevantes problemas internos", antes de ir a dar, por lo visto, en la "corrupción". Chomsky no parece la clase de gente que esté amistosamente en las buenas y en las malas, pero el latinoamericanismo lo idolatra. Por algo será.
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jueves, 27 de diciembre de 2018
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