Gente como John M. Ackerman no le hace ningún bien al gobierno mexicano de Andrés Manuel López Obrador, como tampoco Pedro Salmerón o Paco Ignacio Taibo II. Ackerman se ostenta como "activista e investigador", en este orden, pero de lo segundo no tiene casi nada, a juzgar por la cantidad de barrabasadas que es capaz de escribir o de decir. El señor es mexicano, aunque de origen estadounidense, por lo que seguramente debe saber que el mejor fraude es el que se comete de la manera más desvergonzada.
En su pequeño espacio de RT en Español (Russia Today), Ackerman lleva tiempo sin informar ni analizar, sino haciendo la propaganda propia de lo que es, pues, un activista. El señor no habla, sino que grita y casi pega de alaridos en un raro estado de excitación en "La batalla por México". La sobrevivencia de Ackerman en RT en Español es un misterio. Recientemente, hizo unos minutitos de antología sobre la carta del presidente mexicano al rey de España, sin darse cuenta, al parecer, de que México no existía a la llegada de los Conquistadores. En efecto, el señor activista lamentó "la cantidad de población que perdimos". ¿Perdimos quiénes? Cuando escribe, como ocurre en El mito de la transición democrática, Ackerman se permite también un buen número de tonterías, pero el malinchismo, que igual se convierte en xenofobia (según la posición de poder del extranjero), aplaude al señor activista.
Ackerman es dueño, se diría, de un programa en la televisión universitaria dominical en el cual desfilan los miembros del gabinete de López Obrador, casi ningún universitario y ni se diga alguien con alguna posición política diferente de la de quien conduce. ¿Cuáles diálogos por la democracia? En realidad, pareciera como si, ya en plena mexicanidad, Ackerman se estuviera "relacionando" -la enfermedad que Luis Villoro viera con temor desde los años '70- como si no hubiera mañana. Desde luego que no hay nada de ilegal: se trata "simplemente" de amiguismo e influyentismo y de una operación de relaciones públicas, sin sanción ninguna por parte de una universidad que se rige por unas pocas clientelas.
Es lo que pasa cuando, para complacer al "público", se arma también un gabinete en el cual están el hijo de mi compadre Lorenzo, la hija de mi compadre Pablo (y señora de Ackerman) y la hija de mi comadre Bertha, con tal de que haya jóvenes y mujeres. Por suerte, no es lo sustancial, pero tampoco es una virtud. Y gente como Ackerman ya entendió que hay cabida para el ambicioso vulgar, como lo llamaría...pues el mismo López Obrador.
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