Pues bien, a la vuelta de los años, y después de que Prieto barriera el asunto bajo la alfombra, el problema seguía. En medio de otra fuerte reacción contra la vulgaridad, el arte de mala calidad y el "empirismo artístico", la cual amenazó con convertirse en decreto (decreto 349), fue otra vez la tecnocracia cubana, desde arriba, la que se opuso a cualquier forma de límite, esta vez ni más ni menos que por boca del presidente Miguel Díaz-Canel, quien argumentó no tener nada contra el reggaetón y alegó que lo hay bueno y malo, como hay buenos y malos boleros. Si se viera colocado ante un lumpen, tal vez Diaz-Canel diría que hay buenos y malos lumpen. Después de todo, en algún momento de su vida cobijó en la ciudad de Santa Clara el antro para gays y travestis "El Mejunje", el primero del tipo en Cuba.
¿Que pudiera tener Díaz-Canel (foto, abajo) en la cabeza? A juzgar por lo que declaró en una reunión a principios del año en curso, el mandatario cubano en realidad no sabe de cultura, pero se pone a hablar de ella. Afirmó en la reunión anual del Ministerio de Cultura que es "desde la cultura que tenemos que priorizar la batalla cultural" (sic), y prosiguió: "los cuadros de la cultura no pueden ser administradores de la cultura, tienen que ser gestores...". Eso es, se remplaza la burocracia por la tecnocracia y en vez de presidente se tiene a un gerente que afirma en el reciente IX Congreso de la UNEAC (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba) que la cultura es esencial para el turismo y los "encadenamientos productivos" en la isla. Tal vez Osmaní García no sea muy correcto, pero bien que cantó un verdadero himno, junto con el puertorriqueño Farruko, a lo que se generaliza en el mundo actual (Da click en el link abajo de la foto si tú también quieres tener la putería subida, o en el botón de reproducción para oír la letra privándote de tremendo espectáculo).
https://www.youtube.com/watch?v=Kl9ZhkayNUY