De acuerdo con el último informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA), menos de uno de cada diez estudiantes (8,7%) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) "domina tareas de lectura complejas como distinguir entre hecho y opinión cuando leen temas con los que no están familiarizados". El asunto seguramente es más grave, puesto que en el mundo de quienes ya no son estudiantes, como ocurre con periodistas adultos, no es raro que tampoco se distinga entre hecho y opinión y que no se manejen conceptos ni se indague nada (fuera del argumento de autoridad de algún autor extranjero), puesto que la gracia está en nunca dejar de adaptarse -digamos que acomodarse- y en tener personalidades "como si" (as if), al grado de creérselas. Por lo demás, en el campo de la psicología cognitivo-conductual se postula que no importan los hechos, sino cómo los percibimos, y son años que las ciencias sociales buscan, para muchos, reducirse a "juegos de lenguaje" negando que se pueda llegar a verdad alguna. Cada quien su opinión. En este orden de cosas, establecer hechos no tiene mayor sentido, o se establecen a conveniencia. La intelectualidad de moda lleva años de años en este tipo de quehaceres, desde mencionar el Pacto Germano-Soviético omitiendo el de Munich hasta jurar y rejurar que el presidente estadounidense Donald Trump es "fascista", y un largo etcétera...Uno escribe desencantado para complacer a los amigos (o para apantallarlos).
De igual forma, uno de cada cuatro estudiantes de la OCDE es incapaz de completar las tareas básicas de lectura, "como identificar la idea principal de un texto moderadamente largo o conectar fragmentos de información procedentes de diferentes fuentes", cosa que tampoco se dan a la tarea de hacer la mayoría de los periodistas e intelectuales. Este tipo de catástrofe educativa no puede atribuirse en exclusiva a un estudiantado poco dispuesto: anida en realidad en la transformación del mundo de las ideas y el de la información en asuntos de poder o de negocios que autorizan todas las distorsiones, a nombre de "los intereses" que se juegan en el mercado y que supuestamente "todos jugamos". No es que se forme al estudiante: se lo ahorca de tal modo que tenga "habilidades y competencias" sin criterio propio. A tocar el acordeón.
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viernes, 20 de diciembre de 2019
FANÁTICAMENTE MODERADOS
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