A estas alturas ya puede quedar claro, para quien lo quiera ver, que la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuyo director es Tedros Adhanom Ghebreyesus, no es muy de fiar. En estos días, el organismo internacional reiteró: "mientras que varios ensayos de fármacos están en curso, actualmente no hay pruebas de que la hidroxicloroquina o cualquier otro medicamento puede curar o prevenir el Covid 19". Si la OMS veta así la hidroxicloroquina, podría hacer lo mismo con todos los medicamentos y abstenerse de lo siguiente: Mike (sic) Ryan, director de emergencias de la organización, declaró a principios de mayo que los resultados de los ensayos clínicos con el antirretroviral Remdesivir son "un rayo de esperanza"."Estaremos participando -agregó el funcionario- en discusiones con la compañía Gilead y Estados Unidos para hacer que esa medicina esté disponible de manera más amplia a medida que obtenemos más datos sobre su efectividad". Gilead Sciences es la empresa farmaceútica estadounidense (californiana) que fabrica el Remdesivir. Estudios chinos han comprobado que este antirretroviral no impide que la gente muera y la mortalidad es muy superior a la de la hidroxicloroquina. En el caso de esta, junto con el antibiótico azitromicina, a la fecha el Instituto Hospital Universitario (IHU) de Marsella, Francia, al tratar a pacientes enfermos de la Covid 19 ha tenido una mortalidad bajísima, de 0,5 % (17 decesos sobre 3 mil 273 pacientes tratados). Un estudio de Maxime Izoulet ("Countries which Primarily Use Antimalarial Drugs as Covid 19 Treatment See Slower Dynamic of Daily Deaths") ha mostrado que un grupo de 16 países que usan hidroxicloroquina contra la Covid 19 tiene menos muertes que quienes no la usan (otros 16 países seleccionados). Si a alguien le parece poca cosa que les esté yendo bien con el antipalúdico a países como Senegal o Siria, que sale de una cruenta guerra civil de años y está sometido a sanciones occidentales, puede otear hacia Rusia, con muchísimos contagiados (sobre todo que se están aplicando muchas pruebas), pero una tasa de mortalidad de 12,5 por millón de habitantes (Estados Unidos: 238 por millón de habitantes), o hacia India, que usa el antipalúdico de manera profiláctica entre el personal sanitario y con grupos de alto riesgo (1,5 por millón de habitantes).
Tedros Adhanom Ghebreyesus, un hombre corrupto, llegó al frente de la OMS gracias al apoyo de William Bill Gates, partidario desde muy temprano de declarar la "pandemia", pese a ciertas reticencias del primero, dado el fiasco de 2009 con la gripe A/H1N1. La declaración de la OMS se hizo al día siguiente de recibir una suculenta donación de la Fundación Bill y Melinda Gates. Atención, Gates y parte de la industria farmaceútica ya estaban trabajando en "tratamientos" contra el coronavirus antes de que fuera declarada la pandemia. La Fundación de los Gates había afirmado en una declaración oficial: "el Acelerador Terapeútico Covid 19 trabajará con la OMS, los donantes y las organizaciones del sector público y privado, así como con las instituciones mundiales de reglamentación y formulación de políticas" (!). Cabe agregar que en la base de la decisión de declarar la "pandemia" estuvo la incompetencia del Imperial College de Londres, capital británica, que según el virólogo argentino radicado en Francia, Pablo Goldsmith, calculó la tasa de mortalidad del nuevo virus no sobre la población (pongamos por caso, por 10 mil o por 100 mil habitantes, o por millón), !sino sobre el número de hospitalizados!
Más de uno está a la espera de la vacuna (algo que fascina a Gates) y de los resultados de los llamados "ensayos clínicos" que de un tiempo a esta parte deben ser de evidence based medicine ("medicina basada en evidencia”) para satisfacer a las grandes empresas farmaceúticas. Según lo recuerda recientemente Florian Philippot, líder de la organización francesa Los Patriotas, este tipo de ensayos remplaza la experiencia clínica por el cálculo estadístico y la práctica médica por la demostración matemática, en algo similar a lo que tiende a ocurrir por lo demás en las ciencias sociales, en las cuales la experiencia y la práctica (incluyendo la del uso de conceptos) son "ensayísticas" mientras se premian alineamientos de cifras con frecuencia sin mayor significado. Los "ensayos clínicos" o "terapeúticos" pueden terminar en fiasco.Basta por lo demás con ver las guerritas de números sobre el SARS Cov-2 y la Covid-19: hasta este momento, el número mundial de fallecidos no llega ni a la mitad anual de muertos por gripe estacional, y ni por asomo se parece a las defunciones en 2018 por tuberculosis (1,5 millones de personas y 10 millones de contagiados, al menos según los datos de la OMS, tratándose de algo perfectamente curable).
Mientras hay científicos que declaran sin problemas que "hasta ahora no podemos decir si el SARS Cov- 2 se está volviendo más letal o contagioso" (según el Instituto de Genética del University College London, por ejemplo), otros como el doctor Didier Raoult del IHU marsellés sugieren que no es demasiado contagioso (pese a quienes se basan !en la película Contagio y su visión simplista del factor R0, que mide algo así como !”el factor de impacto" del atacante!). En México, el virus tampoco se ha comportado a lo loco: se ha presentado el contagio en las regiones más contaminadas (explican 78 % de los fallecimientos), no nada más por el aire, sino por cuencas y ríos (lo que podría explicar tal vez cierta alta incidencia en el muy petrolero estado de Tabasco e igualmente en parte de Veracruz).
No se trata de ningún complotismo, sino del hecho de que algunos parecen haberse descubierto una vocación de poder con las cuarentenas. Así, a la espera de la vacuna y omitiendo deliberadamente o por incompetencia que hay cura (la hidroxicloroquina puede actuar incluso hacia el final de la enfermedad como antiinflamatorio e inmunomodulador, que es para lo que sirve en el lupus y la artritis reumatoide), la OMS ya está ordenando desconfinamientos que mantengan formas de control extrañas (no habrá que abrazarse, ni darse besos, ni saludar de mano por mucho tiempo), algo que infectólogos de la universidad pública proponen tranquilamente prolongar !por años!. Recuerdan demasiado las medidas aeroportuarias que se instalaron después del 11/S del 2001 y que no se han levantado en dos décadas. La gente se tragó el cuento sin reparar por ejemplo en que los nombres de los terroristas que lanzaron los aviones contra las Torres Gemelas de Nueva York...ni siquiera estaban en la lista de pasajeros de esos vuelos, entre otros detalles del "autogol". ¿Para cuándo los proyectos de identificación biométrica generalizada de Gates? La universidad estadounidense John Hopkins, que informa diariamente del nuevo coronavirus en plan apocalíptico, está por cierto demasiado vinculada al aparato de seguridad de Estados Unidos a través del Center for Health Security (Centro pasa la Seguridad en Salud). Y es que, en caso de crisis económica severa, algo de distanciamiento entre la gente y el evitamiento de las aglomeraciones tal vez no venga mal. Algún beneficio debe traer este virus en un sistema que se basa en el lucro. Se entiende que hay un problema real, pero no tanto como para que se maneje como si lo hiciera el ufólogo Jaime Maussan.
Ya salió el cubrebocas para el próximo zapatour.
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