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miércoles, 27 de mayo de 2020

¿LA CIENCIA?¿CUAL CIENCIA?

A raíz de un artículo en la revista científica The Lancet, Francia decidió prohibir el tratamiento de la Covid 19 con hidroxicloroquina (que estaba reservado, en una aberración, a pacientes hospitalizados) y la muy corrupta Organización Mundial de la Salud (OMS) optó por suspender la participación de la sustancia en el ensayo clínico Solidarity. El artículo en cuestión fue hecho por autores con fuertes vínculos con la industria farmaceútica (uno de ellos olvidó declarar sus vínculos con la empresa estadounidense Gilead Sciences), cardiólogos (y no epidemiólogos o infectólogos), no a partir de la experiencia directa con enfermos sino mediante la informática (con la cual se recogieron datos de dossiers de distintos hospitales en el mundo que no fueron citados), sin la randomización (es un anglicismo) obligada por muchos ("aleatorización") y con pacientes en un estado avanzado de la enfermedad, para quienes se sabe que el fármaco cuestionado puede ser menos útil. Se observaron decesos por problemas cardíacos...entre pacientes con problemas cardíacos, a quienes justamente no se debe suministrar cloroquina o hidroxicloroquina. Ya se había presentado un problema similar en Brasil, donde un ensayo clínico terminó en la muerte de algunos pacientes en la ciudad de Manaos. Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente brasileño Jair Bolsonaro, tuiteó: "estudio clínico realizado en Manaos para descalificar la cloroquina causó 11 muertes después de que pacientes recibieran dosis muy por encima del estándar". Esta vez, con el asunto de The Lancet, unos 300 científicos brasileños se rebelaron: con Marcos Nogueira Eberlin a la cabeza, criticaron la excesiva injerencia de los medios de comunicación masiva (como Globo) en la oposición a la decisión presidencial de usar la cloroquina, mostraron que el artículo en cuestión estaba destinado ante todo a descalificar el fármaco (se usaron dosis inauditas de hasta 1,2 g, no hubo selección aleatoria, los pacientes no podían recibir hidroxicloroquina por sus condiciones cardíacas, no eran pacientes recién diagnosticados sino con por lo menos 2 días de hospitalización y entonces más de 10 días de enfermedad, etcétera...), obviando por lo demás la biterapia (hidroxicloroquina+azitromicina). Se presentó la hidroxicloroquina poco menos que como un "veneno mortal", en cuyo caso habría que prohibirlo a los pacientes con lupus o poliartritis reumatoide, que la toman por años y por lo general sin accidentes cardíacos. Los 300 científicos brasileños recordaron que la ciencia se basa en la duda, mientras que la OMS no dudó ni un solo instante en basarse en una publicación sin ningún rigor científico para tomar una decisión que involucra la vida de los pacientes. !Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general del organismo, se retrató solo!
     Lo que criticaron los científicos brasileños es el derecho que se han otorgado algunos de hablar en nombre de La Ciencia, algo que atañe tristemente también a México (basta con ver al señor Antonio Lazcano recomendado como El Experto), todo como si en la ciencia no hubiera en realidad debate, sino alguna verdad revelada. Uno se enfada de leer a las agencias noticiosas y quienes las resumen repetir lo que no saben sobre tal o cual medicamento, y amparándose en "los expertos". "Ciencia, ciencia, ciencia" repetía el antiguo ministro de salud brasileño Luis Henrique Mandetta para apoyarse en el estudio de Manaos que cometió errores pueriles, llegando a doblar dosis (de cloroquina) en pacientes graves o con comorbilidades. De acuerdo con Marcos Nogueira Eberlin, son varias las revistas científicas (incluidas algunas chinas) que presentan resultados a partir de errores garrafales. Cabe señalar que Brasil ya tuvo buenos resultados con la hidroxicloroquina en el ensayo Prevent Senior Clinic. Por cierto, ¿se sabe que a fin de cuentas el paracetamol causa más intoxicaciones que la hidroxicloroquina?
     Sucede lo mismo en las ciencias sociales. Uno se harta de quienes pretenden monopolizar lo que creen que es La Ciencia y que no se cansan de acaparar, aprovechando para convertirse en "intermediarios" entre la investigación y los medios de comunicación masiva (los "prestadores de servicios" en nombre de la expertise). Y no es la ciencia "de Trump" o "de Bolsonaro". No estaría de más recordar lo que ha dicho Richard Horton (11 de abril de 2015), quien fue redactor en jefe de The Lancet (!), en el sentido de que de que gran parte de la literatura científica, una buena mitad, podría ser simplemente falsa, entre otras cosas por conflictos de interés flagrantes (lo que fue el caso del estudio polémico contra la hidroxicloroquina) y por la manera de manipular números. Horton ha criticado en particular la tendencia casi obsesiva entre científicos de seguir tendencias de moda importantes pero dudosas. Otra médico llegó a declarar desde 2009: "ya no es posible creer en una gran parte de las publicaciones de investigación clínica, ni contar sobre el juicio de médicos experimentados o las directivas médicas de la autoridad" (Marcia Angell, antigua redactora en jefe del New England Journal of Medecine y citada por el líder francés de Los Patriotas, Florian Philippot).  ¿Qué pensar entretanto del director general de la OMS o del ministro de Salud francés, Olivier Véran, y su Alto Consejo de Salud Pública? Según el médico y senador Alain Houpert, de Los Republicanos, en Francia, es gente carente de lo que los griegos llamaban laidós, pudor y escrúpulos a la hora de hacer el mal, de dañar. El negocio, la total incapacidad para aceptar errores y el deseo de protegerse de toda responsabilidad parece que pueden más. Por lo demás, hay gente que no cree en ninguna cura y que, sin conciencia de las implicaciones, no quiere más que La Vacuna, sin oír nada más.


FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...