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lunes, 25 de mayo de 2020

HISTORIAS OVALES

La actual crisis sanitaria ha puesto un poco en remojo las reivindicaciones feministas. Poco antes de que se agravara el problema de la Covid 19, el diario español El País estaba dando cuenta equivocada de un paro que afectó en México a una Facultad de la universidad pública, durante meses. El paro feminista daba a entender que las estudiantes eran víctimas de las autoridades y de los profesores, que podían aparecer como una verdadera escuela de violadores, abusando desde luego de su poder (el de asentar una calificación, el de otorgar un título, el de hacer un trámite, lo que se quiera). Las estudiantes decían: "que arda lo que tenga que arder". Las autoridades hicieron la peor demagogia, cediendo en todo. Ahora bien, de resultar ciertas las cifras de las propias autoridades, que las mujeres paristas nunca desmintieron, únicamente 11 % de las agresiones sexuales provinieron de autoridades o docentes, y el resto se dió entre alumnos, tal vez porque junto a la demagogia se les ofrece la creencia de que todo está permitido y en todos los terrenos.
      Fue por esos días que el ex presidente Bill Clinton volvió a la palestra, al ser recordado su affaire con Mónica Lewinsky.
El affaire no fue del agrado de Hillary Clinton, ni tenía por qué serlo. A la larga, tampoco resultó demasiado placentero para la ex becaria Lewinsky, quien aterrizó en #MeToo de manera rara, admitiendo que fue objeto de un "abuso de poder", pero "consentido". Bill, por su parte, confesó que era la forma de desfogarse de sus ansiedades, y pidió disculpas a todo el mundo, un verdadero teatro. En efecto, Lewinsky nunca fue la única escapada del ojo alegre, que ya como gobernador de Arkansas se distinguía por infidelidades que sus guaruras tenían que tapar. ¿Hillary únicamente se dió cuenta ya en la Casa Blanca y porque el asunto salió a la luz pública? Algunos biógrafos  de esta buena mujer sugieren algo más: "había invertido demasiado (sic) como para dejarlo ir".
¿Invertido para qué? Al parecer, no exactamente para su propia carrera, sino para sus ambiciones de poder, que a la postre se antojan más graves que los devaneos del "Gatsby" Bill. En un arranque de moralina, la agencia oficial rusa de noticias Sputnik describió al ex mandatario como la personificación del patriarcado: con Lewinsky, Bill abusó de "(...) la mujer cosa, el juguete de desfogue y a la vez de triunfo, donde el macho se siente no solo viril sino también poderoso. Es el patriarcado en su máxima expresión". ¿La sociedad estadounidense, patriarcal? No es seguro de que sea exactamente así. El ex gobernador de Arkansas volvió cual niño al redil y quien terminó sintiéndose todopoderosa fue la secretaria de Estado "Killary", quien acabó siendo una bastante aclamada candidata a la presidencia de Estados Unidos. A Bill se lo puede recordar como un chico travieso. A "Killary", en cambio, como alguien con un agudo sentido del poder, al grado de sugerirle a su marido bombardear Yugoslavia o de aprobar las invasiones de Iraq, de Libia y de Afganistán. Es una forma un poco distinta de desfogar la ansiedad, ¿no? Pero nunca se le reprochó a la señora Clinton, por ser mujer. Es más grave el blow job en el Despacho Oval. He aquí más historias de los Demócratas estadounidenses, gente que invierte en lo que hay que invertir. Seguimos en lo mismo: !ay la culebra! (da click en el botón de reproducción).



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