Fue por esos días que el ex presidente Bill Clinton volvió a la palestra, al ser recordado su affaire con Mónica Lewinsky.
El affaire no fue del agrado de Hillary Clinton, ni tenía por qué serlo. A la larga, tampoco resultó demasiado placentero para la ex becaria Lewinsky, quien aterrizó en #MeToo de manera rara, admitiendo que fue objeto de un "abuso de poder", pero "consentido". Bill, por su parte, confesó que era la forma de desfogarse de sus ansiedades, y pidió disculpas a todo el mundo, un verdadero teatro. En efecto, Lewinsky nunca fue la única escapada del ojo alegre, que ya como gobernador de Arkansas se distinguía por infidelidades que sus guaruras tenían que tapar. ¿Hillary únicamente se dió cuenta ya en la Casa Blanca y porque el asunto salió a la luz pública? Algunos biógrafos de esta buena mujer sugieren algo más: "había invertido demasiado (sic) como para dejarlo ir".
¿Invertido para qué? Al parecer, no exactamente para su propia carrera, sino para sus ambiciones de poder, que a la postre se antojan más graves que los devaneos del "Gatsby" Bill. En un arranque de moralina, la agencia oficial rusa de noticias Sputnik describió al ex mandatario como la personificación del patriarcado: con Lewinsky, Bill abusó de "(...) la mujer cosa, el juguete de desfogue y a la vez de triunfo, donde el macho se siente no solo viril sino también poderoso. Es el patriarcado en su máxima expresión". ¿La sociedad estadounidense, patriarcal? No es seguro de que sea exactamente así. El ex gobernador de Arkansas volvió cual niño al redil y quien terminó sintiéndose todopoderosa fue la secretaria de Estado "Killary", quien acabó siendo una bastante aclamada candidata a la presidencia de Estados Unidos. A Bill se lo puede recordar como un chico travieso. A "Killary", en cambio, como alguien con un agudo sentido del poder, al grado de sugerirle a su marido bombardear Yugoslavia o de aprobar las invasiones de Iraq, de Libia y de Afganistán. Es una forma un poco distinta de desfogar la ansiedad, ¿no? Pero nunca se le reprochó a la señora Clinton, por ser mujer. Es más grave el blow job en el Despacho Oval. He aquí más historias de los Demócratas estadounidenses, gente que invierte en lo que hay que invertir. Seguimos en lo mismo: !ay la culebra! (da click en el botón de reproducción).