¿Racismo? El asunto parece un poco más complicado. Uno de los cuatro policías que participaron en el homicidio involuntario del negro estadounidense George Floyd, Tou Thao, no es ningún blanco WASP (White, Anglo-Saxon, Protestant, Blanco, Anglosajón y Protestante), sino un miembro de la etnia asiática hmong, originaria de Laos, y cuyos integrantes colaboraron con Estados Unidos durante la guerra de Vietnam, para buscar a partir de 1975 refugio en la súperpotencia. Thao es quien estuvo "haciendo pantalla" entre quienes filmaban los hechos en Minneapolis y el policía que tuvo su rodilla por varios minutos sobre el cuello de Floyd, hasta matarlo. Los hmong refugiados, más bien pobres, se hallan diseminados entre Minneapolis, Milwaukee y Fresno (California). Es frecuente que los hombres sean policías. Hay más: Derek Chauvin, el policía que tenía la rodilla sobre el cuello de Floyd, estaba casado (el asunto le costó también el divorcio) con una mujer laosiana, Kellie May Xiong (Thao). Otro de los policías, Thomas Lane, ayudaba en voluntariado a jóvenes somalíes en el vecindario de Cedar Riverside. No parece exactamente una dura batalla del supremacismo blanco contra las minorías. Ningún supremacista se casa con una laosiana. Chauvin tenía antecedentes de abuso de fuerza, llevaba 19 años en servicio y difícilmente se le puede acusar, como lo han hecho varios medios de comunicación masiva, de "haber participado en varios tiroteos": es algo para lo que está un policía. En la escena del homicidio, Chauvin se ve entre pasmado y medianamente sicópata (es decir, típicamente estadounidense), actuando como un bruto sin mayor conciencia mientras es filmado y cuestionado.
Nadie tiene por qué linchar a un actor colombiano, como sucedió, por decir que Floyd no era un angelito, aunque no se duda de que haya sido un "gigantón dulce". El negrovivió el típico (mal) destino de su comunidad en un lugar como Estados Unidos, y los medios de comunicación masiva se encargaron de borrar buena parte de su biografía. Buen jugador de fútbol americano y baloncesto, bueno también para el hip-hop, era de Houston (Texas), donde en 2007 se estrenó con un robo a mano armada en un hogar (con "invasión de hogar"), por lo que en 2009 fue a dar cinco años en prisión. Se había mudado a Minneapolis para rehacer su vida. Hay indicios de que se resistió a ser arrestado, primero a ser esposado y luego a ser metido en la patrulla: es perfectamente entendible que no deseara volver a tener líos con la Justicia. El incidente de origen no está claro: el adolescente que despachaba en una tienda de conveniencia le habría pedido a Floyd, si era él, que devolviera cigarrillos comprados porque pagó con un billete de 20 dólares supuestamente falso (¿realmente lo era?). El drama de Floyd no acaba aquí: acababa de perder su trabajo en medio de la epidemia de Covid 19. La autopsia reveló problemas cardíacos y tendencia a la hipertensión, pero también consumo reciente de fentanilo y metanfetaminas. El despachador de la tienda alegó, cierto o falso, que Floyd parecía "borracho o algo así" al negarse a devolver los cigarrillos. Se puede ser un gigantón dulce y recaer cuando ocurre la gran desgracia de perder el trabajo. "Mi papi cambió el mundo", dijo la hija de Floyd luego de su muerte. Parece sobre todo que el sistema estadounidense cambió con indiferencia y brutalidad, por 20 dólares, el destino de varios involucrados que se equivocaron o "resbalaron" (Chauvin había sido descrito como todo un caballero por su ahora ex esposa).
En la comunidad negra estadounidense se añoran liderazgos como el del reverendo Jesse Jackson (foto, arriba), desplazado a la larga por gente poco confiable como Louis Farrakhan o por organizaciones dudosas como Antifa o Black Lives Matter. Un hipócrita consumado como el ex mandatario estadounidense Barack Obama, quien no es descendiente de esclavos sino hijo de un keniano, no llena el hueco. Simplemente sale a hacer campaña, con la misma hipocresía que un Joe Biden, candidato Demócrata, quien repitió para que "resonara en todo el país" que "no puede respirar" (él tampoco), poco tiempo después de haber dicho que "los negros que votaron por Trump no son negros". No es un asunto del supremacismo blanco, contra lo que suele creer por ejemplo el analista yucateco Alfredo Jalife-Rahme. Trump ha llegado por momentos de su mandato a tener la aprobación de hasta un 45 % de "hispanos", por encima del promedio nacional de aprobación, y en febrero de 2020 uno de cada tres latinos apoyaba al actual mandatario. También hay un sector de negros, eso sí no muy grande, que respalda a Trump. Lo más fantástico es lo que hace John Saxe-Fernández en el rotativo mexicano La Jornada: hablar de "nacional-trumpismo" y comparar, como los dizque "demócrata-liberales", a Trump con Hitler por consejo del fallecido atorrante y guarro Roberto Fernández Retamar, quien fue vitalicio y fervientemente anticomunista presidente de la cubana Casa de las Américas (en el estilo fidelista de no dejar jamás el cargo y mucho menos el micrófono, llegando a espectáculos deplorables con el líder en La Habana, capital cubana). Hitler no se inspiró de la esclavitud en Estados Unidos, sino del exterminio de los pieles rojas, y en la campaña del norte de Africa hubo negros que pelearon al lado de los nazis luego de desertar de las tropas francesas. Mejor dejamos la historia de Floyd en un episodio para Rubén Blades (con la vida dándoles sorpresas a todos, los policías asesinos incluidos) y nos quedamos con esta policía de Laredo, Texas: