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viernes, 21 de agosto de 2020

PREDICCIONES: EL ARTE DE FALLARLAS TODAS

 ¿Hasta dónde es predecible el futuro? En gran medida, no lo es, aunque se pueden establecer tendencias, varias por lo general, y no una sola. Dicho de otro modo, pueden suceder muchas cosas. Una parte depende de cómo actúen los sujetos -si llegan a constituirse en tales- en dicho futuro. Contra lo que suele creerse y repetirse, Marx y Engels nunca plantearon que debía darse un salto automático del capitalismo al socialismo. Marx dijo que la decadencia del capitalismo podía hacer palidecer la del imperio romano. Lenin, por su parte, tomó en consideración a futuro la eventual "putrefacción de la Historia", a falta de paso al socialismo. Otros estudiosos han sugerido que una crisis puede no terminar. Hasta ahora, es lo que ha ocurrido con la crisis capitalista iniciada a finales de los años '60 del siglo pasado: al cabo de medio siglo, no concluye y entra ahora en otra fase, para nada menor. Si una crisis dura tanto, es posible pensar que se trata de otra cosa que de ir de coyuntura en coyuntura. Puede tratarse de una larguísima transición como de un camino hacia ningún lugar, si la Historia no es teleológica (es decir que no tiene un fin predeterminado, lo que no quiere decir, por cierto, que no tenga leyes).

     A raíz de la crisis sanitaria internacional, se han multiplicado las predicciones, por lo general catastrofistas, aunque hay que precaverse: suele tratarse no de tendencias, sino de proyecciones basadas en el cálculo y no en el razonamiento. Por ejemplo, Bill Gates predijo que la crisis del SARS-Cov-2 culminará en los países ricos a finales del 2021 y en el resto a finales de 2022. Por lo demás, auguró que pasarán años, no se sabe bien cuántos, antes de que la economía vuelva a estar como a principios de 2020. En rigor, es el tipo de cosas que en realidad no se pueden saber, porque no se pueden fechar con esa precisión, menos si hay diferentes factores en juego. Gates parece creer tener un conocimiento del SARS-Cov-2 superior al del mejor infectólogo del mundo, el doctor marsellés Didier Raoult (sí, el defensor de la hidroxicloroquina), quien ha dicho que no está para predecir y que a lo sumo se puede prever que el SARS-Cov-2 permanezca a nivel endémico. Curiosamente, Gates, el hombre de La Vacuna, ha dicho que la vacuna "no será ideal en términos de efectividad". ¿Lo dice por la vacuna rusa? ¿O por las típicas fallas de varias vacunas occidentales, incluyendo la vacuna contra la influenza? Puede que "le atine" de vez en cuando, pero lo que hace Gates son cálculos un poco a ojo de buen cubero. Y es algo que se ha puesto de moda ahora que estamos en la era de lo numérico. 

     Medio mundo confunde proyecciones, que no forzosamente ocurrirán, con bolas de cristal o lectura de tarot. En esta medida, hay que tener cuidado con lo que se aventura sobre la economía: "la peor crisis desde 2008" pero también "la peor desde la Gran Depresión de 1929", una nueva "década perdida para América Latina", bailes de cifras, todo ocurre sin que se tenga una caracterización precisa de una crisis que estaba presente desde tiempo antes de la epidemia. Por lo demás, otros ven lo que ocurre como otra oportunidad de negocio. Klaus Schwab, fundador del Foro Económico Mundial de Davos, no ve en lo que pasa actualmente más que una "ventana de oportunidad" para adaptar el mundo a la "cuarta revolución tecnológica" (otros le dan otro nombre), basada en la robótica y la inteligencia artificial.

     El remplazo del razonamiento y en particular de la capacidad de conceptualización por lo numérico no ha dejado de repercutir sobre los "grandes analistas" de izquierda. En su portal de Youtube, Alfredo Jalife Rahme se ofrece directamente como gitano: "aquí te decimos lo que va a pasar, no lo que ya pasó", como si ambas cosas fueran disociables (Jalife duró harto tiempo "apostándole" por ejemplo a un grupo BRICS -Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, del que ya se habla muy poco). Desde luego, cualquier predicción vende cuando la gente está asustada, y hasta se puede creer en formas de ocultismo como las del ruso Alexander Duguin, erróneamente identificado por Jalife como asesor del "zar Vlady Putin" (sic), o idolatrado por el experto en "inteligencia conceptual" (?) Daniel Estulin. 

     El mejor es sin duda el profesor Heinz Dieterich Steffan, que no cree más que en algoritmos (si en chino, mejor): previó la caída del presidente venezolano Nicolás Maduro, la de los Castro en Cuba, la de Daniel Ortega en Nicaragua y falló invariablemente, como cuando previó que Rusia cambiaría a Venezuela por Irán, otra cosa que nunca sucedió. Previó el temible ascenso del "fascista" mandatario estadounidense Donald Trump impulsado por algo así como el "ultrafascista" Steve Bannon. Para más señas, éste se encuentra ahora no en la cúspide del poder, sino arrestado por acusaciones de fraude y lavado de dinero, siendo por lo demás que dejó de ser consejero de Trump en 2017. Probablemente se necesite un arte especial para fallar en las predicciones con tanta contundencia. En ambos casos, el de Jalife y el de Dieterich (abajo, foto), se trata de "expertos/consejeros" (uno, en particular, sigue viviendo de la aureola de haber asesorado un tiempito no muy largo al presidente venezolano Hugo Chávez), sin distancia ante sus "fuentes", que en el caso del primero han tomado el aspecto de intrigas palaciegas para presumirle "relaciones" al público.

     La existencia del mundo numérico y de algoritmos no puede remplazar una formación destinada al uso de conceptos que toman en cuenta las propiedades del objeto del que se habla o que se analiza. Tal vez no haya nada más divertido que gente prediciendo el futuro capitalista ignorando al mismo tiempo las propiedades y las leyes del capitalismo, con tal de "desideologizar". En estas condiciones, no es raro que el "Melate" falle. No es seguro tampoco que el papel del periodismo sea leerle las cartas al lector. Es más recomendable, si de hacerse estafar se trata, darse una vuelta por el pueblo mexicano de Catemaco. Al menos se puede conseguir una limpia.


LO QUE HAY QUE TENER (THE RIGHT STUFF)

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