El ex presidente colombiano, Alvaro Uribe, no deja de ser un hombre con suerte. Actualmente se encuentra ante el riesgo de ser sometido a juicio, casi por casualidad, pero bajo arresto domiciliario. Es así que pasó la enfermedad de la Covid 19, en la finca "El Ubérrimo" (sic), en el departamento de Córdoba. Pasando por encima de la independencia de poderes, el actual mandatario colombiano, Iván Duque, se dijo convencido de la inocencia de Uribe. Este obtuvo apoyos invaluables: Michael Mike Pence, vicepresidente de Estados Unidos, consideró que Uribe es un "héroe" (sic), por lo que debería levantársele el arresto domiciliario, y recordó que ha recibido la Medalla Presidencial de la Libertad, otorgada por el gobierno estadounidense (es la máxima presea a un civil), en 2009, con George W. Bush en la Casa Blanca. Bush hijo le dió el premio al colombiano por "su compromiso con la libertad, la democracia y las reglas de derecho". Hay que decirlo, los "demócratas liberales" no paran de hablar de "los derechos y las libertades" y nunca hablan de igualdad -la consideran imposible, en el fondo- o la fraternidad (la solidaridad), ya que creen que cada quien debe ver nada más por su "sí mismo" (lo que puede incluir a la familia y los amigotes, pero hasta ahí). En estas condiciones, como en las del supuesto "mercado", no se trata en realidad más que de la libertad del zorro en el gallinero, lo que no impide que muchas gallinitas se sientan también como en libertad y cacareando en consecuencia. Uribe lo entendió muy bien, y emprendió la batalla con la fuerza contra la oposición armada de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia -Ejército del Pueblo (FARC-EP), a las que derrotó, aunque no se dieran muy bien cuenta. En el camino, para justificar con números el éxito de la fuerza armada, fue masacrado un buen número de civiles.
Uribe entronizó en Colombia el narcoparamilitarismo, que subsiste hasta hoy, pese a la desmovilización de unos 30 mil hombres en 2003-2006. De hecho, un antiguo líder de las paramilitares Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), Salvatore Mancuso, llegó a declarar que fue extraditado a Estados Unidos para que no revelara los nombres de políticos involucrados en la "parapolítica", entre ellos, claro está, Alvaro Uribe, quien recibió financiamiento de dichas fuerzas, al igual que Francisco Santos, vicepresidente de aquél. Mancuso llegó a reunirse con Uribe en "El Ubérrimo", cuando el segundo era gobernador del departamento de Antioquia (1995-1997). Uribe lo desmintió, como desmintió cualquier relación con El Ñeñe, con Memo Fantasma o con cualquiera que no sea muy, pero muy decente. Tiene suerte el ex presidente de Colombia: considerando su trayectoria en 40 años de "parapolítica" y narcopolítica, puede ser juzgado hasta ahora, a instancias de la Corte Suprema, por manipulación de testigos (muchos de ellos ex paramilitares), sobornos y por fraude procesal, tal vez sin que se llegue al fondo del asunto, que incluye en el pasado sus vínculos con el Bloque Metro de las AUC.
Uribe tiene abiertas en su contra unas 60 investigaciones (por lo menos), pero hasta ahora es prácticamente el hombre que entra y sale del agua sin mojarse. Todavía en 2016, el ex gobernador de Antioquia consiguió que Colombia dijera "no" al Acuerdo de Paz entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC-EP, y en 2018 se convirtió en el senador más votado de la historia colombiana. Apadrinó como líder del partido Centro Democrático la victoria de Duque. Y encima de todo, Uribe se ha dado el lujo de solicitar una reforma al sistema de justicia colombiano. Ni siquiera estaba claro hasta hace poco si Uribe debía ser juzgado por la Corte o por la Fiscalía, y el ex mandatario se considera tratado "como un criminal" (sic) al ser puesto bajo arresto domiciliario, siendo que "no hay pruebas de que sea un peligro para la sociedad" (cierto: ¿cuál sociedad?). Es probable que el ex gobernador de Antioquia haya logrado convencer a buena parte de la "sociedad" colombiana (1 de cada 5 colombianos, al menos) de que sin él no habría "seguridad".
Claro, se trata de una seguridad limitada. En lo que va de 2020 se han cometido en Colombia unas 53 masacres, sin que haya las FARC-EP de por medio, y ni siquiera con mayor impacto de las llamadas "disidencias de las FARC". Simplemente, los grupos criminales, con frecuencia ligados al narcotráfico y con tintes "paracos", siguen con su política de despojo y de liquidación de líderes sociales. Sigue sin oírse hablar mucho de la implementación de Acuerdos de Paz que hubieran podido poner a Colombia en la senda del desarrollo (al darle importancia a una reforma agraria), y se acumulan en cambio problemas sociales con una izquierda inclinada hacia el centro y finalmente tímida, aunque haya ganado en popularidad. Colombia se indigna por la muerte en Bogotá, la capital, de una persona a manos de la policía, que en sus excesos llevó a aquélla al ya clásico "me ahogo" (i can't breathe, algo así como un George Floyd "cachaco"), pero no se inmuta por el hecho de que se traben las posibilidades del desarrollo ni tampoco demasiado por lo que ocurre en el campo. Con todo, un clásico de la provincia (da click en el botón de reproducción):