Hasta ahora reina un silencio sepulcral sobre el asunto, pero Estados Unidos ya no es la primera potencia militar del mundo. Es la Federación Rusa, tratada en los medios de comunicación occidentales como si fuera alguna república bananera en manos de "un autócrata", palabra que también está de moda sin que se entienda qué quiere decir. Prácticamente no se ha hecho ninguna evaluación sobre lo que este cambio en la correlación de fuerzas pudiera significar para el planeta. Tampoco se habló mucho en el pasado de la intentona occidental, entre Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), por cercar a Rusia para asestarle un primer golpe nuclear y dejarla sin posibilidad de respuesta. Hasta el mandatario Barack Obama, Estados Unidos seguía con sus planes de escudo antimisiles en Polonia y Rumanía. El control sobre los medios de comunicación en Occidente es tal que no parece que se vaya a admitir la derrota, tratada como un costo. El asunto es estarse siempre a las ganancias, y aquí no es el caso. Por cierto, el candidato Demócrata a la presidencia estadounidense, Joseph Biden, está rodeado de halcones militares contrarios a Rusia, pero seguramente lo suficientemente racionales, en términos de mercado, para no arriesgarse a pérdidas infinitas con tal de tener ganancias finitas. En el último intento de "revolución de color", en Bielorrusia, tampoco parecen los occidentales haber puesto demasiado empeño.
Así, hace muy pocos días, el presidente ruso Vladimir Putin, quien de ninguna manera es el "zar Vlady" ni está corriendo apuestas de nada, declaró: "por primera vez en la historia moderna Rusia cuenta con armas más avanzadas, que nadie tiene". A diferencia del pasado, ya no se trata de "alcanzar" a Occidente, y puede que este resultado se extienda a la esfera sociopolítica, puesto que Moscú, capital rusa, se ha puesto por meta la defensa de valores distintos de los occidentales. Queda el "rezago" económico, pero no hay que olvidar que Occidente está en la ruta del descalabro. Pero igual pueden creerse algunos superiores o, como lo decía Obama, "excepcionales".
Lo que el descubrimiento y la puesta en marcha del armamento hipersónico ruso puede significar es un periodo de paz prolongado en el mundo, algo en lo que de por sí ya se está, al menos en comparación con el siglo XX. Ni siquiera hay ya mayor amenaza terrorista. Lo que no parece es que el mundo occidental sepa valorar el aporte invaluable de Rusia a la paz, como en el pasado el de la Unión Soviética a la derrota del nazi-fascismo. Occidente puede haberse quedado atrapado en algo así como una victoria pírrica.
En el pasado, declaró Putin, el retraso de Rusia ponía al país en una situación riesgosa: "de hecho, hubo momentos en que nos amenazaron, dijo el presidente ruso, pero no teníamos con qué responder". Cualquiera que haya seguido de cerca la trama del escudo antimisiles y el cerco de la OTAN puede saber que Occidente estaba amenazando la integridad y la existencia misma de Rusia como Estado. Es un tiempo que se acabó, y es de esperar que, aunque sea por simple cálculo costo-beneficio, el Pentágono estadounidense lo sepa entender, aunque desde luego no lo grite a los cuatro vientos. Tampoco lo grita por cierto la izquierda (y mucho menos la "nueva izquierda"), olvidándose de cuán cercanas estuvieron sus causas del problema de la guerra y la paz. En todos estos años de cerco, la izquierda no movió ni un dedo, ni la punta de un escrito, salvo excepciones como la del italiano Domenico Losurdo, comunista. Queda esperar un poco más, pero puede ser que la ventaja rusa signifique algo mucho más importante que el logro defensivo para Moscú. Algo de nostalgia a la antigua usanza (da click en el botón de reproducción).