No queda claro hasta dónde quienes se pretenden "intelectuales" quieren degradar lo que pudiera quedar de "opinión pública" en México. Pasemos sobre la oposición, que insinúa desde un síntoma de "fascismo" en el hecho de que el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, haya dicho que el padre de Benito Mussolini le puso este nombre por Benito Juárez (el dicho fue sacado de contexto) hasta signos de "cooperación con el chavismo de Venezuela". Si López Obrador no sabe mayor cosa de Mussolini, tampoco del chavismo. No queda claro por qué habría que contestar cierta forma de ignorancia con un arrojo que no le teme ni al ridículo, salvo que se crea que ganarse popularidad con superlativos a la estadounidense es más importante que conservar algo de seriedad.
En realidad, suceden en dicha "opinión" algunas cosas más alarmantes. Hace poco, una mujer argentina le espetó a una mexicana "india horrible", en una calle de la Ciudad de México. Sucede que la primera estaba disgustada por una tala de árboles y la segunda, filmando a aquélla. En el vídeo no se aprecia la cara de la india, de tal manera que no se puede saber si estaba realmente horrible, tipo Yalitza Aparicio, peor, o mejor, puesto que también hay indias bonitas. El caso es que la mujer argentina salió de México y el Instituto Nacional de Migración, dependiente de la Secretaria de Gobernación, decidió imponerle "restricciones para regresar", no por algún hecho (el manotazo al celular de quien filmaba no provino de la argentina), como se nos hizo notar, sino por palabras, aunque manifiesten discriminación. Seguramente no se pueda decir entonces que Yalitza Aparicio no es muy agraciada o que es medio trompudita.
Lo anterior viene al caso porque la señora esposa del presidente mexicano, Beatriz Gutiérrez Muller, que por momentos no deja de tener algo de pelangocha -al menos al vengarse, como también se nos hizo notar-ni de mostrar su ambición, consideró normal que un profesor de la Universidad Iberoamericana fuera expulsado de su trabajo por hacer una broma sobre la gordura de la senadora oficialista Citlalli Hernández. Aunque el profesor se disculpó y hasta fue a clavarse en busca de asesoría de género, Gutiérrez Muller consideró que las disculpas no bastaban. La alharaca, comenzada por la gordita en cuestión, consistió en decir que se la había discriminado por sexismo, cuando absolutamente nadie se metió con la senadora por ser mujer. En otros términos, nadie le dijo "vieja gorda" o "vieja fodonga", por lo que no había ningún motivo, absolutamente ninguno, para armar un circo sobre "la violencia hacia las mujeres", ni para el pronunciamiento de la señora Gutiérrez Muller, al enfilar detrás de la gordita que la agarró contra el "machismo" y el "odio". Aunque la bromita no fuera del mejor gusto, se expulsó al profesor no sobre un hecho, del tipo madrearse al gordo Agustín Carstens, sino sobre un dicho. Y hasta hace poco no era sabido que a una persona, por ser "de izquierda y progresista", no se le podía decir "gorda".
Gutiérrez Muller no se ha limitado a lo anterior. Un chef fue perseguido en redes y en busca de sus antecedentes laborales no por atacarla con un cuchillo, por ejemplo, sino por comparar, por lo demás con cierta razón para quien sepa de colores, con un flan el tono del vestido de la esposa del presidente el día de la fiesta patria . Tundido el chef en redes, que por momentos parecen lo que dijera el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) de ellas, un manicomio, Gutiérrez Muller salió con un "!qué tal!", encontrando al parecer normal que se linche a cualquiera, menos a su hijo, Chocoflán.
Se puede llegar a la tontería correlacionando lo que sea, y el problema no es si es oficial o de oposición. Rosario Robles, ex titular de dos secretarías en el sexenio anterior, ha aducido que es perseguida "porque es Rosario Robles" (sic) y claro, por ser mujer. Es como si el presidente de México declarara: "me critican porque soy Andrés Manuel López Obrador". Pero la secretaria de la Función Pública, Irma Sandoval, criticada por un tren de vida no muy austero que digamos, salió también a decir que era "perseguida por ser mujer", como si acumulara propiedades "por ser mujer". Ya así las cosas, se está entre la policía de la palabra y el derecho a decir cualquier tontería impunemente (mejor hubiera dicho: "me persiguen porque soy Irma Sandoval", ¿o no?). Lo señalamos aunque no nos refiramos a la total chabacanería de salir a gritar al balcón de Palacio "¡Viva la fraternidad universal!", al parecer sin conocimiento de que es casi una secta (de Serge Raynaud de la Ferriére) y la alegría de la masonería.
Así anda la "opinión pública": al estilo estadounidense de Salem, y al mismo tiempo, también en imitación de Estados Unidos si la palabra no vale por su significado, sino por el "efecto" que pueda generar para obtener alguna ganancia traducida en rating. Que Rosario Robles aduzca "me persiguen porque soy Rosario Robles" es, desde cierto punto de vista psicoanalítico, exactamente lo mismo que diga "me persiguen porque soy Juana de Arco", porque el desliz, ya frecuente, está en confundir a persona y personaje. Por fortuna, López Obrador no contesta a sus críticos diciendo "lo que pasa es que soy López Obrador", y aunque a muchos no les suene bonito, es preferible en términos de salud una andanada pueblerina contra los machuchones y los camajanes. Pero cuidado: algo anda mal cuando la señora, al ser destapado Pío López Obrador entregando billetes, contesta aduciendo que jamás se hubiera juzgado por lo mismo a Leona Vicario. Una cosa es querer pasar a la Historia como Benito Juárez. Otra tomarse por Leona Vicario, a quien, desde luego, ningún realista le dijo que se vestía como un flan.
Para lo demás, dilucidar si Enrique Krauze es Lucas Krauze Alamán o si el gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro, es Mariano Otero, tiene algo propio de oligarquías ociosas. Ciertamente, sería mejor que el primero se pusiera a dar una que otra clase, no hay nada de indignante en sugerírselo (aunque el periodista Héctor de Mauleón diga que es "de no creerse", como si el aludido fuera algún prócer), y que el presidente dejara de "tocar de oídas" y de dejarse llevar por gente que recuerda cierta canción (dedicada al mal amado Peje que no es lagarto, y de parte del pueblo, da click en el botón de reproducción):