Es Rodrigo Londoño, alias Timochenko, líder de las antiguas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), hoy convertidas en Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común. Es raro que Londoño ponga en valor algo de la lucha pasada, alguna conquista o algo por conseguir en serio para Colombia a partir de los Acuerdos de Paz de La Habana de 2016. Es más, a Londoño le ha dado por declarar, como lo hizo a mediados de septiembre, que llegó a "odiar las FARC" por las "atrocidades" que cometían en sus últimos tiempos: secuestros, reclutamientos a la fuerza y abortos forzados, hechos todos que se pueden comprender en un contexto de guerra (y comprender no es justificar). Timochenko, junto con algunos otros líderes de las antiguas FARC, no todos, pidió "perdón por los secuestros" y por haberles arrebatado a los secuestrados "la libertad y la dignidad". Se habló como se acostumbra, en superlativo, y entonces de "realidades dantescas". Al parecer, a Londoño le ha dado por un exceso de genuflexiones que no encuentra correspondencia en la contraparte. No se ha sabido de un paramilitar, un militar, un narcoparamilitar o un político de derecha -el ex presidente Alvaro Uribe, por ejemplo- que diga estar arrepentido de algo. Tal pareciera que las FARC le hicieron la guerra a Colombia y a su gente.
En lo que va del año 2020 se han dado 67 masacres en Colombia (más de tres personas en cada una). Han sido asesinados en el mismo lapso 225 líderes sociales, por lo demás no todos indígenas. Asimismo, han sido asesinados en 2020 unos 48 ex combatientes, signatarios de los Acuerdos de Paz. Al ritmo "de crucero" que se lleva ahora, cada semana es asesinado un ex combatiente de las FARC. Todo está documentado por el trabajo del Indepaz ( Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz, indepaz.org.co). Es difícil encontrar algún pronunciamiento de Londoño sobre el tema. Cabe señalar que el número de asesinatos de líderes sociales ya ha duplicado el registrado en 2019.
En agradecimiento a sus genuflexiones, a Londoño la Fiscalía de Colombia lo ha llamado a declarar, junto al ex comandante Carlos Antonio Lozada (Julián Gallo), por el asesinato del líder conservador Alvaro Gómez Hurtado en 1995. Lozada/Gallo, quien fuera jefe de la entonces Red Urbana Antonio Nariño de las FARC, reconoció haber ejecutado la orden de matar al conservador. Es el tipo de sucesos que se dan en una guerra. De remate, aún queda por demostrar que no se trató de una acción producto de alguna infiltración. El mandatario colombiano, Iván Duque, pidió que Lozada/Gallo deje su escaño en el Senado. Los Acuerdos de Paz suponen beneficios por ese tipo de confesiones. En vez de respetarlos, Duque se los salta y llama a hacerlo a Comisionados de Paz. Desde luego que nadie va a confesar que mandó asesinar a Raúl Reyes, Alfonso Cano o al Mono Jojoy (Víctor Julio Suárez Rojas). Tampoco parece que alguien vaya a confesar por los cientos de líderes sociales asesinados desde 2016. Lo que está sucediendo es obvio para quien quiera verlo, pese a la pequeña parte cumplida de los Acuerdos de Paz en el campo. ¿La nunca reconocida derrota militar se saldará también en una derrota política? Por ahora, lo que pudiera ser un juicio al ex mandatario Alvaro Uribe no ha avanzado, y ya se ordenó su libertad, luego del arresto domiciliario en la finca "El Ubérrimo". Aquí abajo, otro retrato de Londoño,