Tal pareciera que la búsqueda de alianzas lo más amplias posibles está orillando al progresismo latinoamericano al centro, antes que a la radicalización a la izquierda. Queda por ver qué se entiende por centro, pero parece claro que hay cierta ruptura con lo que fue el Foro de Sao Paulo, con Cuba y con Venezuela, salvo excepciones como el ex mandatario ecuatoriano Rafael Correa. La dizque formación política, la poca que hay, la está orientando en este momento el Grupo de Puebla, de tintes muy socialdemócratas, para no decir que incluso Demócratas al estilo estadounidense, y con posturas insidiosas como la del ex candidato presidencial chileno y metrosexual Marco Enríquez-Ominami (ME-O). Es así que dicho Grupo ha venido impulsando un curso sobre "Estado, política y democracia en América Latina" en el cual despunta la tibieza, desde la del presidente argentino Alberto Fernández hasta la del español José Luis Rodríguez Zapatero o la del colombiano Ernesto Samper. Que se rescate en el camino al ex vicepresidente boliviano Alvaro García Linera, al payador uruguayo José Mujica, incapaz de pensar (lo que hace es sacar su "folklore de la filosofía") o a la nula Dilma Rousseff no cambia nada. Para más señas, se incluye a la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), Alicia Bárcena, y nótese bien que a la jefa de gobierno de la Ciudad de México y "chica de Berkeley", Claudia Sheinbaum. Asimismo, está el ministro de Educación de Argentina, Nicolás Trotta, que llegado el momento no ha dudado en aliarse con el siniestro magnate estadounidense de origen húngaro George Soros (al igual que el líder estudiantil chileno Giorgio Jackson, también miembro de la Internacional Progresista). De remate, hay que aguantarse cierta insistencia impertinente en diferenciar a los seres humanos: por ejemplo por la presencia de Elizabeth Gómez Alcorta (Internacional Progresista), ministra argentina de las Mujeres, Géneros y Diversidad.
Se acercan dos elecciones definitorias en Sudamérica: las de Bolivia este octubre y las de Ecuador en febrero. Seguramente tiene razón Correa: la derecha hará todo lo que esté a su alcance para impedir en el segundo país la vuelta del mal llamado "correísmo" y en el primero el triunfo del Movimiento al Socialismo (MAS). La renuncia de la presidente boliviana de facto Jeanine Añez busca forzar por lo menos el pase a una segunda vuelta. Añez no iba con cualquiera, sino con el ex ultraizquierdista (Movimiento de Izquierda Revolucionaria-MIR) y gran empresario del cemento Samuel Doria Medina. En el Ecuador, el llamado "binomio de la esperanza" entre Andrés Arauz y Carlos Rabascall (quien no equivale a Ricardo Patiño o a Jorge Glas) logró inscribirse casi de milagro por las características de la votación en el Consejo Nacional Electoral (CNE). Aún es demasiado temprano para echar las campanas al vuelo, por la fuerza social que conservan juntas la derecha y la extrema izquierda, pero también por el ostensible corrimiento del progresismo al centro. Arauz, ya se ha dicho antes, es miembro del órgano ejecutivo de la Internacional Progresista en la cual se encuentran personajes tan dudosos como el griego Yanis Varoufakis. Dicha Internacional no va más lejos de lo que pueda ir el Instituto Sanders (por el Demócrata estadounidense Bernie Sanders). Como en el proyecto de la "Cuarta Transformación" (autodenominado) mexicana del mandatario Andrés Manuel López Obrador, está por verse hasta dónde es el del pueblo y hasta dónde el de una parte avispada de la clase media. En la actualidad, no hay mayores posibilidades de asimilar una experiencia: lo ocurrido con Unidas Podemos (sic) en España o con la arrogancia de la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon en Francia no parece decirle gran cosa al progresismo latinoamericano.
Lo que se ha estado sacrificando en el Ecuador y en Bolivia es el desarrollo, y desde luego que no un "socialismo del siglo XXI" del que ya no se habla. A dicho desarrollo se le puede llamar "Buen vivir" o cosas parecidas: lo importante es que "desarrolle", como premisa para cualquier otro proyecto, algo que la derecha no puede hacer. Tampoco está dicho que todos los países puedan o incluso deban pasar por el desarrollo de inclinación capitalista, aunque "progresista", para poder plantearse otro tipo de proyecto, socialista. El hecho es que no se ha tratado nada más de derrotas en las urnas. La falta de reflexión, salvo excepciones, habla de problemas culturales serios no resueltos, y que pueden quedar incluso arrumbados por el desplazamiento del foco de atención hacia otros intereses, muy en el estilo de las inquietudes de los Demócratas estadounidenses. Una victoria progresista en Bolivia y en el Ecuador parece deseable, pero lo desandado es realmente mucho, y el aprendizaje, mínimo (basta con ver los anhelos de regreso a la política de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil...después de regañar al boliviano Evo Morales por su continuismo). En fin, que seguimos con algo de música popular ecuatoriana,aunque el acordeonista Paco Godoy al parecer se quedó dormido (da click en el botón de reproducción).