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martes, 17 de noviembre de 2020

BACK TO USSR

 Dada la capacidad que tienen los medios de comunicación masiva actuales, es muy difícil sacarle a la gente de la cabeza que el socialismo es igual a "terror" y "escasez". El problema es que gran parte de la izquierda, incluyendo la comunista ahora, y más en América Latina, no ha querido discutir la experiencia soviética de décadas, como si no hubiera nada que aprender de ella, más que de sus "crímenes". En esta medida, la izquierda se arriesga a querer partir de cero, y seguramente no es lo mejor.

     A estas alturas, hablar de "totalitarismo", "estalinismo" y "terror rojo" es un sinsentido, porque no hay respaldo en los hechos y por ende significado claro. Se trata de palabrería performativa, es decir, que cree que con sembrar el miedo se creará el terror en la realidad soviética de hace décadas. Llama por cierto la atención que Cuba ha guardado un silencio total sobre las investigaciones serias más recientes sobre el periodo de Stalin, y en particular sobre la obra del investigador estadounidense de la universidad de Montclair, Grover Furr, que corre paralela con los hallazgos de algunos investigadores rusos.

     Las investigaciones prueban varias cosas, entre ellas: que Stalin no mandó encarcelar y ejecutar inocentes, sobre todo en el periodo 1937-1938, sino que fue algo hecho a espaldas del líder soviético, que no era omnipotente, por Nikolai Ezhov, Comisario del Pueblo del Interior (NKVD), no sin vínculos con el exterior, y en particular el agregado militar de la embajada de la Alemania nazi, general Ernst Kostring; que Stalin no era ningún "dictador" y carecía a tal grado de omnipotencia que la burocracia ascendente le bloqueó tranquilamente su intención de realizar elecciones competidas y con voto secreto, de tal forma que se le devolviera poder a los Soviets y se le restara al partido. Lo que estaba provocando el predominio del partido era el carrierismo, incluyendo entre antiguos líderes bolcheviques que, habiendo pasado por las fases duras del proceso (la clandestinidad contra el zarismo, la Revolución y la Guerra Civil, la colectivización forzada), consideraban que los puestos les eran debidos así carecieran de experiencia para ellos. Este carrierismo se manifestaba con especial fuerza entre los llamados "Primeros Secretarios" del partido y los secretarios regionales, que hicieron hasta lo imposible por bloquear las medidas de democratización "desde abajo" de Stalin y algunos líderes bolcheviques más. Como parte de estas maniobras de la burocracia partidista contra Stalin y sus allegados, no se descartaron conspiraciones con el exterior, que ya están probadas (incluyendo por cierto las de Trotski, que no dejó de reconocer el historiador ultratrotskista Pierre Broué desde 1980). Así, tampoco es que Stalin "inventara cargos en los Procesos de Moscú". Cabe señalar que se ha avanzado en la dirección de estos resultados de investigación desde hace tan poco como 2008, con la apertura de nuevos archivos (incluyendo sobre el asunto Ezhov).

     Apenas Stalin y sus allegados en el partido descubrieron que Ezhov condenaba y ejecutaba inocentes para crear descontento contra Stalin, aquél quedó relevado de su cargo y fue fusilado, al tiempo que los inocentes aún prisioneros fueron liberados en masa desde finales de 1938, con Lavrenti Beria al frente del NKVD. Así, Stalin paró un año de terror.

     Lo que no fue posible de parar, y que la guerra tal vez agravó, fue el carrierismo y la negativa de la burocracia partidista a entronizar una democratización "desde abajo". Dicha burocracia ganó la partida con la muerte de Stalin en 1953 y el putsch final de Nikita Jruschov en el XXavo Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), en 1956, con un "informe" probadamente repleto de mentiras, si acaso había alguna otra cosa. Quienes se reclaman "hijos del XXavo Congreso" son así quienes heredaron la pasión por el poder a toda costa y no el "antiautoritarismo", sino las decisiones verticales del partido y "su" burocracia por encima de los Soviets. Antonio Fernández Ortiz ha revelado en !Ve y lucha! cómo Jruschov, quien se había destacado por su ánimo "fusilador", pudo tener motivos incluso personales para el putsch de 1956. Dicho sea de paso, Jruschov y luego Mijaíl Gorbachov "rehabilitaron" a personas que sí eran culpables, y lo hicieron a partir de criterios puramente políticos, es decir, demagógicos en este caso.

     El asunto, en el fondo, no es si "Stalin sí" o "Stalin no", sino que trata de distintos procesos en los cuales una capa de intermediarios se enquistan en un Estado al que usan en beneficio propio mientras bloquean la movilidad ascendente de la gente del pueblo. Con Jruschov y Leonid Brezhnev no es que se ha derrocado al ogro autoritario, sino que el socialismo se dedica a fabricar, sin perder del todo sus virtudes, una gigantesca clase media que hasta la fecha, ya sin él, se cree destinada a mirar por encima del hombro a la gente de pueblo, a rivalizar a muerte por el estatus social y a ascender sin otros méritos que el "carnet" y la capacidad para las relaciones y la malicia ante y en el poder. Habría que cuidarse no de quien tiene autoridad, sino de las ambiciones de quien se pretende "antiautoritario" con tal de seguir quedando bien, como siempre. Como lo muestran las investigaciones recientes sobre lo ocurrido cuando Stalin y sus allegados trataron de democratizar desde abajo el poder soviético, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Negar lo que sugieren dichas investigaciones o desconocerlas no es ya más que arriesgarse a perder el tiempo en creencias favoritas que no tienen mayor cosa que ver con lo que realmente ocurrió en el pasado, y cómo reverbera hasta hoy. "Sobre mi tumba, decía Stalin, volcarán toneladas de basura: el viento de la Historia las borrará inexorablemente". El georgiano sabía sin duda a qué clase de apparatchiks se enfrentaba. Nikita aplaudiendo a su jefe (en la foto).



LO QUE HAY QUE TENER (THE RIGHT STUFF)

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