A estas alturas ya parecen establecidas las formas básicas del fraude electoral en Estados Unidos: el voto por correo, el impedimento a representantes republicanos de acercarse a los lugares de recuento y el algoritmo (ya se sabe de cuánto fue) que en estados clave cambió en tiempo real votos del actual mandatario Donald Trump para el Demócrata Joseph Biden. Las pruebas abundan y se siguen recolectando, como en el caso de las boletas de voto por correo que llegaron por miles con la misma firma en Wisconsin. Tal vez no sea más que una "teoría de la conspiración" y existan en el estado de Wisconsin miles de personas con la misma firma, puede ser. Se puede llegar hasta el caso de un mafioso italiano de Filadelfia que se estuvo tres días llenando boletas de voto para los Demócratas a 10 dólares la boleta, un buen negocio. Entretanto, los medios de comunicación masiva socorridos siguen presentando las cosas a modo: que el equipo de Trump retiró sus demandas en Michigan, lo cual es cierto, por "falta de pruebas", lo cual es falso; se retiraron bajo compromiso de que la certificación de los resultados electorales cuente los votos legales y descuente los ilegales. En Pensilvania la Corte local ordenó poner aparte los votos que llegaron después de las 20 horas del 3 de noviembre y en Georgia se ha estado procediendo al recuento manual, aunque concluyó con trampa: se incluyeron votos ilegales. El fiscal general de Estados Unidos, William Barr (no demasiado confiable y parte del equipo de George Bush padre) ha pedido de todos modos que se investiguen las irregularidades. Llegada la certificación, el asunto puede pasar a la Corte Suprema y terminar rebotando en la Cámara de Representantes.
Lo que estaba en un principio en manos del abogado personal de Trump, Rudolph Giuliani, ex alcalde de Nueva York, se ha ampliado y cuenta ahora con otra abogada del mandatario, Sydney Powell, quien ha investigado más a fondo el asunto del algoritmo. El conteo estuvo en manos de la empresa canadiense Dominion, con sede en Toronto, pero el software lo puso la empresa SmartMatic. En estados clave, según Powell, funcionarios electorales habrían sido sobornados con ofertas de por lo menos un millón de dólares para ellos y sus familias -tratándose de Demócratas- para instalar el sistema Dominion/Smartmatic, el mismo que mediante una carpeta puede hacer desparecer votos para un candidato o transferirlos a otro y que logró colarse en Estados Unidos gracias a vínculos empresariales con la Fundación Clinton. La sede en Toronto no está desligada de una entidad del magnate estadounidense George Soros. Lo curioso es que, hace ya tiempo, hubo congresistas Demócratas, entre ellos Elizabeth Warren, Carolyn Maloney y Amy Klobuchar que advirtieron oficialmente al Congreso del peligro de usar el sistema mencionado. ¿Por qué la Central de Inteligencia Americana (CIA) o la Oficina Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés) no hicieron nada? Trump difícilmente podía intervenir, tratándose de decisiones estatales. Ahora se tienen muchos testimonios bajo juramento de gente que sabe como se trucaron las elecciones, incluyendo testimonios de los trabajadores de Dominion/SmartMatic, e incluso un alto ingeniero de Dominion les aseguró a los de Antifa que no se preocuparan, ya que la elección "estaba ganada" para Biden, alguien que milagrosamente superó incluso a Barack Obama como el candidato más votado de la historia estadounidense. Por "casualidad", el presidente de SmartMatic, el vicealmirante retirado Peter Neffenger, apareció en el "equipo de transición" de Biden. Hay más: el estado de Texas había advertido en tres ocasiones de los riesgos de utilizar el sistema Dominion/SmartMatic, que funciona ligado a Internet y no a una Intranet cerrada. A las pocas horas de las recientes elecciones en Estados Unidos, las oficinas de Dominion se "evaporaron". Lo cierto es que, en varios estados clave, fue en la noche del 3 de noviembre al 4 de noviembre que hubo una inversión de tendencia en el voto que es estadísticamente imposible, y que los medios de comunicación masiva de moda no han sabido explicar, como tampoco las muchas anomalías del voto por correo. Supongamos que son "minucias": el hecho es que nada de lo descrito habla muy bien del sistema electoral estadounidense, a reserva de que Giuliani o Powell quieran jalar el hilo hasta Venezuela y China (por el origen venezolano de SmartMatic).
Lo descrito es un aspecto de las elecciones estadounidenses por dilucidar, y los testimonios bajo juramento se cuentan por centenas de miles, en un país donde en principio se castiga duramente el perjurio, a diferencia de otros, como México, donde el fraude procesal es todo un deporte ante las instancias judiciales (declaraciones falaces, por ejemplo). El otro aspecto se tratará después, y lleva a preguntarse por qué hay tantos dispuestos a creer en un candidato con el historial y las creencias de Biden sobre el lugar imperial de Estados Unidos en el mundo. Si se quiere la agenda 21 de Naciones Unidas, junto a los designios del Foro Económico Mundial, bien puede que se consigan. Es como descartar todos los remedios existentes y probados contra la Covid 19 en nombre de la "profecía autocumplida" de una vacuna que puede no funcionar (ya se tratará el tema), pero sí representar un negocio maravilloso para unas cuantas empresas farmaceúticas gigantes. No está el capitalismo en la era de los negocios a la antigua, sino en la era financierizada y del fraude, por lo que pululan los estafadores. Hasta pronto, con algo texano, Mexican Rose (da click en el botón de reproducción).