Definitivamente, al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no le va bien con los intelectuales. Sigue siendo inexplicable que se enfrasque en debates con gente que no tiene ninguna representatividad, y que hace ruido en la medida en que lo permiten los medios de comunicación masiva.
Recientemente, AMLO criticó al académico e intelectual Roger Bartra, de quien dijo que "se cansó de ser de izquierda" y fue cooptado por Enrique Krauze. Es probable que Bartra haya sido premiado por converso. El hecho es que en una reciente entrevista con el periódico El Universal, Bartra dijo que AMLO "no debate, él insulta". En rigor, ya se ha dicho anteriormente, fue Héctor Aguilar Camín quien se refirió explícitamente a AMLO como "un pendejo". Nada parecido se le ha escuchado al mandatario mexicano mientras académicos, periodistas e intelectuales de oposición se desgañitan con cualquier cosa con tal de hacer creer que México está en el peor de los mundos.
Bartra adujo en concreto lo siguiente: que contra treinta intelectuales que firmaron una carta en su contra, AMLO afirmó que "lo único que pueda reprocharse a tan famosos personajes es su falta de honestidad política e intelectual". "¿Eso es debatir?" Se preguntó Bartra y se contestó a sí mismo: "!No! Eso es insultar". En rigor, insultar es "ofender a alguien provocándolo e irritándolo con palabras o acciones". Lo que resulta curioso es que decir de alguien que es deshonesto sea tomado como un insulto.No es una provocación.
Para más señas, Bartra fue señalado a mediados de los años '80, por un muy prestigioso intelectual mexicano, y ni más ni menos que en la revista Nexos, por su deshonestidad ("Los pies de Greta Garbo o la cultura de la deshonestidad polémica"). El texto se encuentra en Internet. Algo tiene Bartra que, llegado el momento, no puede mantener un criterio propio y se va con el montón, que le aplaude su renuncia. Decir de alguien que es deshonesto no es, en rigor, insultarlo (y por cierto que AMLO dió argumentos para imputar el hecho, señalando una trayectoria, la del imputado, que fue del Partido Comunista Mexicano e Historia y sociedad a Letras Libres).Nótese bien, el presidente de México no dijo de Bartra que fuera "un traidor": lo señaló como parte de "los conservadores". La objeción concreta es que, por algún motivo del que no están excluidos los privilegios recibidos (y es un hecho que los de Roger Bartra no fueron pocos, antes al contrario), estos intelectuales callaron o no dijeron mayor cosa sobre la monumental corrupción en México durante los últimos sexenios. Es un hecho que es el caso de Bartra, así que lo que hizo AMLO fue un juicio de valor. Y la valoración la tomó Bartra por un insulto, en vez de demostrar simplemente alguna honestidad. Al menos que el intelectual confunda los juicios de valor con los insultos, lo que significa que no se le puede decir a nadie que es deshonesto...o corrupto, porque es una ofensa. Genaro García Luna, Salvador Cienfuegos, Emilio Lozoya o Rosario Robles pueden considerarse ahora parte de "un México de gente agraviada" (sólo falta que agregue el "periodista donde los hay"Carlos Marín, hoy gran defensor de la presunción de inocencia y el debido proceso: "por las distorsiones que imponen a la ley quienes debieran de servirla"). En realidad, el efecto corruptor está en hacer pasar por insulto un juicio de valor. Una mexicanada: un delincuente me asalta y yo debo quedarme callado, porque si le digo "!ratero!" entonces sí se siente agraviado y me mata de un plomazo. !Pum! Además AMLO "se nos quedó mirando feo".
En realidad, no queda claro, salvo por ciertas razones familiares, por qué AMLO, en vez de poner a trabajar a los intelectuales que se le dicen afines (y son en realidad una desgracia), se enfrasca con gente como Roger Bartra quien, véase bien, un día escribe que AMLO es como el presidente mexicano Luis Echeverría y al otro acusa al actual presidente de "retropopulista de derecha" que ejecuta "una política económica de derecha neoliberal". AMLO es, según Bartra, "extravagante", una persona "de delirios", "autoritario", "infatuado", "restaurador", de "impulsos retrógrados", de "ideas disparatadas", "estrambótico", etcétera. Y es que, retomando a Héctor Aguilar Camín: ¿no es un poco pendejo esperar de un pendejo que deje de hacer o de decir pendejadas?¿No es medio pendejo hablarle a un pendejo?¿Y no es también poco válido meterse a discutir con sofistas, como lo hace López Obrador, que descalifican al interlocutor diciéndose ofendidos y escurriendo sistemáticamente el bulto, porque no contestan en concreto sobre los casos de corrupción, sino que sólo ven la paja en el ojo ajeno?
(aquí abajo, el ballet intelectual de "la república").