En un gesto muy positivo, el gobierno mexicano del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) finalmente se decidió a dar a conocer una Guía ética para la transformación de México, cuyo primer efecto debería ser el de que nadie le haga caso, como lo mostraron enseguida los intelectuales lópezobradoristas, enfrascados en sus "movidas" y enfermos de protagonismo. Tampoco habrá mayor repercusión entre los dizque "demócratas liberales", salvo que se trate de descalificar, como ya lo hizo el ex presidente derechista Felipe Calderón, porque los adalides de "los derechos y las libertades" consideran que nadie, y mucho menos el Estado, debe "dictarles la moral", aunque la guía tuvo el cuidado de no aspirar a ser una "Constitución" (como estaba inicialmente planteado) y de no hablar precisamente de "moral", sino de ética, apelando a la conciencia de cada individuo. Igual puede ser que se considere, lo que no es del todo errado, que para moverse en el mundo actual no se necesita de ética, sino más bien, digámoslo suavemente, de "sentido de la oportunidad". La ética debe ser una rareza para estudio de filósofos. Pura ociosidad, vaya.
Como era de prever, dada la presencia de gente como la señora de mi compadre Epigmenio o de Pedro Miguel, la guía en cuestión no pudo ahorrarse las cantinelas de moda sobre "las diferencias", las "orientaciones sexuales", las mujeres y el cuidado de los animalitos y las plantitas. Sucedió al grado de empezar por alabar "las diferencias" en un país donde la gente no hace más que orientarse por ellas ("mugre vieja" si se pasó el semáforo, "pinche indio" si me pidió dinero, "guero" si lo ví medio blanquito, "morenito"para identificar a un fulano de raza negra, "oaxaco tenía que ser" para distinguir al albañil, "pinche intelectual" para el académico que "no baja al pueblo" y casi "pinche pueblo" para el que no sube a la intelectualidad, etcétera, más fifís, chairos y lo que se quiera...). El tufillo libertario y contrario por principio a la autoridad apareció en particular en el punto 4, "De la libertad": "para ejercer tu libertad es necesario que nada ni nadie, particularmente las autoridades, interfiera en tus elecciones personales.. (!!!)", con el añadido del llamado a combatir "las prohibiciones sin sentido" y "las limitaciones absurdas". Con un poco más, este apartado pudo haber sido llamado "haz lo que se te pegue tu regalada gana", algo peligroso en un país de herencia señorial y en un mundo sin límites. Claro, con el llamado "neoliberalismo" repitiendo: "mientras no dañes a otros", o "mientras los perjudiques con su consentimiento" (no es broma: la guía señala: "nadie puede humillarte si no te humillas"...). No podía faltar el desliz clasemediero (5, "Del amor"): "...una vida sin amor es el vacío más árido y la peor carencia que puede padecer un ser humano". Bien, comamos amor: hay gente anoréxica de amor y otra obesa de amor. La guía se puso por cierto algo cachonda: "sé una persona amorosa, desde tu cama y tu mesa hasta la fraternidad universal". Roberto Carlos y un poco de yoga para transformar a México. Cóncavo y convexo para gusto de Argos.
En medio de lo anterior, que era esperable, se colaron muy buenas intuiciones sobre los males del subdesarrollo y ciertas formas de combatirlo. Por ejemplo, el punto 2, "De la vida", sugiere : "no la desperdicies en cosas que tú mismo consideras que no valen la pena. Otórgale un sentido y un propósito hasta el fin de tus días", lo que no está mal ante la pandemia social de estilo estadounidense que parece dictar que la gente sea idiota para todo, salvo para el cálculo de su conveniencia. De manera muy perspicaz en un país como México, el punto 3, "De la dignidad", sugiere que "no se debe humillar a nadie", donde cualquiera que se siente con algo de poder y de impunidad considera que debe hacerlo para ostentarlos (y para autoconvencerse de que lo parió Dios). Pese a un llamado muy autóctono y pésimo al gozo ("Goza sin más limitaciones que las de no dañar a nadie"), la guía alcanza a advertir también con mucha perspicacia: "no conviertas tu placer en ostentación", donde justamente se hace hasta el mayor ruido y atronador con tal de ostentar (lo que lleva del placer el goce, dicho sea de paso). El punto 8 es especialmente necesario para los tiempos que corren ("De la gratitud"), cuando la moda es "agarrar" sin devolver nada: atención, "la gratitud es un atributo que dignifica como ningún otro, y su contrario, la ingratitud, degrada como pocos".
Aunque la parte sobre el perdón no podía venir sin un dejo de tarjeta de Sanborns, es perspicaz señalar: "hay una resistencia natural a disculparse porque quien lo hace siente que se rebaja, se humilla o se rinde", en un país donde nadie quiere estar abajo de nada ni de nadie (de donde una grandeza nacional sin parangón en la Tierra y planetas aledaños). No deja de estar sugerido que el perdón se otorga a quien lo pide "...sinceramente y se dispone a reparar el daño o el dolor causado" (uno puede conocer en la vida gente que, después de hacer algún daño, encima le otorga el perdón a la víctima, más si se le ocurrió defenderse...). Hay más perspicacia para un país como México: "una forma particularmente perniciosa de la falsedad es prometer algo y no cumplirlo", o "prometer acciones en un sentido y posteriormente actuar en sentido contrario, es decir, faltar a un compromiso adquirido" (12, "De la verdad, la palabra y la confianza"). Está dicho, es el imperio de la deslealtad. No todos podemos ser plomeros o chilangos (si ambas cosas, catástrofe): el punto dice "exprésate siempre con veracidad, honra tu palabra y no abuses de la confianza de nadie". Todo un desafío en un país como México, la verdad sea dicha. El punto 18 ("Los acuerdos") lo refrenda: "los compromisos se cumplen". Igualmente llamativo es que se reivindique el trabajo, "universal como un derecho y como un deber" (16, "Del trabajo"), y no "porque no hay de otra", aunque se crea que la familia, y no el trabajo, es la célula de la sociedad (la familia vive del trabajo, en realidad, y no es, como llega a creerse en el compadrazgo, entre políticos o en la izquierda de amigotes, que "el trabajo vive de la familia"). Lo que no está mal en un mundo gregario es el llamado a "...respetar la individualidad y la autonomía de cada uno de los familiares" (19, "De la familia").
El punto 10 no es para políticos ("De la redención. No se debe enfrentar el mal con el mal"). Maquiavelo sugería que hay dos cosas que no se pueden hacer mal: el bien y el mal. Pero no está mal que quien actuó mal pueda arrepentirse (o diríase que ser hasta un poquito "reeducado", lo que no hacen las cárceles actuales, por ejemplo). Un punto puede ser valorado en un gobierno que peca de asistencialista, por bien que haga al buscar eliminar toda clase de intermediarios: el lema "Primero los pobres", dice la guía, "no significa otorgar a éstos un privilegio en detrimento de quienes no se encuentran en situación de pobreza sino atenuar las desventajas...". No hay, entonces, populismo, y sería grave que no se difunda este punto (11, "De la igualdad"), so pena de dar en una nueva versión de "Nosotros los pobres" y "los blancos me la deben". El punto sobre la justicia y las leyes no es especialmente bueno. Pero está claro (15, "De la autoridad y el poder"), que "el poder sólo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicio de los demás", algo que, aunque raramente, existe en México y en su historia, la presidencial incluida. Un cargo público es para representar a los demás, no para provecho propio. La guía llama adecuadamente a participar activamente en política para no permitir que se descuiden cosas que son del interés general.
Dejamos (punto 20) a los animales, las plantas y las cosas. De entrada, la guía en cuestión se distribuirá entre 8 millones de ancianos para que la platiquen con sus hijos y sus nietos. No es el mejor principio, como tampoco lo fue la elección de alguna de la gente metida a redactar el documento. Supuestamente se debatió en muchos foros, pero pasaron por completo desapercibidos y no se trató de una convocatoria realmente amplia. El peso de décadas del llamado "neoliberalismo", de la norteamericanización de la vida y del egoísmo es enorme, de tal forma que la Guía ética para la transformación de México no deja de reflejar las tensiones entre anhelos populares y anhelos distintos, de clase media, muy compartidos con los autodenominados "demócratas liberales". Con todo, una guía ética dista de estar de más, sobre todo si alguien, o algunos alcanzaron a buscar que sirva para atenuar varios de los comportamientos más nocivos en una sociedad muy descompuesta y tan expuesta a la norteamericanización. A la clase media, como se sabe, sea de derecha o de izquierda, "nadie le dice qué hacer", así que es probable que siga decantándose por la idiotez y el simple cálculo de conveniencia, incapaz de ver más allá de sus narices. Pero este tipo de iniciativas tampoco son puro idealismo. Tal vez logren afianzar la common decency (George Orwell) o "decencia común" existente en parte del pueblo y sobre todo entre la gente que trabaja. En síntesis, la guía es otro monumento a las contradicciones del lópezobradorismo, pero están los elementos suficientes para que la parte sana de los sectores populares pueda reconocerse en lo que en principio le pertenece: la misma honestidad que llevó, sobre todo a gente de trabajo, a darle un enorme voto de confianza a AMLO. Al menos debería haber lugar para un poco de gratitud. El hombre de aquí abajo (foto) te está buscando a ti...