En la perspectiva de las grandes corporaciones, la educación no tiene mayor sentido: es una inversión de largo plazo que no garantiza un buen "retorno", y por ende se trata más bien de un gasto, que debería ser remplazado por la adquisición rápida de "habilidades y competencias" (para redituar al menor costo, es decir, con inversión mínima). A fin de cuentas, se trata de "chatarrizar" la educación, de reducirle toda autoridad al maestro para convertirlo en coach y de asociar "autoridad" con "falta de flexibilidad".
De entrada, el país que acepta ésto y se encuentra en el Sur se ve orillado a renunciar a toda posibilidad de desarrollo, aunque hay proyectos progresistas que han tratado de mantenerla, como el Ecuador en tiempos del mandatario Rafael Correa y centros educativos de punta como Yachay. En lugar de desarrollo, y a reserva de que éste deba ser en más de un aspecto repensado, se deja a los países del Sur abandonados a la "pluralidad de saberes", es decir, a tratar de arreglárselas con chamanismos y recetas de hongos de María Sabina disfrazados de "pluralidad epistémica". No existe ningún caso de éxito de país desarrollado que no haya pasado por un sistema educativo fuerte y digno de este nombre, pero siempre se puede alegar que la idea misma de "desarrollo" es un exceso "eurocentrista" y que es preferible comer jumiles y chinicuiles, sin que falte quien demuestre su valor nutritivo (seguramente existe). Por su parte, la derecha hunde sistemáticamente toda idea de desarrollo, limitándose en el mundo subdesarrollado a proponer "adaptarse a la globalización" como sea y a contrapelo de cualquier experiencia histórica (que demostraría, por ejemplo, que cierto grado de proteccionismo es preferible al libre comercio desbocado, si es que se aspira al desarrollo). No queda claro por qué arte de magia, más allá de "la derrama" (la invasión de inversiones extranjeras y productos originarios de los más recónditos lugares), un país se desarrollaría adaptándose sin más a "la globalización" o la última agenda de un organismo internacional. La gente que ya lo ha superado todo está en el orden de lo fantástico: meterse a un capitalismo dizque inclusivo y con "rostro humano" ignorando al mismo tiempo todas las leyes del capitalismo mismo, en el que por las mismas nunca habrá lugar para todos. No sirve de mayor cosa hablar de "todos" o de "la gente" como si la desigualdad, por ejemplo, fuera resultado de una insuficiencia del capitalismo y no la prueba de su éxito. Se puede seguir probando de todo e ignorando las leyes antes mencionadas luego de haber abandonado el barco del socialismo. Hay que tratar a como dé lugar de "no ser confundido".
El problema va entonces más lejos, puesto que no hay nada después de "lo que hay", más allá de discursos huecos sobre la felicidad. Si no hay nada, entonces hay que asumir las consecuencias de "lo que hay", salvo que se piense que lo último, lo existente, no es contradictorio y es eterno. Cantinfleadas aparte, lo que hay es lo que hay, sin posibilidad de perfectibilidad. Es al grado de que el capitalismo ni siquiera se está tomando la menor molestia en reformarse, por lo que no hay opción socialdemócrata que haya sobrevivido, aunque grupos como el de Puebla estén pidiendo lo imposible, en algo muy típicamente latinoamericano: llegar tarde, desde luego, aunque con aires de gran señor de vanguardia. Si la educación está excluida, es porque lo que hay es lo que hay y la perfectibilidad del ser humano se ha hecho a un lado, de tal modo que un aprendizaje es imposible, salvo que alguien muestre por ejemplo qué aprendizaje ha hecho la izquierda de la experiencia socialista existente. Ninguno. Se ha vivido con la feliz creencia de que los actos no tienen consecuencias, ya que siempre habrá otro para pagarlas: de esta forma, y pasando por alto las pocas y malas ocurrencias de Marta Harnecker o de Roberto Regalado, se está para siempre en "el Estado de Bienestar" que privatiza las ganancias y socializa las pérdidas. Pues que paguen los rusos. Lo más simpático es que éstos añoran lo que creen que era una época en la cual todo era regalado y no había que pagar por nada, algo que no fue así, puesto que lo recibido del Estado era fruto del trabajo de todos (aunque pareciera venir de arriba: en realidad, los propios soviéticos construyeron el socialismo de Estado, para bien y para mal): prueba de ello es que se pagaron las consecuencias de querer construir no "otro mundo posible" ni cosas por el estilo, sino el socialismo. Si se pudiera tener la abundancia de la globalización sin pagar por ella, en verdad, sería fantástico: ojalá los chinos lo lograran. Al parecer, el llamado "neoliberalismo" no ha liquidado ciertas ideas sobre un Estado de Bienestar hasta cierto punto idealizado.
Si así fuera, con todo casi gratis para todos, no habría que aspirar más que a gozar, sin pagar por ello (lo que no es un ideal capitalista, sino del "Estado de Bienestar") y sin necesidad de perfectibilidad. La sospecha es que una parte de la población pudiera haber llegado ya a esta etapa superior, gracias a las posibilidades del consumo y las finanzas. Al menos el fin está claro y no hay que devanarse los sesos para descubrir lo que quiere decir la cantinela imparable sobre "los derechos y las libertades", entiéndase que justamente convertidos en promesa de regalo para todos -buena manera de sobornar a la gente de pueblo- y sin tener que pagar. No tener que pagar por nada es también negarse a la perfectibilidad, que supone lo inacabado. Para los otros, hay que estar !acabado!. Ya estamos acabados, pero hay quienes insisten en regresarnos al pasado...cuando ciertamente no estábamos acabados.
La educación en prácticamente todas sus formas puede salir sobrando. Después de todo, a los progresismos les ha costado hacerse a la idea de que hay que educar para la política, empezando por el civismo, así que las cosas se reducen a variantes de mercadotecnia y a campañas electorales, sin que quepa detenerse a reflexionar sobre lo que sucede, lo que ha sucedido o lo que sucederá. Se está de coyuntura en coyuntura. En familia no se educa: se deja a los niños ser felices y ahora se discurre sobre las culpas del "adultocentrismo". En la escuela no se educa: se hace "animación" para entretener y sobrellevar el problema de atención de vástagos repletos de prótesis electrónicas, y en adelante se "baja la escala" para tener lo que toda democracia ha tenido históricamente, esclavos, en este caso con habilidades y competencias, pero no nos hagamos, sin la menor educación de nada. Educar viene de educere, conducir, y ya no se trata de "conducir" a ninguna parte puesto que, según los "demócratas liberales", pues ya llegamos a donde íbamos. Si acaso se trataría de "redistribuir" un poco mejor entre quienes la señora del presidente Sebastián Piñera en Chile, Cecilia Morel, definió como "alienígenas", lo que puede incluir mujeres, gente LGBTTTIQ+, afrodescendientes, discapacitados, jóvenes, pueblos originarios, gente en situación de calle y animales maltratados. Lo de Francis Fukuyama sobre "el fin de la Historia" no parece exactamente una gracejada. Sería parte de lo mismo creer que es algo sin consecuencias. No es que haya que pagar por todo, pero sí saber de consecuencias. ¿Cómo pensar que la caída del sovietismo no iba a traer consecuencias? Es la actitud de las familias acomodadas, más en América Latina: aquí no ha pasado nada. Es la consecuencia de los Estados de Bienestar: no hay consecuencias porque siempre hay cómo sacudírselas. Los "demócratas liberales" saben del asunto: no yerran en nada, sino que reparten culpas a diestra y siniestra hasta en cosas evidentes, como que Venezuela tiende al rentismo, como si lo hubiera descubierto el chavismo y con el presidente Carlos Andrés Pérez (1989-1993, su segundo periodo), por ejemplo, se hubiera estado en la gloria (el chavismo nunca ha hecho nada como la represión con centenares de muertos en el "caracazo"de 1989).
En la forma en que existió, el Estado de Bienestar (incluyendo el socialismo de Estado) fomentó la creencia de que se está para recibir regalos desde arriba sin tener que pagar por nada, o casi. Si el empresario llega a ofrecer lo mismo, aunque en nombre de la-derrama-que.-creará-empleo-y-detonará-el-bienestar-de-todos, se le llega a creer igual, y desde la misma comodidad. Es tan formidable que se cree en "el mercado" y no en "el capitalismo", como se puede creer en el Estado Benefactor (ahora, es el empresario quien se presenta como el verdadero benefactor: por favor, hay que oir al junior priísta Enrique de la Madrid Cordero). Esquivar sistemáticamente las consecuencias lleva a un mundo de gente que se rige por la pura conveniencia, aunque curiosamente siempre a nombre del "bienestar de todos". Se llega así a una "naturaleza humana" que siempre habría sido igual. No se quisieron pagar las consecuencias del desplome del sovietismo. Ahora, no se quieren pagar la de la crisis más larga en la historia del capitalismo, por lo que se le !exige! que se ponga inclusivo. Tampoco pasa nada. Puede que el cambio de época sea menos evidente de lo que parece. Todavía queda por saber si hay modo de evitar las consecuencias de la larga crisis capitalista, y sin la educación mínima para entender lo que sucede. Pues a ver si sale gratis. Qué curioso: en inglés se dice igual...libertad y gratuidad. Más derechos. Y una nieve de limón.